Ferroviarios contra Franco: la historia silenciada de los obreros que pararon los trenes para frenar el fascismo en Mallorca

Ferroviarios contra Franco: la historia silenciada de los obreros que pararon los trenes para frenar el fascismo en Mallorca

Entre el 19 y el 20 de julio de 1936, los trabajadores llevaron a cabo una acción breve pero suficiente para poner en apuros al bando sublevado, que necesitaba los convoyes para transportar tropas y prisioneros y asegurar los suministros. La mayoría de los huelguistas fueron depurados, encarcelados o asesinados

El alcalde republicano que se enfrentó a los militares franquistas y acabó en un campo de concentración

En el verano de 1936, cuando el golpe militar se extendió por España y Mallorca quedó bajo control sublevado, un colectivo de trabajadores decidió plantar cara a los golpistas protagonizando una de las resistencias más decididas contra el avance del fascismo en la isla. Fueron los empleados del ferrocarril quienes, en un contexto de represión fulminante, se organizaron en una huelga que para muchos supondría el asesinato y la represalia: el aparato franquista emprendió una depuración sistemática fruto de la cual una cuarta parte de la plantilla -casi 200 de sus 800 trabajadores- quedó aniquilada o marcada por la violencia en los primeros meses de la contienda.

Lo documenta la historiadora y archivera Maria Antònia Fernández Pizà en su estudio La Companyia dels Ferrocarrils de Mallorca durant la Guerra Civil: la seva contribució a la defensa passiva de l’illa, en el que explica el destacado peso que tuvieron los ferroviarios tanto en el movimiento obrero como en la defensa de Mallorca recién estallado el conflicto bélico.

Entre el 19 y el 20 de julio de 1936, los trenes de la isla quedaron paralizados en una acción breve pero suficiente para poner en aprietos al bando franquista, que necesitaba controlar la red ferroviaria de la isla para transportar tropas y prisioneros y asegurar los suministros. Fue, como remarca la investigadora, “el peor quebradero de cabeza” de los militares franquistas ya en los primeros momentos de la contienda.

El 19 y 20 de julio de 1936, los trenes de la isla quedaron paralizados en una acción breve pero suficiente para poner en aprietos al bando franquista, que necesitaba controlar la red ferroviaria de la isla para transportar tropas y prisioneros y asegurar los suministros

Sin embargo, la derrota del movimiento obrero en la isla tuvo consecuencias devastadoras y los ferroviarios pagaron un precio especialmente alto. De acuerdo a las pesquisas efectuadas por la historiadora, 78 personas (el 10% del personal) fueron asesinadas o despedidas y otras 102 (el 13%) fueron señalados, investigados y apartados. La empresa se convirtió en un espacio de control férreo, donde cualquier sospecha de simpatía republicana o de militancia sindical era suficiente para perder el empleo o la vida. A nivel estatal, la represión franquista se cebó con cerca de 83.000 profesionales, sometidos todos ellos a sanciones, cárcel, exilio, internamiento en campos nazis y penas de muerte.


Cartel del sindicato estatal de ferroviarios (1936)

El mapa ferroviario que modernizó Mallorca

Desde 1875, el ferrocarril había impulsado la modernización de Mallorca. De acuerdo a las investigaciones llevadas a cabo por el doctor en Historia Económica por la UIB Ramón Molina -recogidas por Fernández en su estudio-, el primer tercio del siglo XX fue, de hecho, el momento de máximo esplendor del sector: la isla contaba con una importante red ferroviaria que enlazaba los principales pueblos de la isla. Con una extensión de 281 km, el mapa ferroviario alcanzó una densidad de 12,95 km cuadrados, muy superior a la media peninsular. En cincuenta años, el tren había logrado un gran éxito social y comercial con la conexión de más de 40 estaciones.

El primer tercio del siglo XX fue el momento de máximo esplendor del ferrocarril en Mallorca: la isla contaba con una importante red ferroviaria que enlazaba los principales pueblos de la isla. Con una extensión de 281 km, el mapa ferroviario alcanzó una densidad de 12,95 km cuadrados, muy superior a la media peninsular

La competencia del transporte por carretera, mucho más rápido y flexible, y el hecho de que la industria tradicional de Mallorca fuese poco a poco perdiendo peso en favor del turismo, que rápidamente se convertiría en el principal motor económico de la isla, provocaron que el transporte ferroviario acabara siendo un medio de transporte residual. Para cuando estalló la guerra, el ferrocarril se hallaba en una situación precaria, afectada por el cierre de líneas como la de Alaró y una severa crisis económica. Frente a ello, los ferroviarios, que contaban con una fuerte implantación sindical, eran en esos momentos un colectivo habituado a defender sus derechos en un clima laboral de creciente conflictividad que propició la toma de una gran conciencia de clase. El ferrocarril no era solo una infraestructura de transporte en aquellos años, sino también un campo de batalla político y social. Por ello, cuando se desató el golpe, subraya la autora, “emprendieron una iniciativa que, para muchos, sería suicida: oponerse mediante una huelga”.


Varios maestros de obras e ingenieros durante su visita, en los años treinta, a las obras del proyecto de doble vía de la línea Palma-Inca

Así las cosas, apenas un día después de que el levantamiento militar se extendiera por España, la plantilla de los ferrocarriles inició el paro en un gesto de solidaridad con el Gobierno legítimo de la República y en un intento de desestabilizar el plan militar de los sublevados, que necesitaban los trenes para mover tropas y asegurar el control de la isla. Los ferroviarios no se limitaron a abandonar sus puestos: se organizaron para custodiar las instalaciones, vigilar los trenes y evitar que los golpistas pudieran usarlos con libertad. Muchos participaron en los comités obreros que surgieron de manera espontánea, siguiendo la dinámica de autoorganización que se replicaba en otras zonas del país donde la resistencia republicana tenía mayor fuerza.

La estación de Palma, el punto neurálgico de la protesta

Convocada por los sectores de izquierda como respuesta a la insurrección en Barcelona, la huelga logró en un primer momento paralizar Palma, con el sector de transportes convirtiéndose en el más afectado, seguido por las fábricas. La estación de tren de la capital balear se erigió así en un punto neurálgico de la protesta: allí confluyeron ferroviarios, tranviarios y obreros que exigían resistir al golpe.

Ante esta situación, el nuevo gobernador civil, Luis García Ruiz, de inmediato, actuó con contundencia, deteniendo y amenazando de muerte a los promotores de la huelga. Pese a ello, y aun después de que el recién proclamado comandante militar de Balears Manuel Goded declarase el estado de guerra en las islas y asumiera el control absoluto de Mallorca y Eivissa, los ferroviarios lograron mantener la protesta durante varios días aprovechando el peso estratégico que tenían en el transporte, tal como recuerda Molina.


Varios trabajadores durante la construcción de un túnel en las vías que comunicaban el municipio de Inca con Sa Pobla y Manacor

La represión en Mallorca fue inmediata y brutal -con el ejército y la Guardia Civil rápidamente alineados con los sublevados-, pero durante dos días los ferroviarios mantuvieron su pulso, resistiéndose a volver al trabajo y mostrando que, pese al aislamiento de la isla, su voluntad pasaba por plantar cara al fascismo. Los huelguistas, sin embargo, comenzaron a ser fuertemente presionados por el general García Ruiz, que desde la prensa local arengaba a los trabajadores a retomar el servicio “en beneficio del público y de ellos mismos”. Las detenciones y las represalias comenzaron a sucederse, con especial dureza contra quienes habían tenido responsabilidades sindicales en los meses anteriores, como los ferroviarios ligados a UGT. La presión militar acabó siendo insostenible: la presencia de soldados en la estación de Palma y en los depósitos de tranvías disuadió a muchos trabajadores de continuar el paro y la circulación de trenes volvió de forma progresiva a la ‘normalidad’.

La mayoría de los huelguistas fueron depurados, encarcelados o asesinados. Lo que comenzó como un acto de resistencia colectiva en defensa de la República se convirtió en el pretexto para llevar a cabo una ola de persecución política y de aniquilación de buena parte del movimiento obrero ferroviario mallorquín. Las autoridades militares abrieron expedientes contra todos aquellos que no se presentaron en sus puestos los días 20 y 21 de julio, investigando incluso a quienes se habían ausentado por miedo o inseguridad.

La mayoría de los huelguistas fueron depurados, encarcelados o asesinados. Lo que comenzó como un acto de resistencia colectiva en defensa de la República se convirtió en el pretexto para llevar a cabo una ola de persecución política y de aniquilación de buena parte del movimiento obrero ferroviario mallorquín

El líder sindical Miquel Femenias Mas, presidente del Consejo Obrero Ferroviario de Mallorca, fue asesinado por los golpistas en 1936. Ese mismo año, los sublevados también quitaron la vida al administrativo ferroviario Antoni Tomàs Prats, perteneciente al Partido Socialista y quien había sido jugador de fútbol con el equipo Alfonso XIII: la noche del 9 al 10 de agosto de ese año lo mataron a tiros en la carretera de Sóller.


Fotografía aérea de Palma a finales de los años cincuenta, con las vías de tren que comunicaban con el puerto

Las depuraciones se formalizaron en expedientes judiciales. El juez especial Francisco de Bonilla certificó en septiembre de 1936 que de los 713 agentes con los que contaba la Compañía de Ferrocarriles de Mallorca a 31 julio de 1936, fueron despedidos 58, mientras que 94 fueron “corregidos con apercibimiento de expulsión”. Según el historiador David Ginard, las depuraciones continuaron: solo en el apéndice de Memòria Civil figuran un total de 206 ferroviarios depurados, entre los trabajadores del ferrocarril y los del tranvía.

Una historia silenciada durante décadas

Mientras tanto, la circulación de trenes se convirtió durante la guerra en un elemento esencial para sostener la retaguardia y, tras cada combate, se trabajaba con urgencia para restablecer las comunicaciones. Junto a ello, se construyó una compleja red de refugios subterráneos y el subsuelo de la estación de Palma se convirtió en un laberinto de galerías destinadas a garantizar la resistencia ante los ataques aéreos. El túnel de la línea que unía el centro de la ciudad con el puerto se erigió en el mayor refugio antiaéreo de la ciudad, mientras que otros espacios, como el Pont d’Inca, fueron reforzados ante la amenaza de ataques por su proximidad a instalaciones militares.

La circulación de trenes se convirtió durante la guerra en un elemento esencial para sostener la retaguardia y, tras cada combate, se trabajaba con urgencia para restablecer las comunicaciones. Junto a ello, se construyó una compleja red de refugios subterráneos para garantizar la resistencia ante los ataques aéreos

La propia contienda y la escasez de combustibles dieron un respiro temporal al sector y, durante los años que se prolongaron el conflicto y la posguerra, la situación del ferrocarril mejoró gracias a la limitación de los vehículos de motor, recuperando el volumen de mercancías e incluso el número de viajeros.

Durante décadas, la memoria de los trabajadores del ferrocarril quedó soterrada. El relato oficial hablaba de la “normalización” del servicio ferroviario tras el golpe, pero omitía que esa normalidad se construyó sobre despidos, cárceles y sangre. La historia de cómo los trabajadores del tren se organizaron para defender la legalidad republicana y se atrevieron a desafiar al fascismo apenas circuló en ámbitos familiares y sindicales. Solo las investigaciones posteriores han permitido recuperar parte de esa memoria. Aunque los ferroviarios de Mallorca no pudieron con su huelga evitar la consolidación del fascismo en la isla, su gesto fue mucho más que un acto fallido: con su protesta demostraron que, incluso en uno de los territorios más controlados por los golpistas, hubo quienes estuvieron dispuestos a jugarse todo por la democracia y por la República.