
Entre cráteres y laurisilva: un viaje de contrastes por la isla de La Palma
La Palma hace honor a su apodo de isla bonita. Volcanes, bosques exuberantes, playas de arena negra, miradores y uno de los mejores cielos del mundo para observar las estrellas la convierten en un destino que siempre sorprende
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La Palma es una isla que engancha desde el primer momento. Tiene algo distinto a las demás: en pocos kilómetros pasas de un bosque húmedo y verde a un campo de lava negro, de una playa de arena oscura a un mirador a más de 2.400 metros de altitud. Esa mezcla de contrastes es lo que hace que siempre deje ganas de volver.
Se entiende bien por qué la llaman la isla bonita. Los vientos alisios traen un mar de nubes que se queda atrapado en las montañas y que, poco a poco, rebosa por encima de las cumbres. Ver cómo avanza es uno de esos espectáculos naturales que le dejan a uno hipnotizado. Y si soy sincero, me gusta disfrutar de ese ambiente fresco y nublado de la costa este, que se aleja tanto del soleado oeste de la isla.
Más allá de sus paisajes, La Palma sorprende por lo completa que es: senderos de todo tipo, pueblos coloridos, cielos infinitos y una gastronomía sencilla pero auténtica. Y, desde 2021, también el recuerdo reciente del volcán Tajogaite, que cambió para siempre su fisonomía y que hoy forma parte de la vivencia de conocer la isla.
Con vistas a la Caldera de Taburiente, en La Palma.
La isla del senderismo
Lo más impresionante de La Palma es la rapidez con la que el paisaje cambia. En una misma jornada puedes caminar bajo helechos gigantes y, al cabo de un rato, estar pisando cenizas volcánicas que todavía parecen recientes. Ese choque entre humedad y sequedad, entre verde exuberante y negro volcánico, es lo que convierte a la isla en un destino único.
Sin duda, La Palma es la isla del senderismo. Tiene rutas para todos los gustos y niveles, desde caminatas cortas hasta travesías largas. El bosque de Los Tilos es uno de esos lugares que impresionan desde el primer paso. El sonido del agua, los túneles naturales de vegetación, la cascada al final del recorrido… todo invita a caminar despacio. Cuando lo recorras es probable que tengas la sensación de no estar en Canarias, sino en algún rincón remoto donde la selva lo cubre todo.
Otra de las rutas más famosas es la de Marcos y Cordero. Atraviesa túneles excavados en la roca y acompaña al agua en su camino hacia los barrancos. Ahora mismo está cerrada por mantenimiento, pero sigue siendo un símbolo del senderismo en la isla y muchos esperan con ganas que vuelva a abrir.
La ruta de los volcanes, en La Palma.
Y el Cubo de la Galga, no muy lejos, es otra maravilla. Es más corto y accesible, pero igual de impactante. Caminar por ese bosque de laurisilva, con paredes verdes a ambos lados y el aire húmedo en la cara, es adentrarse en un mundo completamente distinto al que encontrarás en el lado opuesto de la isla. Para mí, es uno de esos sitios que justifican por sí solos un viaje a La Palma.
Volcanes que cuentan historias
El lado volcánico de La Palma es igual de fascinante. El Tajogaite, que entró en erupción en 2021, transformó por completo la zona de Cumbre Vieja. Hoy se puede visitar en rutas organizadas que llegan hasta el cráter, un terreno nuevo donde la tierra todavía huele a azufre en algunos puntos. Pero incluso cuando lo ves desde su mirador, la sensación es extraña: una mezcla de respeto y de asombro ante el poder de la naturaleza, que sepultó casas, cortó carreteras y dividió la isla en dos hace apenas unos años.
Más al sur están los volcanes San Antonio y Teneguía, con senderos que recorren sus laderas. Sus coladas de lava descienden hasta el mar y dejan un paisaje que parece lunar. Y para quienes buscan un reto mayor, la Ruta de los Volcanes es imprescindible. Une varios conos a lo largo de la dorsal sur en una travesía larga y exigente, pero que bien merece la pena.
El volcán de Tajogaite, en La Palma.
La Caldera de Taburiente es otro de los grandes tesoros de la isla. Este enorme circo natural, declarado Parque Nacional, está rodeado de cumbres que superan los 2.000 metros y ofrece rutas para todos los niveles. Desde paseos accesibles hasta largas travesías que descienden hasta su zona de acampada, donde es posible pasar la noche bajo un cielo estrellado como pocos. Dentro se encuentran joyas como la Cascada de los Colores, teñida por los minerales del agua, y bosques de pino canario que lo cubren todo. El Centro de Visitantes de El Paso ayuda a entender la complejidad geológica y natural de la isla, y los miradores que rodean la caldera, como el de La Cumbrecita, regalan espectaculares panorámicas.
Miradores y cielos infinitos
El Roque de los Muchachos es, para muchos, el punto más espectacular de la isla. A más de 2.400 metros de altura, los miradores ofrecen vistas que alcanzan a Tenerife, La Gomera y El Hierro en los días despejados. Y cuando el mar de nubes se queda atrapado debajo, la sensación de estar por encima de todo es única.
Allí mismo está el Observatorio del Roque de los Muchachos, uno de los más importantes del planeta. Visitar su Centro de Visitantes es más que recomendable: nunca había aprendido tanto de astrofísica en tan poco tiempo. Todo está explicado de manera tan clara que sales mirando al cielo con otros ojos.
Los balcones de Santa Cruz de La Palma.
Pueblos con color y encanto
Santa Cruz de La Palma, la capital, es un lugar que conquista enseguida. Sus balcones de madera de colores, que se asoman al mar, son la imagen más conocida de la isla. Pero merece la pena callejear sin prisa, entrar en alguna plaza tranquila o sentarse en una terraza o café para ver la vida (tranquila) pasar.
En el oeste destacan Los Llanos de Aridane, con un ambiente animado, y Tazacorte, con un aire más costero. El Paso, en el interior, tiene una conexión especial con el Tajogaite, ya que fue uno de los municipios más afectados por la erupción. Hoy ha recuperado su ritmo y muestra cómo la isla ha sabido sobreponerse a un episodio tan duro y tan cercano.
Además La Palma está llena de sabores sencillos y auténticos. La cocina palmera tiene mucho de tradición. Papas arrugadas con mojo, queso palmero, almogrote, lapas, pescados frescos y vinos de la DO La Palma forman parte de cualquier visita. Lo mejor es su sencillez: platos sin complicaciones, pero con un sabor auténtico que habla de la tierra y del mar. Una comida en un pequeño restaurante familiar puede dejarte tantos recuerdos como una buena excursión.
El Charco Azul, en La Palma.
Agua cristalina: playas y piscinas naturales
Las playas de La Palma son diferentes. No hay grandes extensiones de arena dorada, sino rincones volcánicos que tienen un encanto muy especial. Nogales, rodeada de acantilados, es una de las más bonitas, aunque también de las más salvajes. Los Cancajos, en la costa este, es más tranquila y con escaso oleaje. Y en el oeste, Puerto Naos es una de las más populares.
Las piscinas naturales completan la oferta. El Charco Azul, en San Andrés, y La Fajana, en Barlovento, son dos clásicos para darse un baño en agua de mar sin preocuparse por las olas. En todo caso, hacer esnórquel en cualquier rincón es un placer: las aguas son tan claras que es fácil encontrar multitud de peces a solo unos pasos de la orilla.