
Ana Garrido y el precio de enfrentarse a la corrupción de Gürtel: «Lo he perdido todo. Familia, amigos y trabajo»
La exfuncionaria de Boadilla del Monte y testigo durante la causa judicial relata en «Ana contra Gürtel» (editorial Alrevés) las consecuencias que tuvo para ella investigar a su alcalde, cómo Esperanza Aguirre hizo oídos sordos ante sus advertencias y por qué, más de 15 años después, necesita «cerrar un ciclo»
Archivo – El Supremo confirma que el PP se financió con la Gürtel en Boadilla y dicta su sexta sentencia firme sobre la trama
La corrupción de la trama Gürtel creció durante décadas a la sombra del Partido Popular y terminó tumbando un gobierno, pero antes de los juicios y las sentencias hubo arrepentidos, denunciantes y testigos que fueron clave para que el mundo supiera lo que se cocinaba en decenas de ayuntamientos. Una de ellas es Ana Garrido Ramos, que en “Ana contra Gürtel” (Alrevés) y de la mano de Javier Bardón, tan escritor como psicólogo en este libro, cuenta cómo pasó de enfrentarse a la corrupción en Boadilla del Monte, el gran epicentro de la trama, a ser acosada y repudiada por sus propios amigos. “Le ha supuesto la muerte en vida”, explica el autor. “Una muerte civil”, apostilla la protagonista de una historia que, esperan los dos, termine ahora con un “cambio de ciclo” para ella. Un libro que sale a la venta el 15 de septiembre.
Trabajabas en el Ayuntamiento de Boadilla del Monte cuando, un día, empiezas a reunir información sobre el alcalde del PP, Arturo González Panero. ¿Cuándo decides documentar la corrupción del municipio?
Ana Garrido: “Yo empiezo a detectar ciertas directrices para firmar adjudicaciones que parecían irregulares, como todos los técnicos, pero había una especie de consigna: si firmas te va a ir muy bien laboralmente, y si no firmas te vamos a degradar. Yo ya recibía presiones en la época de González Panero para hacer informes favorables a empresas o personas. Y yo decía que no y se cabreaban y llega un momento en que me degradan de una manera muy humillante, entro en baja por depresión. Pero en un momento mi mente hace ‘click’ y decido que hay que invertir los roles. Estaba llorando por las esquinas por hacer lo que tenía que hacer y negarme a firmar documentos ilegales.
¿Pensabas que una investigación sobre un municipio que entonces no llegaba a 50.000 habitantes iba a tener relevancia nacional?
Ana: “Yo al principio pensaba que mi alcalde era un chorizo, pero tenía un patrimonio infinitamente superior a sus ingresos. Fue un año de investigación puro y duro y voy viendo cómo no era un tema de mi ayuntamiento. Me puse en contacto con periodistas, como si estuviera jugando a los espías. Me saltaban nombres y no sabía quiénes eran. No sabía quién era Bárcenas, ni Correa… No los conocía. Cuando empiezo a investigar empresas y empiezan a saltar alcaldes, me empieza a venir información sobre la presunta implicación en la financiación del PP en campañas electorales, hay un momento que digo: ”De perdidos al río“. Es cuando me doy cuenta de que es una trama a nivel nacional y decidí continuar”.
‘Ana contra Gürtel’, el libro con la historia de Ana Garrido
Y tu información acaba, sin embargo, en Manos Limpias, que entonces no era muy conocido.
Ana: “Quería denunciarlo en Anticorrupción, pero en la Fiscalía no puedes mantener el anonimato. Entonces hay una persona que me dice que hay un sindicato que yo no había oído en mi vida. Me dicen que hay un sindicato que protege a los funcionarios que quieren denunciar corrupción. La primera vez que fui me abre Miguel Bernad y me dice que no me preocupe, que va a llevar mi denuncia a la Fiscalía. A la segunda reunión ya voy con el dossier y cuando me iba me dice que ha hablado con Esperanza Aguirre y Juan José Güemes. ¡Les avisan primero! Y me explica que han dicho que ‘para adelante’ pero con los medios de comunicación. Yo no soy idiota. Me empezaron a temblar las piernas cuando me dijo que había hablado con Aguirre y me fui de allí preocupada”.
En el libro explicas que te diriges varias veces a Esperanza Aguirre, entonces presidenta de la Comunidad de Madrid, para darle datos de lo que estaba pasando en Boadilla.
Ana: “La primera vez, antes de ir a este sindicato, es de forma anónima con más funcionarios. Para mí no fue fácil, en aquel momento había concejales que no eran corruptos, pero otra cosa es que tuvieran la valentía de enfrentarse, y yo pregunto a una serie de políticos si le pueden hacer llegar una carta. Ella devuelve la consigna: que lo movamos a través de los medios. Dos años después a Miguel Bernad le dice lo mismo. No hace nada, como mucho dice que se lo ha contado a Francisco Granados, le echa el muerto”.
El libro es una narración en directo de cómo es convivir con la corrupción en un ayuntamiento. ¿Cómo era el día a día?
Ana: “En esa última época apenas tenía relación con el alcalde y no tenía por qué verlo. Apenas tenía relación con los cargos políticos corruptos, pero los concejales tenían una especie de acuerdo y aunque no colaboraban con la trama, tenían sus propios negocios y él hacía la vista gorda. A mí esa gente me daba mucho asco, era la primera vez que trabajaba en un sitio que parecía una obra de teatro: hay personajes pero nadie es quien es. Utilizaban tácticas, cada técnico tenía una persona encargada de captarnos, uno llegó a llamarme 15 veces en una tarde para invitarme a cenar. Cuando trabajas con políticos tienes que guardar las formas, pero yo era más joven y, lo reconozco, un poco hooligan, pero no me callaba: ”Que no me llames más, que eres un corrupto, no quiero saber nada más de ti“, dije”.
Javier Bardón: “Es una historia que toca tanto la corrupción de titulares como la de baja intensidad, enchufar a tu primo, darte unas entradas. Es lo que en psicología llamamos ‘ruptura de la violación de la abstinencia’, como cuando estás a dieta, te pegas un atracón y dices: ”De perdidos al río“. Los concejales rompen esa barrera ética y ya es solo un problema de escalar. Ana no transigió, no da una batalla por perdida, es parte de su personalidad y eso… la perjudicó”.
Ana Garrido y Javier Bardón durante la entrevista
Años después, una sentencia firme del Tribunal Supremo reconoció que tú habías sido acosada en el Ayuntamiento de Boadilla del Monte tras investigar su corrupción y testificar en el caso Gürtel. ¿Cómo recibiste esa resolución?
Ana: “Yo recibo acoso en dos etapas. Una en la época de Arturo, que es cuando me voy a Costa Rica. No estoy dispuesta a que me hagan la vida imposible. Pensaba volver cuando cambiara el alcalde. Si llego a saber lo que me esperaba, no hubiera vuelto. No pude demostrar el acoso durante esa primera época, pero vuelvo cuando Antonio González Terol (PP) dice que va a limpiar lo que tiene que ver con Gürtel. El acoso más brutal que yo he sufrido fue en la época de González Terol, el sucesor de Arturo.
Sufrí mucho. Ese proceso se alargó muchísimo, que es a lo que juegan, a recurrir y recurrir mientras yo no podía rehacer mi vida. Y tengo que decir que el apoyo que tuve de la ciudadanía me dejó perpleja. No sabes cómo la gente se volcó conmigo. Se fundó una plataforma para ayudarme a pagar abogados, yo no tenía dinero. Entonces, cuando llegó la sentencia que reconoció el acoso, dije que esa victoria no era mía, era de todos. Es un papel, un reconocimiento a que llevas razón, pero a pesar de ese papel te hunden la vida por completo. También a nivel laboral. Y mi historia es la de cualquier denunciante de corrupción, de izquierdas y de derechas. Te pasas el día en juicios, ¿de dónde sacas el dinero? Eran pleitos absurdos para el desgaste emocional. Al final tienes satisfacción porque, de cara al mundo, era verdad que yo no estaba mintiendo. Pero tú vas a Boadilla y yo soy una apestada“.
El acoso no ha sido solo político. También ha sido mediático.
Ana: “Los medios locales me dieron hasta en el cielo del paladar. Creaban una noticia contando barbaridades, se hacían eco, lo ponían en Wikipedia, y los medios locales entraban después. Yo no me alegro de que se lo hagan a periodistas y políticos, pero yo en aquel momento quería proteger a los denunciantes de corrupción y no lo veían tan importante hasta que no les ha pasado a ellos. Los periodistas, que sufrís un montón de acoso, estáis respaldados por un medio, pero yo soy una mindundi sola. Yo era David contra Goliat. Me sentía así”.
Javier: “Hay un efecto llamado de la ‘oveja negra’. En un endogrupo, una de las personas se anima a denunciar algo de ese grupo y sufre una represalia muchísimo mayor que si fuera un enemigo. Nos has traicionado y vamos a ir a por ti, a hundirte. Yo me especialicé en psicopatologías laborales y dentro del acoso laboral una parte importantísima de las víctimas se quejan del silencio de los testigos, y eso es muy duro. Hay gente que se supone que son tus amigos que se callan o se unen”.
Ana: “Lo que más me costó superar no fue el acoso de un político o de gente que no conocía. Lo que más me costó fue el sufrimiento que me causaron mis compañeras de trabajo que eran supuestamente amigas. Habíamos compartido viajes comuniones de sus hijos…”
Más de diez años después llegó el juicio por la trama de la Gürtel en Boadilla y, después, una condena firme de casi 37 años de cárcel para Arturo González Panero. ¿Qué significó esa sentencia para ti?
Ana: “Yo estuve en el juicio. Fui a verlo con mis propios ojos, lo tenía que ver. Llevo 15 años de nómada de un lado para otro y tenía la cabeza en las portadas del caso Malaya, pero mejor me fui a verlos a la Audiencia Nacional. Cuando voy a ver caer a todas esas personas que me han hecho tanto daño, me vestí como si fuera a recibir un Goya. Muy elegante cuando mi vida, en realidad, era una ruina. Me llamó la atención que les pusieran en fila para meterlos en la sala, mereció la pena solo por eso. Durante las declaraciones, me reafirmé en la soberbia de González Panero. Es algo en lo que coincidimos el empresario Francisco Correa y yo: es un avaricioso sin límites.
Javier: “Con este libro hemos pretendido acercar esta historia a gente a la que la política le queda lejos. Humanizar la Gürtel. Era importante contar una historia que pueda llegar al común de los lectores, la gente que quiera entenderlo de forma más humana, porque si no se queda en una pelea política. Y en ese sentido la historia de Ana es brutal. Le ha supuesto una muerte en vida”.
Ana: “Una muerte civil”.
¿Cuál ha sido el precio de enfrentarse a la corrupción?
Ana: “Todo. El precio… No hay nada en la vida que repare esto. Es irreparable. Lo he perdido todo. Familia, amigos y trabajo. Y me encantaría decirte que solo es culpa de lo que ocurrió, a lo mejor yo no he sabido gestionar el después, que no me lo han puesto fácil. Si yo hubiera recuperado mi estabilidad te daría una respuesta más esperanzadora o positiva. Ha tenido un precio muy elevado, más de lo que esperaba, y muy largo en el tiempo. Pero escribirlo ahora tiene un porqué. Es un cierre de ciclo en mi vida. Mi afán era ayudar, me he implicado en demasiados casos, y este libro es un punto de inflexión, un antes y un después. Confío en que a raíz de este libro, y necesito ese cambio en mi vida, salgan muchas opciones de algo que me entusiasme, que pueda ser feliz, conseguir estabilidad laboral”.
Javier: “El libro es un cierre psicológico, dar por cerrada esta historia, es algo que necesita hacer”.
Ana: “Tengo prohibido ver las noticias y he vuelto a las redes un poco por el libro, pero necesito oxigenarme. Ver que hay gente buena en el mundo, ver la vida con optimismo y esperanza, como he sido siempre, en vez de estar sobreviviendo. No quiero ser una superviviente. Quiero vivir, no sobrevivir”.