
Agustín Pániker, ensayista: «El yoga y el mindfulness pierden potencial si se reducen a gimnasia o relajación»
Al frente de la editorial Kairós con sesenta años de historia, mantiene viva la vocación de tender puentes entre Oriente y Occidente
China seduce a India para construir desde el ‘Club de Shanghái’ un bloque económico contra EEUU
El escritor y editor Agustín Pániker (Barcelona, 1959), director de la Editorial Kairós –que este año cumple 60 años– y uno de los principales especialistas en pensamiento asiático, ha visitado Mallorca para impartir una conferencia sobre la matriz espiritual de la India.
Autor de Índica, donde propone una “terapia intelectual” para descolonizar nuestra mirada sobre otras culturas, Pániker reflexiona en esta entrevista sobre la vigencia de las tradiciones indias, su diálogo con Occidente y conceptos clave como la meditación, la liberación, la ilusión (maya) o el yoga, reivindicando su auténtico sentido transformador frente a la trivialización contemporánea.
¿Qué le ha traído a Mallorca?
Vengo a ofrecer una conferencia en la que hago un repaso histórico, aunque no es una charla de historia al uso. Me interesa mostrar cómo hace unos 2.500 años se gestó en el norte de la India una matriz espiritual que dio origen al hinduismo, el budismo, el jainismo y sus múltiples corrientes. Aunque cada tradición tiene diferencias, comparten un denominador común: una visión sobre la condición humana, la necesidad de superar la fisura interior y ofrecer vías de liberación. Ese patrón sigue siendo muy vigente hoy, como lo demuestra la popularidad del yoga, la meditación o el interés por filosofías orientales.
Ese periodo coincide con lo que Karl Jaspers llamó “la Era Axial”. ¿Es un concepto que aún considera útil?
Sí, aunque algunos académicos lo discuten, me parece una noción válida para generalizar. Cinco siglos antes de Cristo, en distintos lugares del mundo —China, India, Grecia, el Levante mediterráneo, Persia— el ser humano tomó conciencia de una separación con la totalidad, con la naturaleza, con lo divino. De esa fisura nació la filosofía, el humanismo y la espiritualidad como algo distinto de la mera religión ritual. En ese caldo de cultivo emergieron el taoísmo, el confucianismo, las Upanishads, el yoga, el budismo, el jainismo o los filósofos presocráticos. De allí surge, en buena medida, el individuo moderno.
¿Hasta qué punto había, en esa época, conexión entre esas culturas aparentemente aisladas?
El mundo ha estado siempre interconectado, aunque antes todo fuera más lento. La Ruta de la Seda permitió intercambios constantes. La filosofía griega influyó en India e India influyó en Grecia. Escuelas escépticas helenas como la de Pirrón deben mucho a pensadores indios que conoció tras la campaña de Alejandro. La astrología india reconoce raíces griegas. Y el monaquismo cristiano, tan fundamental en la tradición occidental, tiene antecedentes claros en el budismo y el jainismo.
El mundo ha estado siempre interconectado: hace 2500 años, Grecia influyó en India e India influyó en Grecia
¿Existe un tronco común, una religiosidad índica?
Sí. Igual que hablamos de una religiosidad abrahámica, propongo pensar en una religiosidad índica. No es propiedad exclusiva de nadie: ni del hinduismo, ni del budismo, ni del jainismo. Todas esas tradiciones nacen de una misma matriz espiritual, que hunde sus raíces en la civilización del Indo, hace unos 5.000 años. India puede presumir de una continuidad cultural milenaria.
Existe una religiosidad índica, igual que hablamos de una religiosidad abrahámica
En Occidente la filosofía suele ser especulativa. En India, en cambio, subraya que es eminentemente práctica. ¿En qué sentido?
En la India, si una verdad no libera del sufrimiento, no merece la pena. No se busca una verdad abstracta, sino una verdad que sea liberadora. Las tradiciones asiáticas no se organizan en torno a dogmas rígidos, sino a ortopraxis: prácticas comunes —éticas, meditativas, rituales— que transforman la vida. A partir de ahí se construyen los sistemas metafísicos. Por ejemplo, la no violencia: se practica porque es liberadora, y después se elabora la reflexión filosófica sobre lo que significa. Esa es la gran diferencia: la primacía de la práctica.
Ha mencionado la palabra “liberación”. ¿Qué significa realmente “liberarse”?
No se trata de irse a otro mundo, sino de estar liberado en este. Vivir en la realidad, pero sin estar condicionado por nuestros impulsos egoicos. Eso lo entendieron también los estoicos. La tradición india habla de viveka, la discriminación, la sabiduría que permite ver desde la distancia el yo. En realidad es desvelar algo que ya está ahí. Uno ya está liberado, solo falta darse cuenta.
No se trata de irse a otro mundo, sino de estar liberado en este. Vivir en la realidad, pero sin estar condicionado por nuestros impulsos egoicos
Hoy la ciencia habla de simulaciones y realidades virtuales. En la India existe desde hace siglos el concepto de maya, el hecho de que vivimos en una ilusión.
Maya es el velo que cubre lo real. El Vedanta, y también muchas corrientes budistas, entienden que la mente construye la realidad que habitamos. Pero esa no es la realidad última, sino una representación útil para sobrevivir. Las prácticas espirituales sirven para deconstruir; para ver cómo construimos no solo el yo, sino también el mundo que habitamos.
¿Cómo se describe a una persona liberada?
Los textos la retratan con un rasgo fascinante: la espontaneidad absoluta. Una respuesta natural, sin filtros intelectuales, emocionales o lingüísticos. Los budistas lo llaman naturaleza búdica; el hinduismo habla de Atman. En cualquier caso, la idea común es que lo real ya está en nosotros, el trabajo es desvelarlo.
El escritor y editor Agustín Pániker.
Yoga y mindfulness se han popularizado en Occidente, pero también se han convertido en productos del mercado. ¿Qué opina de esta banalización?
Tiene dos caras. Por un lado, me alegra que millones de personas se beneficien de la meditación o del yoga. Por otro, me preocupa que se reduzca todo a una gimnasia o a una técnica de relajación. El mindfulness, en esencia, es meditación budista secularizada. No hace falta ser budista para practicarlo, pero si se arranca de su contexto ético —compasión, no violencia, sabiduría— pierde gran parte de su potencial. Lo mismo ocurre con el yoga. Si se entiende solo como pilates, queda empobrecido. Pero si se vive como una práctica integral de cuerpo, mente y emociones, recupera su auténtico poder transformador.
En Índica habla de la necesidad de descolonización intelectual para entender a la India. ¿Qué significa?
Lo que propongo es una terapia colectiva. Muchas categorías que usamos —historia, ciencia, religión, espiritualidad— no son neutras, tienen una carga cultural occidental. La palabra “subcontinente”, por ejemplo: ¿por qué la India es un subcontinente y otros lugares no? Europa es un continente con una frontera geográfica muy difusa. Cada término encierra un sesgo.
Eso es lo que llamamos visión eurocéntrica.
Exactamente. Occidente se considera la norma en política, en medicina, en ciencia. Lo que se aparta se percibe como exótico, primitivo o irracional. Pero la realidad es mucho más compleja. Revisar esas categorías es un ejercicio intelectual muy saludable.
La India de hoy ya no puede despacharse como un país exótico, cada vez juega un papel más importante en la geopolítica global.
India tiene un potencial enorme, aunque el escenario global es muy inestable. China e India son civilizaciones, auténticos continentes. Tras el paréntesis colonial, regresan al centro del tablero.
China ya es el eje económico mundial; India, con casi una quinta parte de la humanidad y una sociedad muy joven, es un actor político de primer orden. Su política exterior es flexible; siempre juega varias cartas a la vez —la rusa, la occidental, incluso la china—. Esa habilidad diplomática forma parte de su tradición y seguirá marcando su futuro.
India y China no son países, son civilizaciones enteras que regresan al centro del tablero mundial después de paréntesis colonial
Como editor ha publicado a gigantes del pensamiento: Eliade, Campbell, Wilber, Raimon Panikkar… ¿Qué lugar ocupa Kairós hoy?
Kairós cumple 60 años este año, estamos de celebración. La editorial la fundó mi padre, Salvador, hermano de Raimon Panikkar, con la idea de tender puentes entre Oriente y Occidente. Hoy seguimos con la misma vocación, a través del ensayo, filosofía, psicología, ciencia, sociedad y espiritualidad. Nuestro ADN es ese diálogo entre culturas y saberes.
¿Qué le ha aportado a usted personalmente este diálogo con la espiritualidad india?
No soy budista ni hindú, pero no sería quien soy sin esas tradiciones. Intento llevar a la práctica lo que aprendo. Me he llevado alguna decepción con autores que escribían maravillas, pero vivían en contradicción con lo que predicaban. Yo procuro evitarlo.
No soy budista ni hindú, pero no sería quien soy sin esas tradiciones
No me considero un gran meditador, pero aplico en mi vida la no violencia (ahimsa), el discernimiento y prácticas de sosiego y respiración. Intento que esos valores impregnen también la editorial, mis relaciones familiares y mi vida cotidiana. Todos tenemos contradicciones, pero busco una cierta coherencia.