
Un millón de votos
La política en España se desplaza de lo económico a lo cultural, y el futuro del PP dependerá de si logra dar una respuesta propia o queda subordinado a la agenda de Vox
Un millón: esa es la cifra que ha encendido las alarmas en Génova este septiembre. Es el volumen récord de fugas del PP hacia Vox que anticipan muchas de las encuestas más recientes, y todo indica que sigue creciendo. Ese millón no es una cifra cualquiera: apunta a un cambio crucial en las dinámicas políticas de nuestro país, refuerza a Vox en su línea cada vez más xenófoba y expone al PP a divisiones internas sobre cómo responder al desafío.
Para entender este aumento de fugas conviene mirar sobre todo al propio Vox, un partido que durante años apareció desorientado e incapaz de traducir en estrategia el ideario de la derecha radical populista. Dominaban la teoría, tenían el manual del “how-to-do-it”, pero su obsesión por convertirse en el ala dura del PP les impedía consolidar un espacio propio. Desde hace un tiempo, sin embargo, han aprendido a tocar la música sin desafinar tanto. A ello se suma la ola xenófoba que atraviesa Cataluña —donde Aliança Catalana ha sabido articular con precisión el recetario de las extremas derechas europeas—. La derecha radical, que parecía sorprendentemente gripada en el ecosistema político español, empieza a encontrar su sitio.
Ese millón de votos coloca al PP en una encrucijada. No es el primer partido conservador que se enfrenta a esta situación. Es el dilema actual de las derechas tradicionales: confrontar a las nuevas formaciones populistas —incluso mediante un cordón sanitario— o asimilar parte de su discurso nativista y populista para competir en el mismo terreno. La dirección nacional transmite todavía desconcierto, pero la corriente de Isabel Díaz Ayuso ya ha apostado abiertamente por la segunda vía. Las experiencias comparables en Europa muestran hasta qué punto la situación del PP es crítica y cómo está en juego su identidad como partido conservador mainstream.
El vuelco reciente se aprecia con nitidez en los datos del CIS sobre lealtad y fugas de voto (véase el gráfico 1). Al inicio de la legislatura, el PP vivía un momento cómodo: más del 80 % de sus votantes aseguraban que repetirían su apoyo y las fugas hacia Vox apenas superaban el 5 %. Vox, en cambio, sufría el problema inverso: su lealtad apenas alcanzaba el 70 % y uno de cada cinco votantes admitía que, en caso de repetición electoral, se pasaría al PP. Eran meses en los que los analistas hablábamos de un partido gripado, incapaz de capitalizar su ventana de oportunidad.
Gráfico 1: Lealtad y fugas a VOX
Ese panorama se ha invertido desde el verano. Las últimas encuestas confirman lo que hace unos meses parecía improbable: hoy el PP sufre la misma fragilidad que padecía Vox a inicios de la legislatura, mientras que la formación de Abascal ha consolidado su base y ha minimizado las fugas al encontrar un terreno cómodo en el nacionalpopulismo. El gráfico ofrece una imagen clara de la política española actual: un PP nervioso, desorientado y obligado a decidir en qué dirección moverse —una encrucijada que ya han vivido otras derechas tradicionales, como el Partido Republicano en EE. UU. o los conservadores británicos—, frente a un Vox que se afianza en el terreno nacionalpopulista, desplazando su nacionalismo del eje catalán hacia la inmigración y alineándose así con los discursos que marcan tendencia en Europa.
¿Quiénes son ese millón de votos?
¿Qué perfil tienen los votantes que se están yendo del PP a Vox? Mis análisis, a partir de los datos en abierto de 40dB para El País, apuntan a dos claves: la edad (gráfico 2) y las batallas culturales (gráfico 3).
En primer lugar, los datos confirman lo que la prensa ha señalado en las últimas semanas: el empuje de Vox se alimenta sobre todo del votante joven. Es en este segmento donde la propensión a abandonar al PP es más alta. No es extraño: los jóvenes suelen tener vínculos de lealtad más débiles con los partidos y, por tanto, mayor facilidad para cambiar de voto. Pero la explicación probablemente no se agota ahí.
Gráfico 2: Fugas del PP a VOX según edad y clase social
En segundo lugar, las fugas tienen anclaje en la disputa cultural. No es la economía lo que explica las deserciones, sino los debates sobre inmigración, feminismo e igualdad de género. Allí donde la inmigración se percibe como la prioridad, la probabilidad de abandonar al PP y recalar en Vox se dispara. Lo mismo ocurre con quienes rechazan la agenda de igualdad: se sienten más cómodos en el marco cultural que Vox ofrece que en el terreno económico. Ese millón de votos es, sobre todo, un millón movilizado por la batalla cultural.
Gráfico 3: Figas del PP a VOX por batalla cultural
Finalmente, Vox mantiene como asignatura pendiente una mayor capacidad de atracción de los trabajadores manuales, algo que Aliança Catalana sí está logrando con notable eficacia. En el caso de las fugas del PP a Vox, la clase social no resulta determinante, aunque se observa una sobrerrepresentación de los trabajadores rutinarios no manuales, un patrón poco habitual en la extrema derecha europea.
En definitiva, ese millón de votos revela hasta qué punto la disputa política en España se está desplazando del terreno económico al cultural. El futuro del PP dependerá de si es capaz de ofrecer una respuesta propia a ese cambio o si queda atrapado en la agenda que Vox ya empieza a manejar con creciente soltura.
___
Nota metodológica: para analizar el perfil de fugas del PP a Vox se ha usados datos en abierto de 40dB para El País. Los potenciales desertores del PP se han caracterizado como aquellos encuestados que votaron al PP en 2023 pero que declaran ahora tener una probabilidad alta (de 7 o más sobre 10) de votar a Vox.