
Los diez días en los que el pintor Urbano Lugrís inundó de onirismo marítimo la Casa do Pescador de Malpica
Vecinos y la Asociación para a Defensa do Patrimonio Cultural Galego piden a las autoridades protección para «un conjunto artístico único» deterioriado por el paso del tiempo y la humedad y que reúne pintura, muebles o vidirieras realizados por el artista en 1956
Hemeroteca – Las administraciones proponen restaurar y exponer ‘in situ’ los murales de Lugrís en un edificio en ruinas de A Coruña
La leyenda cuenta que, a menudo, pintaba murales solo a cambio de manutención, sólida y líquida. Su rastro en tabernas y bares de algunas ciudades gallegas lo certifica. Pero no fue ese el caso de su trabajo en la Casa do Pescador de Malpica. Corría entonces el año 1956 y el pintor Urbano Lugrís recibió 18.000 pesetas y la comida durante tres meses a cambio de inundar el inmueble de la cofradía con su onirismo marítimo. El artista, dueño de un inconfundible y singularísimo mundo propio, dejó en Malpica siete cuadros, tres trípticos y el diseño de mesas, puertas, lámparas y vidrieras. Santos sin rostro, ballenas atemporales, fondos marinos y paisajes lunares, geometrías imposibles. Vecinos y la Asociación para a Defensa do Patrimonio Cultural Galego (Apatrigal) solicitan ahora de las autoridades competentes la restauración de materiales gastados por el paso del tiempo y una garantía de conservación en condiciones adecuadas, siempre en su lugar original.
Xurxo Alfeirán, profesor jubilado natural de Malpica, ha reconstruido la historia de la intervención de Lugrís en la Casa do Pescador. Tenía tres años cuando el pintor, de 48, llegó a la localidad de la abrupta costa de Bergantiños. “No lo conocí en persona, pero sí a través de familiares que lo trataron”, explica a elDiario.es. El retrato que le transmitieron encajaba con la leyenda. Los dos primeros meses –largos– de su estancia en Malpica los dedicó Urbano Lugrís a “vivir bien”: “Era bebedor, tertuliano, muy lector”. El dolce far niente fue también su método para documentarse, conocer el pueblo y su mitología. El alimento de su arte.
Naíf y surrealista
Las casas de pescadores se construyeron durante los años 50. Parte del tibio paternalismo del régimen franquista a través del Instituto Social de la Marina, sus proyectos incluían una partida para decoración. A Urbano Lugrís le había tocado trabajar en la de Pontedeume. Pero el patrón de la cofradía de Malpica era amigo de viejo y se las arregló para que Lugrís recalase en Bergantiños. “Estuvo tres meses pero pintó todo en los últimos diez días”, relata Alfeirán. Cinco cuadros grandes sobre madera –“Lugrís apenas usaba lienzo”–, dos pequeños que han desaparecido, y los trípticos –dos sobre santos y uno de tema marinero.
‘As Illas Sisargas’, uno de los cuadros de Urbano Lugrís para la Casa do Pescador de Malpica (Bergantiños, A Coruña)
Fueron precisamente los santos de la Casa do Pescador de Malpica uno de los elementos diferenciales respecto a otras obras de Lugrís: sus cabezas no tienen cara. Lo que, de entrada, era una decisión compatible con su trazo a un tiempo naíf y surrealista, escondía en realidad una explicación más prosaica. “Lugrís no les había puesto rostro, decía, porque no había tenido ocasión de conocerlos y a un santo se le reconoce por sus atributos. En realidad es que apuró tanto que no le dio tiempo a rematarlos”, aduce divertido el profesor. Geométricas pero primitivistas, misteriosas y familiares, con cierto a De Chirico, las piezas para la Casa do Pescador de Malpica –inaugurada tres veces: por el ISM, por el ministro de la dictadura Fraga Iribarne y por el propio Franco– cumplen con su poética de la ensoñación.
Alfeirán bautizó los cinco tablones de madera que se guardan en el primer piso del edificio: Balea de Lugrís, O mar é mantenza, As illas Sisargas, Cantil e rosa dos ventos y Fondo Mariño. A cidade asulagada de Galilea nos baixos de Baldaio. Los trípticos dedicados al santoral retratan, respectivamente, a San Telmo, Santa Mariña y San Brandán, y a tres de los santos con más devoción en la villa: San Hadrián, San Xulián y la Virxe do Carme. Por el tríptico marítimo desfilan hipocampos, soles que son lunas, fragmentos de roca y gaviotas, un monte en rodajas.
Ningún otro lugar de acceso público ofrece una muestra así del extraño universo de uno de los principales artistas gallegos del XX. Nacido en A Coruña en 1908, republicano y galleguista antes de la Guerra Civil, el arte le sirvió de refugio tras el golpe fascista. De vida bohemia, pintó en bares y tabernas, en sanatorios y hoteles, en iglesias y –uno de los episodios más controvertidos de su biografía– el yate del dictador. Aseguraba que había usado materiales con gases venenosos, eso sí. Murió en Vigo en 1973. Su hijo también fue pintor.
Los dos trípticos sobre santos que pintó Urbano Lugrís para la Casa do Pescador de Malpica (Bergantiños, A Coruña)
El artista en su contexto
Las siete décadas transcurridas desde que Lugrís se encerró en la Casa do Pescador de Malpica y alumbró nuevos fragmentos de su mundo onírico y metafísico no han, sin embargo, pasado en balde. “La pintura ha perdido sus tonalidades, sobre todo las azules”, cuenta Alfeirán, “está deteriorada”. Aunque restaurados en los años 80 –Alfeirán era concejal–, los cuadros necesitan otra reparación. La humedad de la estancia que los alberga es elevada y la condensación llega a provocar que el agua chorree por las piezas. “Hay que protegerlos de alguna forma. Y también es necesario revisar el estado del mobiliario que diseñó”, indica. Los muebles están en el bar de la misma Casa o Pescador. Que ocupa el mismo solar que, en los siglos XVI y XVII, se utilizaba para despiezar ballenas.
Apatrigal ha dirigido cartas a la Consellería de Cultura de la Xunta de Galicia, al Concello de Malpica y a la cofradía de pescadores –la propietaria de las obras– para exigir cuidado y protección con el legado de Urbano Lugrís. “Somos conscientes de que la Casa do Pescador no reúne condiciones museísticas estrictas”, dice la misiva dirigida a Cultura, “sin embargo, su ubicación entre los marineros y la comunidad local añade un valor inmaterial de gran relevancia: Lugrís sigue presente en su propio contexto vital”. “Es un conjunto artístico único que debe mantenerse y de ninguna manera ser trasladado a otro edificio”, dice. Pero, expone el presidente de la asociación, Carlos Henrique Fernández Coto, a elDiario.es, “debe cuidarse como obras de arte y no como simple decoración. Entendemos que la cofradía no es responsable. Convive con las obras con naturalidad y sin apoyo técnico”. Lo merece, concluye Fernández Coto, “un hombre que pintó lo que nosotros soñamos y que a menudo va más allá incluso de lo que soñamos”.
Mesas y sillas diseñadas por el pintor Urbano Lugrís para la Casa do Pescador de Maplicia (Bergantiños, A Coruña)