Los secretos de ‘El cautivo’: Amenábar analiza cuatro escenas de su nueva película sobre Cervantes

Los secretos de ‘El cautivo’: Amenábar analiza cuatro escenas de su nueva película sobre Cervantes

El director visita la redacción de elDiario.es para analizar las claves de su filme sobre el escritor de ‘El Quijote’ que triunfa en la taquilla

Alejandro Amenábar: “En 30 años no había hecho una película de temática homosexual. Esta era la historia perfecta”

Da igual que hable de Hipatia de Alejandría, de Miguel de Unamuno o del mismísimo Cervantes. Las películas de Alejandro Amenábar acaban sintiéndose siempre proyectos tremendamente personales para el director. Aunque acaben envueltas en una producción de época, hablan de los temas que le preocupan y del presente en el que se estrenan. Hay un claro ‘sello Amenábar’ que ha desarrollado desde que arrasara con Tesis hasta El Cautivo, su última película recién estrenada en cines y que ya roza los tres millones de euros en la taquilla. 

Con El Cautivo aborda la figura del escritor español más importante de la historia, pero lo hace centrándose en su cautiverio en Argel y hablando de un tema que ha escocido a los más puristas, a aquellos a los que no se les puede tocar los símbolos de españolidad. Aborda la identidad de Cervantes, y eso abarca su identidad sexual, su identidad como escritor y hasta su identidad política.

Lo hace con un mecanismo en el que realidad y ficción se mezclan, porque El Cautivo, y aquí otro vínculo con el propio Amenábar, habla del poder de contar historias. Amenábar las cuenta como nadie, y tiene en su cabeza las películas tan claras que es capaz de contar cada detalle detrás de estos cuatro momentos del filme que analiza en este Anatomía de una escena.

Una llegada en plano secuencia

Alejandro Amenábar ha elegido una de las primeras escenas de la película, en la que su idea es “sumergir a los espectadores en una venta de esclavos”, pero hacerlo “cambiando las tornas y que sean los cristianos los que son vendidos”. Una de las “ironías” con las que asegura que le gusta jugar en su cine. Esta escena tiene una novedad para él, y es que aunque no es “amigo de los planos secuencia” porque los considera “un ejercicio de alarde” —y porque Spielberg no suele hacerlos—, aquí junto a su director de fotografía, Álex Catalán, decidieron apostar por uno… con truco. El director cuentas los detalles de ese plano secuencia, entre ellos la apuesta por una técnica parecida a la steady y para la que acude al comodín de la llamada para recordar su nombre.

Todo ello realizado en un “calendario de rodaje apretadísimo” y en una escena que fue planteada para rodar en un día, aunque su productor, Fernando Bovaira, le avisó de que se tardaría más en hacerla. Finalmente, fue un día y medio, y para ello tuvo que sacrificar una segunda parte de la escena en la que había un combate de boxeo entre dos esclavos. Para esta escena todo el mundo sudó, y quizás sea el momento en el que más ha sudado como director, “pero con cierta placidez”. Aunque como cineasta disfruta de que a todos les tiemblen las piernas juntos.

En la mano (de Cervantes) está la clave

Esta escena es “clave para entender a Cervantes y entender la película”, dice Amenábar. De hecho, esta era una de las que daban a los actores que aspiraban a ser el protagonista del filme durante los castings, porque este es el momento en el que Cervantes “empieza a revelarse como el gran contador de historias”. Para el director, el escritor es una especie de “mago” con el don de atraer la atención de la gente cuando cuenta sus historias. Para entender a qué se refería, Amenábar le puso a Julio Peña un ejemplo sorprendente que él explica… Íker Jiménez.

Una de las decisiones más importantes de la película era cómo dar a conocer al espectador cuando lo que veía era una historia contada por Cervantes o lo que le ocurre realmente al personaje. Normalmente, un director hubiera optado por diferenciar ambas estéticamente. Una saturada y otra no, usar un formato diferente… Amenábar decidió que no iba a haber una diferencia estética, porque a veces iba a jugar a confundir, pero iba a dar una clave que siempre diera la respuesta… la mano de Cervantes, que en la ficción representada se mueve libremente.

Una escapada de libertad

La primer salida al exterior de Miguel de Cervantes fue planteada por Amenábar como “un giro visual”. Hasta ese momento se ha visto un mundo “terrible, un campo de concentración”. En cuanto el protagonista pisa las calles de Argel, entra “el color y la música”. En este momento concreto no es la que ha compuesto el propio cineasta para su filme, sino la de un grupo de rock argelino para mostrar “lo moderno y chocante que podía ser la Argel del siglo XVI”.

Una escena donde hay hombres esculturales, jenízaros y un montón de detalles que han surgido del proceso de documentación, especialmente del libro de Antonio de Sosa, Topografía e historia general de Argel. A Cervantes le estalla la cabeza cuando ve, también, a hombres manifestando su identidad sexual de manera libre por las calles, y al ver que “la cultura del enemigo tiene cosas buenas”. También aparece uno de los pocos caprichos del director… “la única mona que rueda en España”.

Comerse a Tejero

Esta fue la primera escena de El cautivo que se rodó, y Amenábar la ha elegido porque cree que es donde por fin vemos a ese Cervantes “seguro de sí mismo”. También era muy importante para Julio Peña, porque era su primera escena. “Cuando empiezas a rodar, supuestamente no te has olvidado de cómo se lleva la bicicleta, pero siempre sientes el vértigo”, confiesa.

La escena es un duelo interpretativo en el que los actores debían ir a comerse el uno al otro. Tejero salió a comerle el plano, y en el equipo surgieron dudas en torno a la elección del protagonista. Pero Amenábar lo tenía clarísimo. Les pidió un poco de paciencia, le dio tres indicaciones al actor y metió un pequeño cambio de texto. Y lo clavó. “Nos dimos cuenta de que se había tragado al personaje y que tenía las herramientas para darlo todo”, añade. De hecho, al final, Julio Peña se come la escena… literalmente.

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