
¿Qué harías si tu hija se metiera a monja? Alauda Ruiz de Azúa dinamita los lazos familiares en ‘Los domingos’
La directora convence con su segunda película, un análisis de las relaciones de una familia que se tensan cuando una menor decide entrar en un convento
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Cuando Cinco Lobitos, el debut de Alauda Ruiz de Azúa, se convirtió en un éxito —Goya a la Mejor dirección novel incluido—, sus productoras le preguntaron si tenía alguna historia en el tintero que le apeteciera contar. Se acordó de una que llevaba apuntada en un bloc de notas desde hacía años. Desde que, siendo una joven de familia laica, descubrió la historia de una joven de su entorno que sintió una repentina vocación religiosa. Le pareció “misterioso” y, básicamente, una decisión que implicaba “una renuncia”. Pero la fascinación que provocó aquella anécdota se quedó ahí. En el fondo del subconsciente y en el fondo de ese cuaderno de ideas que muchos cineastas tienen siempre a mano para cuando surge una posible inspiración.
Al proponer la idea se desencadenó un debate en el que, dependiendo de si habían tenido una educación religiosa o no, se posicionaban en diferentes lados del tablero. La cineasta se dio cuenta de que una decisión tan pequeña podía desencadenar algo muy grande y fue ahí cuando también vio que el punto de vista desde el que abordar aquella historia era el de los lazos familiares.
El resultado es Los domingos, una película —presentada en el Festival de San Sebastián, donde compite y apunta a la Concha de Oro— que vuelve a demostrar su brillantez como guionista (que ya se vio en la excelente serie Querer) que disfruta en la austeridad y la ambigüedad. Alauda Ruiz de Azúa no da soluciones y plantea muchas preguntas. La decisión de una joven menor, que debería elegir carrera para ir a la universidad y elige un convento de clausura, enfrenta las posiciones de su padre, que deja que haga lo que quiera, y la de su tía, una sobresaliente Patricia López Arnaiz, que se da contra la pared constantemente en su intento de convencerles de que esa decisión no es libre, sino un proceso de gota china hecho durante años en un colegio religioso.
Considera que es la película más compleja que ha hecho, porque ha intentado analizar cómo los adultos que acompañan a una menor pueden influir o no en sus decisiones. También cómo los lazos familiares son muchas veces mantenidos por tradición cuando en ocasiones no hay nada que les una realmente. Y cómo la coherencia llevada hasta el final puede implicar, en esta sociedad, ser señalada como excesiva.
También la considera la más difícil porque, como siempre en sus obras, ha intentado no juzgar a ningún personaje para que el espectador saque sus propias conclusiones. “Para ello tenía que intentar mostrar todos los puntos de vista y ser muy extrema con esos puntos de vista. Es verdad que es muy difícil, porque para mí ha sido mucho más sencillo escribir el personaje de Maite —la tía que no entiende la decisión—, que me es mucho más cercano y lo entiendo, que el de Ainara —la joven que decide ser monja— o que el del padre o que el de Nagore Aramburu, que hace de monja tras protagonizar con ella Querer—. Pero he hecho un ejercicio de profundidad, de ver sus motivaciones a través de un juego de espejos y de rimas”, explica de su propuesta.
Se anticipa a aquellos que puedan ver al personaje de Maite como la mala de la película, como una persona a la que acusan con ese tópico machista de que pierde la razón con las formas. “Representa el mundo de los no creyentes, y cuando no se tiene una creencia tan férrea como la gente religiosa, el mundo es más complicado, más duro, porque hay menos consuelo y más incertidumbre, mientras que en el mundo religioso todo está muy ordenado, hay códigos y rituales muy claros”, añade.
Cuando no se tiene una creencia tan férrea como la gente religiosa el mundo es más complicado porque hay más incertidumbre. En el mundo religioso todo está ordenado, hay códigos y rituales claros
A través de todo ello llega al centro de su película, porque todo aquello termina siendo “una historia de una ruptura familiar”. “La película explora lo difícil que es romper con la familia: incluso aunque la familia no funcione, aunque haya diferencias, romper con el núcleo familiar es muy difícil. ¿Qué tiene que pasar para que lleguemos a ese punto?”, subraya Ruiz de Azúa, que realizó un proceso de documentación para entender qué tipo de jóvenes solían tomar una decisión así en la actualidad. Un proceso que suele comenzar cuando son menores y que ella retrata con certeza, mostrando esos religiosos jóvenes que hacen de la dulzura un gancho para adolescentes, que encuentran en ellos un consuelo.
Una de las claves de Los domingos era encontrar a Ainara. Alaúda Ruiz de Azúa quería un rostro desconocido y comenzó un casting extenso hasta que dio con la debutante Blanca Soroa, que ilumina la pantalla con esa mezcla de inocencia y decisión. “Según la vimos, ya tenía como una luz muy especial, porque ella tiene algo como de cuadro de Vermeer que ya me activaba algo a nivel de imaginario. Muy virginal. Me evocaba cierto misterio, y eso era muy interesante para el personaje. Una vez que me puse a trabajar con ella me di cuenta de que tenía la sensibilidad para hacer de una chica de 17 años compleja”, asegura la directora.
Blanca Soroa y Patricia López Arnaiz, protagonistas de ‘Los domingos’
Blanca Soroa se enfrenta a un montón de primeras veces. Es su primer papel, su primer Festival de San Sebastián y son sus primeras entrevistas para defender su papel. Por eso agradece que esté a su lado Patricia López Arnaiz. El casting le llegó “de sorpresa”. Eva Leira y Yolanda Serrano, las directoras de casting más conocidas del cine español, recorrieron todos los colegios de Vizcaya haciendo pruebas. Soroa se presentó sin saber los detalles del personaje. De hecho, pensaba que sería para ser extra en el filme. Se presentó como un juego y al final terminó haciendo siete pruebas, las últimas de más de dos horas.
No le costó entender a su personaje. “Absolutamente nada, y eso que tenemos cosas muy diferentes. Me han dicho que se me da bien entender y olvidarme de mis creencias o mis pensamientos para centrarme en el personaje. No ha sido complicado entenderlo, la verdad”, dice con sinceridad y esa luz que desprende en la pantalla.
Ahora le toca tomar una decisión no tan complicada como la de su personaje, pero sí importante. Después de probar las mieles de la interpretación quiere ser actriz, pero hasta hace unos meses le parecía algo tan complicado “como ser astronauta o ir a la luna, algo que hacen muy pocos”. Por eso en su cabeza la opción de estudiar Medicina era la que había cobrado fuerza. Dentro de unos meses tendrá que decidir qué carrera quiere estudiar. No es tan radical como meterse a monja de clausura, pero su decisión también puede cambiar su vida para siempre.