
¿Vox puede ganar al PP?
Feijóo y su círculo de confianza prefieren mirar en otra dirección y confiar en que su actual radicalización hacia la derecha frene la sangría de votos hacia Vox. Para el líder del PP no hay más preocupación ni prioridad que esta
Un fantasma recorre los pasillos de la sede del PP. El de que Vox pueda sacar tantos o más votos que el PP en las próximas elecciones generales. Hoy por hoy esa posibilidad parece lejana, pero la tendencia de acercamiento entre ambas formaciones en lo que a intención de voto se refiere es clara y lo es más aún el crecimiento de las expectativas electorales del partido de Abascal. Esto sería la única explicación de la radicalización derechista apresurada y sin precedentes que el PP ha emprendido en las últimas semanas. Y que, salvo sorpresas, debería continuar.
La encuesta que acaba de publicar Antena 3 concluye que en las próximas elecciones generales el PP obtendría 111 escaños, mientras que Vox alcanzaría 74. Esas cifras serían tranquilizadoras para quienes creen que una alianza entre el PP y Vox sería automática y daría con holgura el poder a un gobierno de coalición entre ambos. Otras encuestas abundan en el mismo sentido que el de la cadena televisiva y lo que es más sugerente es que, según algunas fuentes, los sondeos internos del partido de Núñez Feijóo también llegan a resultados similares o incluso más inquietantes.
Los peperos más optimistas recuerdan que también algunas semanas antes de las elecciones de julio de 2023 las encuestas daban un óptimo pronóstico para Vox, pero que a la hora de la verdad, en las urnas, el resultado fue un 30-40% inferior a esos pronósticos. Pero parece que la dirección del partido no confía mucho en la repetición de ese fenómeno y cree, por el contrario, que el ascenso de Vox es ahora más consolidado. De ahí su reacción endureciendo el discurso hasta extremos impensables hasta hace poco.
Sobre el ascenso de la ultraderecha sólo caben algunas consideraciones. Primera, que el partido de Abascal no ha hecho grandes cosas que justifiquen ese éxito, salvo un trabajo sistemático de agitación y propaganda en las redes sociales y el mantenimiento de una posición firme, sin concesiones y cada vez más crítica con el PP en las manifestaciones públicas de sus líderes. Segunda, que esa tarea no podría haber sido tan eficaz como denotan los sondeos sin que, al mismo tiempo, la imagen pública del PP y de su líder no se hubiera ido deteriorando entre su público potencial, particularmente el más joven. Según la encuesta de Antena 3, Vox sería el partido del 50,7% de quienes en las próximas elecciones votarían por primera vez.
Tercera. Que si en la noche electoral Vox obtuviera un resultado como el que apuntan algunos sondeos -y no digamos si este fuera aún mejor, como algunos dirigentes del PP temen que pudiera ocurrir- no estaría ni mucho menos claro que Santiago Abascal y los suyos estuvieran dispuestos a entrar en un gobierno de coalición con Núñez Feijóo y aceptar que este fuera presidente del mismo y que el PP marcara el tono del nuevo gabinete.
Porque resultados tan buenos a favor de Vox indicarían, en primer lugar y sobre todo, que el PP sería un partido claramente a la baja y con muchas posibilidades de entrar en crisis en un plazo más o menos corto. Desde esa perspectiva, lo último que le interesaría a Vox es convertirse en la muleta que sostuviera a un renqueante PP y que evitara su caída. Le sería mucho más rentable mantenerse al margen y esperar el momento en que pudiera convertirse en el protagonista del juego.
No tiene mucho sentido especular ahora sobre qué combinaciones serían posibles en un escenario en el que Vox no quisiera entrar en un gobierno de coalición con el PP. Sí indicar que esa eventualidad es una de las hipótesis que se contempla en algunos ámbitos de la dirección del PP. Sin embargo, el líder y su círculo de confianza prefieren mirar en otra dirección y confiar en que su actual radicalización hacia la derecha frene la sangría de votos hacia Vox. Para Feijóo no hay más preocupación ni prioridad que esta. Lo de insultar a Sánchez y a los suyos queda muy en segundo lugar, a la espera de que algún juez amigo dé al PSOE el golpe que llevan esperando desde hace demasiado tiempo.
Pero cabe una última consideración. La de que este enfrentamiento sin concesiones en el seno de la derecha se pueda volver en su contra. Feijóo no ha tenido que traicionarse a sí mismo asumiendo posiciones más ultramontanas en materia de inmigración o de aborto, entre otras cosas porque seguramente en su fuero interno esas han sido sus creencias de siempre, pero una guerra sin cuartel con las huestes de Santiago Abascal puede volverse en su contra. Aparte de la hipótesis de un fracaso de un gobierno de coalición, la competencia excesiva entre el PP y Vox puede producir una merma de los resultados electorales de ambos contendientes. Y que esa mayoría de la suma que hoy se da por segura se desvanezca. Entre otras cosas porque no está tan lejos de lo que pueden sumar los demás.