La batalla de un millonario cubano y exrepublicano contra las deportaciones de Trump: «No me voy a callar»

La batalla de un millonario cubano y exrepublicano contra las deportaciones de Trump: «No me voy a callar»

El empresario Mike Fernández emplea su poderío económico para hacer campaña en contra de la retórica del presidente de EEUU contra las personas migrantes

Quise defender a un cliente que iba a ser deportado y ahora Trump quiere castigarme como abogado

En las autopistas de Miami han aparecido vallas con mensajes que rompen la monotonía del paisaje publicitario de Florida. “Los grandes líderes sirven, no dominan”, proclama una. Otra lanza un dardo directo contra Donald Trump: “Un dictador en potencia. No en Estados Unidos”.

No anuncian un producto ni una serie de televisión. Cuestionan la coherencia de quienes, siendo hijos o nietos de personas migrantes, apoyan ahora políticas de deportación masiva.

Detrás está Michael (Mike) Fernández, uno de los empresarios más respetados de la ciudad, filántropo y millonario que cumple el arquetipo del “hombre hecho a sí mismo”. Los carteles han sido colocados en las principales intersecciones del sur de Florida, con la intención de que los vean más de dos millones de conductores.

No he gastado nada en comparación con lo que gastaré en adelante

A sus 73 años, Fernández ha decidido gastar millones de dólares en una batalla política y cultural que incomoda a muchos de sus antiguos aliados republicanos. Busca recuperar una narrativa que parece haberse perdido: Miami es una ciudad de migrantes, como lo es el resto de Estados Unidos. “No puedo entender que una sociedad formada por migrantes dé la espalda a otros migrantes solo porque han llegado más tarde”, explica el empresario en una entrevista con elDiario.es. “Creo que hay mucho miedo”, dice.


Ejemplos de los carteles de la campaña financiada por el filántropo Mike Fernández.

Su última campaña de carteles, desplegada desde hace seis meses, apunta directamente a líderes cubano-americanos como el congresista republicano Mario Díaz-Balart, el actual secretario de Estado, Marco Rubio; o la integrante de la Cámara de Representantes María Elvira Salazar. “Son hijos o nietos de migrantes que hoy apoyan deportaciones masivas. Sus ancestros se avergonzarían de ellos”, asegura el empresario. Los mensajes de los carteles son contundentes y directos: “Deportar migrantes es cruel”; “Díaz-Balart, nos traicionaste”; “En una comunidad de migrantes: ¿dónde están las voces para defenderlos?”. Preguntado por cuánto ha invertido en la campaña, Fernández responde: “Nada comparado con lo que gastaré de ahora en adelante”.

De Manzanillo a Manhattan

“Me duele que se nos olvide tan rápido de dónde venimos”, dice. “Yo nací en Manzanillo, Cuba, llegué a México sin papeles y aprendí inglés viendo dibujos animados”, rememora.

Su biografía explica la dimensión personal de esta cruzada. La familia Fernández salió de Cuba tras la expropiación de negocios privados; en su caso, un pequeño negocio que llevaba su padre con la ayuda de solo una persona. Su padre se mostró muy crítico con esta medida y fue declarado persona non grata. El 25 de diciembre de 1964, fueron escoltados por militares fuera de su propia casa y obligados a abandonar la isla. Acabaron en Ciudad de México, donde vivieron en un hotel en el que se alojaban otras familias cubanas. De aquella época conserva una lección: la importancia de la “solidaridad”, explica. “Conocí a un hombre llamado Eugenio que iba cada día al aeropuerto para recibir a los refugiados. Quería que vieran un rostro amable a su llegada. Me dijo que mi principal trabajo en la vida sería cuidar de los demás. Nunca lo olvidé”, evoca.

Tras seis meses, lograron un visado y se trasladaron a Nueva York.

Me duele que se nos olvide tan rápido de dónde venimos

Fernández consiguió una beca para estudiar en el colegio jesuita Xavier High School, en Manhattan. Entre semana, limpiaba jaulas de animales en un hospital psiquiátrico y los fines de semana vendía souvenirs en el Museo de Historia Natural. Su padre trabajaba como cocinero de día y camarero de noche; su madre, en una fábrica. “Tengo algunos malos recuerdos, como cuando intentábamos alquilar un piso y nos miraban con desconfianza y por encima del hombro porque no teníamos historial crediticio”, recuerda, pero matiza: “También muchísimos buenos recuerdos de gestos de empatía y solidaridad: mis primeras botas de nieve me las regaló un camarero mexicano”.

Después estudió en la Universidad de Nuevo México y se alistó en el Ejército estadounidense durante la guerra de Vietnam. En los 70 entró en el sector de los seguros y se labró una fortuna valorada en más de 1.000 millones de dólares. Fundó, compró y vendió una treintena de compañías. “Siempre he compartido los beneficios de las ventas con mi equipo”, asegura. En una de sus últimas operaciones, una aseguradora para personas con VIH que fundó junto a su socio y amigo, el exbaloncestista Magic Johnson, repartió 100 millones de dólares entre sus trabajadores.

El giro al activismo en contra de la detención y deportación de migrantes sin antecedentes penales se produjo hace una década. Conduciendo por Miami vio a un niño en bicicleta chocar contra un coche. El conductor, un hombre latino sin papeles, llamó a la ambulancia y lo acompañó hasta que llegaron los servicios médicos y la policía. Días después, Fernández supo que el hombre había sido detenido y deportado. “Tenía un hijo de siete años que acabó en una familia de acogida. Nunca supe si se reencontraron. Esa injusticia me golpeó. Pensé: esto no tiene sentido”, recuerda.

Cuando caes en manos de las autoridades migratorias es como un agujero negro

Decidió entonces donar cinco millones de dólares para consolidar el IMPAC Fund, un fondo de asistencia legal para migrantes sin antecedentes penales que se enfrentan a la detención y a la deportación. Más tarde se unió a un grupo de defensa de Chicago que tiene unas dimensiones y alcance mucho mayor. “Cuando caes en manos de las autoridades migratorias es como un agujero negro. Pueden pasar meses sin que tu familia sepa dónde estás. Eso no es justicia”, subraya.

De republicano a independiente

Fernández no era un recién llegado a la política. Durante décadas, financió campañas republicanas en Florida: apoyó a Jeb Bush, a Rick Scott y fue uno de los grandes donantes del exsenador y candidato presidencial Mitt Romney. Pero en 2016, con la irrupción de Trump, rompió filas. “No podía aceptar su retórica contra los migrantes, esa crueldad”, señala. “Los migrantes dejan atrás su pasado, sus familias y su lengua materna con la esperanza de una vida mejor, no para robar; por cada migrante que elige el mal camino hay millones de migrantes que levantan el país”, defiende.

Fernández está decidido a cambiar esa retórica: “Algunos familiares no me hablan, algunos amigos me tratan distinto. Pero mi padre me enseñó a defender valores aunque hubiera consecuencias. No me voy a callar”. Ha recibido cartas del equipo legal de Trump pidiéndole que retire los carteles. “La primera llegó en 2016. No me siento intimidado. Seguirán en la calle hasta las elecciones”, promete. También ha recibido algunas amenazas, aunque insiste en que su posición social y empresarial lo blinda frente a intentos de exclusión: “He recibido más invitaciones para hablar ante grupos locales de las que jamás imaginé”.

Filantropía

Fernández ha donado más de 125 millones de dólares a causas educativas y sanitarias. Insiste en que no busca cargos públicos: “No tengo aspiraciones políticas. Mi vida es como un libro y cada día escribo una página. Lo que quiero es dejar un legado y cambiar una narrativa que es cruel e incorrecta. Los migrantes suman, no restan. Si tengo que gastar 30 millones de dólares en esta lucha, lo haré”.

Reivindica con orgullo su identidad: “Soy marrón, como muchos cubanos es probable que tenga sangre africana. Este es un país de migrantes y refugiados. Debemos estar orgullosos: definimos este país, lo levantamos. Italianos, irlandeses, asiáticos… Todos aportaron. Negar eso es dispararse en el pie”.

Para él, la defensa de las personas migrantes no es un debate abstracto, sino una cuestión de memoria y gratitud: “Miami es una ciudad levantada por migrantes. Ellos son nosotros y nosotros fuimos ellos”.

Una batalla cultural en Florida

Florida es un estado clave en las elecciones presidenciales y, a la vez, un campo de batalla cultural. Mientras crece el apoyo a políticas restrictivas, Fernández financia mensajes que buscan reabrir un debate incómodo: ¿qué significa ser migrante en un país construido por migrantes? ¿Qué sentido tiene que los descendientes de migrantes renieguen de sus orígenes?

En sus vallas, en sus discursos y en su biografía, Fernández repite la misma idea: “Debemos tender la mano al que viene detrás, como nos la tendieron a nosotros”. Y concluye con una advertencia dirigida a sus vecinos de Miami: “Las personas deportadas ya no podrán votar en las próximas elecciones, pero sus familias y sus amigos sí”.