Un dermatólogo explica por qué es tan importante usar protección solar en otoño: “Se debe ajustar a nuestras actividades»

Un dermatólogo explica por qué es tan importante usar protección solar en otoño: “Se debe ajustar a nuestras actividades»

El sol no descansa con la bajada de temperaturas y, aunque la radiación es menos intensa y vamos más tapados, sigue causando efectos en nuestra piel

Las recomendaciones de un dermatólogo para cuidar la piel en verano: “Es un error usar solo protección solar en la playa”

A medida que los días se acortan y se hacen más fríos y oscuros, tendemos a guardar el protector solar junto a los bañadores y las sandalias. Sin embargo, la relación de nuestra piel con el sol no termina cuando llega el invierno. La radiación solar, invisible a nuestros ojos pero constante a lo largo de todo el año, mantiene su capacidad de dañar nuestra piel incluso en los días más fríos y nublados.

La exposición a la radiación ultravioleta (UV) genera en nuestra piel un daño acumulativo que comienza desde la infancia y cuyas consecuencias pueden manifestarse muchos años después. Este proceso no se limita a las quemaduras solares durante el verano, sino que incluye alteraciones a nivel celular por los daños acumulados de la exposición al sol, y que cambian la estructura y la función de las células de nuestra piel.

La radiación UV se divide principalmente en rayos UVB, responsables del enrojecimiento y las quemaduras solares, y los rayos UVA, que penetran más profundamente en la piel y están directamente relacionados con el fotoenvejecimiento. Ambos tipos de radiación pueden dañar el ADN de las células cutáneas, lo que aumenta el riesgo de desarrollar cáncer de piel. 

“En verano, el uso del fotoprotector diario, de 50+ y repetido, está fuera de toda duda”, corrobora el dermatólogo Santiago Vidal Asensi, de la clínica Dermogalénica. “En mi consulta suelo insistir también en el uso de ropa técnica adecuada y en la fotoprotección oral, en la que España es líder mundial”.

Pero más allá del daño y el riesgo de cáncer, el sol, con el tiempo, nos da una apariencia envejecida. La exposición solar acelera la degradación del colágeno y la elastina, las proteínas responsables de la firmeza y elasticidad de la piel. Sin estas proteínas, aparecen más arrugas profundas, flacidez, textura áspera y manchas de pigmentación. De hecho, se calcula que el sol causa hasta el 90% de los cambios visibles en la piel comúnmente atribuidos al envejecimiento natural.

Es cierto que durante el verano, la intensidad de la radiación UV alcanza sus máximos, haciendo más evidente la necesidad de protección. Las quemaduras solares son una advertencia que sentimos inmediatamente. Sin embargo, este daño visible concentrado es solo la punta del iceberg de un proceso mucho más profundo que continúa incluso cuando el sol “es menos fuerte”.

El fotoenvejecimiento no entiende de estaciones

La amenaza del fotoenvejecimiento persiste durante el invierno de un modo que a menudo pasa desapercibido. La radiación solar no disminuye tanto en intensidad durante los meses de otoño e invierno. Esta radiación de los meses fríos es suficiente para generar daño oxidativo y acelerar los procesos de envejecimiento cutáneo.

“Cuando acaba el verano, nos quedan diez u once meses hasta el próximo verano. Aunque a diario la exposición sea mucho menor, también son muchos meses”, explica el doctor Vidal. “En esos meses, la fotoprotección se debe ajustar a las actividades que hagamos al aire libre”, añade.

Las nubes, lejos de ofrecer una protección completa, reducen solo mínimamente los niveles de rayos ultravioleta. Los rayos UVA, principales responsables del envejecimiento prematuro, mantienen una intensidad relativamente estable durante todo el año y tienen la capacidad de atravesar tanto las nubes como los cristales de ventanas y vehículos. Esto significa que estamos expuestos a esta radiación incluso cuando estamos en interiores o conduciendo.

La nieve representa un factor de riesgo particular, ya que puede reflejar hasta un 90% de los rayos UV, casi duplicando la exposición. Este efecto es relevante en zonas de montaña, donde actividades invernales como los deportes de nieve o las caminatas por la montaña exponen nuestra piel a condiciones tan exigente o más que un día de playa en verano.

Proteger las pieles sensibles en invierno

La población española presenta predominantemente fototipos II y III en la escala de Fitzpatrick, eso quiere decir piel pálida que se quema inicialmente al sol, pero que también puede ponerse morena. Estos fototipos son particularmente propensos a desarrollar hiperpigmentación y manchas solares inducidas no solo por la radiación UV, sino también por la luz visible. El daño solar acumulativo en estas pieles se manifiesta con frecuencia como manchas por edad y un deterioro progresivo de la textura y firmeza de la piel.

Las tornas están cambiando y la mayoría de las personas en España prefiere protegerse a broncearse, pero el invierno sigue siendo una época olvidada. ¿Qué protección elegir? Depende tanto de la radiación solar exterior como de nuestra piel. “A diario en invierno, en España, para ir a trabajar, es suficiente una fotoprotección de 30. Por comodidad, es recomendable que la lleve incorporada la crema hidratante o el maquillaje por la mañana”, recomienda el doctor Vidal. “Otra cosa son las diferentes actividades deportivas a diario o los fines de semana. En estos casos, aunque haga frío, la fotoprotección debe ser de 50+”. 

En invierno, en lugar de las cremas ligeras del verano, podemos usar protectores con texturas más densas que además protejan nuestra piel, deshidratada por el frío y la calefacción. Para quienes practican deportes de invierno en la nieve, o hacen rutas de montaña, se recomienda aplicar el protector en todas las áreas expuestas, incluyendo orejas, cuello y manos. Hay que tener en cuenta que cuanto mayor es la altitud, mayor es la potencia de los rayos ultravioleta del sol, y más hay que protegerse.

“La sensación de calor en verano nos ayuda a percibir la intensidad de la radiación solar, pero en invierno no tenemos esa referencia”, advierte el doctor Vidal. “Por eso el fotoenvejecimiento es tan intenso en deportes de carrera y montaña. Otros deportes que debemos tener en cuenta son tenis, pádel y, sobre todo, golf y ciclismo, por las exposiciones prolongadas al sol”, añade.

Como ocurre en verano, la aplicación debe realizarse 30 minutos antes de la exposición solar para lograr una óptima efectividad. En el día a día en la ciudad, una aplicación por la mañana suele ser suficiente, pero durante actividades al aire libre prolongadas, como salir a correr o hacer caminatas, es necesario reaplicar cada dos horas, especialmente después de sudar o si hay viento.