Trump fulmina a otro coloso de la televisión americana: ¿quién será el siguiente?

Trump fulmina a otro coloso de la televisión americana: ¿quién será el siguiente?

La ABC suspende el programa del cómico Jimmy Kimmel por un comentario sobre el asesino de Charlie Kirk y Trump lo celebra

Para entender la decisión de la cadena estadounidense ABC de retirar indefinidamente el show de Jimmy Kimmel de su parrilla habría que remitirse a la decisión de la CBS, cuando hace unos meses anunció la cancelación del late night de Stephen Colbert. Por aquel entonces, la compañía justificó la medida alegando, ‘pérdidas millonarias’, pero muchos analistas lo calificaron como un movimiento puramente estratégico. CBS acababa de pagar una compensación de 16 millones de dólares a Donald Trump por presuntas malas prácticas que no llegaron a juicio. El despido de Colbert se anunció poco después. 

La clave de este movimiento fue la operación que fusionaba Paramount (propietaria de CBS) con Skydance, por un valor que superaba los 4500 millones de euros. La fusión debía ser aprobada por la administración de Trump y no son pocos los que creen que la línea editorial de Colbert, crítica con el presidente de Estados Unidos, fue puesta encima de la mesa por la Casa blanca como condición ineludible para que la citada fusión fuera aprobada. El mismo Trump celebró el final del Late show de Colbert con un mensaje en Truth social.

Oficialmente, ABC cancela a Kimmel por un chiste sobre el asesinato de Charlie Kirk. Extraoficialmente, caben pocas dudas de que el presentador neoyorquino era el siguiente objetivo del presidente de los Estados Unidos y sus aliados. Uno de ellos, Brendan Carr, es el presidente de la FCC (Federal Communications Commission) un ente presuntamente independiente que se ocupa de regular ciertos aspectos del universo televisivo y radiofónico estadounidense. Carr fue el primero en denunciar los chistes de Kimmel (en realidad, el showman afirmó que el asesino formaba parte de los ‘gansters MAGA’ y que estos intentaban hacerle creer lo contrario al público) y exigir un severo correctivo. El presidente de la FCC amenazó con tomar medidas si ABC no tomaba medidas y presionó directamente a uno de los grandes aliados de la cadena: Nexstar.

Nextar es la propietaria o copropietaria de más de 200 estaciones de televisión que llegan a un total de 220 millones de estadounidenses y su rol para replicar la parrilla de ABC es clave para las operaciones de la cadena. Nexstar está ahora inmersa en una operación de fusión que (de nuevo) debe ser aprobada por el gobierno federal. La compañía fue la primera en anunciar que dejaría de emitir el programa de Kimmel para sus afiliados, lo que provocó que Sinclair, la otra gran operadora del sector, se uniera al boicot. En la práctica, eso significaba que Kimmel perdía un enorme bocado de su audiencia de forma inmediata. Pasaron pocas horas antes de que ABC (propiedad a su vez de Disney) anunciara que retiraba el show.

Trump repitió celebración y pidió a la NBC que despidiera a Jimmy Fallon y a Seth Meyers, también críticos con las políticas del mandatario en sus respectivos programas. Nadie en Estados Unidos se atreve a asegurar que Fallon y Meyers no vayan a caer también: el enorme poder de la administración republicana y su capacidad para capar cualquier operación pecuniaria en cualquier momento y con cualquier excusa la convierten en un enemigo imbatible: nadie puede hacer nada sin que él estampe su firma.

La gran paradoja de este asunto, que puede resumirse en la obsesión del presidente por eliminar cualquier tipo de criticismo en las cadenas públicas de televisión de su país, es que los encargados de implementar esta suerte de censura camuflada como si fueran simples decisiones ejecutivas relegadas a la capacidad de estos shows de seguir siendo rentables son los que durante años han llamado al free speech como motor de sus políticas: un free speech, decían, radical. Sin embargo, está quedando claro que la libertad de expresión se aplica solo cuando sale a cuenta: Trump es capaz de imponer su voluntad sin que se atisbe en el horizonte ninguna oposición efectiva a sus golpes en la mesa y sin ningún tipo de contención. En tan solo unas semanas ha sido capaz de derribar a dos de las figuras más relevantes del show-business del país y todo indica que no tendrá problemas para seguir demoliendo a los que considera sus enemigos sin que ello le generé ningún coste socio-político. 

Mientras la economía del país sigue empeorando, el caso Epstein no acaba de desaparecer del panorama mediático y el planeta MAGA se ve ahora sacudido y paradójicamente dividido por las (delirantes) teorías sobre el asesinato de Kirk, Donald J Trump no deja de pasar la apisonadora por donde le place, ya sea desplegando la guardia nacional de forma completamente aleatoria en ciudades demócratas o reduciendo a cenizas las parrillas de las televisiones en las que solían hacer chistes sobre su persona.

De hecho, lo más preocupante de esta campaña de aniquilación que empezó tal y como fue nombrado presidente de los Estados Unidos, es la absoluta incapacidad del partido Demócrata para plantar cara. Solo Gavin Newsom, gobernador de California por un lado y el incansable senador Bernie Sanders por otro, con distintas estrategias y resultados aún por determinar, parecen dar guerra a un tipo furiosamente decidido a hacer de su país un campo de golf gigante.

Por suerte, siempre nos quedará South Park.