El pueblo sin autobús de ida y vuelta: los vecinos de Luena tienen que hacer noche en Santander

El pueblo sin autobús de ida y vuelta: los vecinos de Luena tienen que hacer noche en Santander

Los usuarios se quejan de que la compañía de transporte les deja tirados en las paradas aunque los autobuses llegan con plazas libres de gente que no cancela sus viajes

El nuevo mapa del transporte: más de 1.400 municipios sin parada de autobús al primar la “viabilidad económica”

El autobús se detuvo en medio de la nada. Una niebla espesa y fría empañaba el paisaje de la cima solitaria del puerto de El Escudo, el más alto de Cantabria. Eran las cinco de la tarde de un día de invierno y no se adivinaban ni los contornos de la cuneta. Los viajeros limpiaban los cristales empañados y miraban con curiosidad al exterior. La puerta delantera se abrió con un fatigoso resoplido y se desplegaron tres escalones. María los bajó con extraordinaria agilidad. Se quedó quieta en la cuneta hasta que el autobús arrancó. Un chico pelirrojo la despedía con la mirada desde el cristal trasero hasta que se hizo diminuto en la distancia. Ella cargó una enorme mochila escolar sobre sus hombros, se subió la capucha, cruzó la carretera envuelta en una tupida bruma, tomó un desvío y se fundió con el gris de la ceniza helada apretando el paso.

María tenía 12 años cuando empezó a hacer ese recorrido. Durante la semana estudiaba en Santander. Los viernes cogía el autobús de Madrid, se bajaba en una improvisada parada intermedia junto al restaurante Casa Cin y caminaba cinco kilómetros hasta su pueblo, Resconorio. Los domingos salía de nuevo al cruce de El Escudo. Ni siquiera hacía falta que levantase la mano: los conductores ya sabían que tenían que parar cuando veían a alguien allí en la cúspide de aquel páramo solitario.

Nunca hubo una marquesina, pero Casa Cin, Casa Ramón y el Hostal Ana Isabel siempre fueron paradas de autobús. Hasta aquel día en que el autobús de Madrid pasó de largo y María ya no pudo volver a casa los fines de semana. Alguien le dio una idea: escribe a Revilla. El televisivo líder regionalista era entonces presidente de Cantabria. María le mandó una carta de papel, con sello. A los nueve días sonó el teléfono. “Soy Miguel Ángel Revilla”, tronó la reconocible voz del político del PRC, que se comprometió a buscar una solución. “Gracias”, respondió ella. “Dámelas cuando te lo haya solucionado”, replicó él. Se entendieron muy bien. Revilla nació en Polaciones, otro valle rural profundo y aislado.

A los pocos días los autobuses volvieron a parar en El Escudo. También es cierto que con escasa demanda, porque Resconorio, escondido entre montañas, no tiene muchos habitantes. Fue una alegría efímera. Han pasado los años y el servicio de transporte público va a peor: se han suprimido paradas y se han reducido las frecuencias. De hecho, en este momento se puede recurrir al singular: hay una al día.

La línea que comunica Santander con Madrid enhebra los pueblos que atraviesa la cicatriz de asfalto de la nacional 623 en Cantabria. Una de las carreteras que penetran en territorio pasiego, el camino natural a Madrid a través de El Escudo, ahora sustituido por la autovía A-67 que pasa por Reinosa.

La Continental hacía el servicio, una ruta que sale a licitación pública, que después ha heredado la compañía Alsa. Un vía crucis de 15 estaciones antes de penetrar en Burgos. Así, va recogiendo pasajeros en Torrelavega, Vargas y Puente Viesgo. Sigue hasta Santa Ana, Aes y Corvera de Toranzo. Su alcaldesa, Mónica Quevedo (PRC), lo aclara: “Es un tema que arrastramos desde hace muchos años: no son rutas rentables a pesar de estar subvencionadas, no interesan económicamente”.

Cillero, Prases, Borleña y otras dos paradas -Villegar y San Vicente de Toranzo- antes de llegar a Ontaneda, desde donde parte otra línea de autobuses a Santander con más servicios. Asciende, a continuación, a Entrambasmestas, La Ventona y la última estación de identidad cántabra: San Miguel de Luena, conocida como Casa Ramón por el reconocido restaurante. “Hasta que un día, sin previo aviso, que es como funciona siempre Alsa, yo misma presencié cómo el autobús pasaba de largo”, afirma Raquel, una pasajera habitual de este trayecto.

La ruta actual del autobús también hace tiempo que pasa de largo por El Escudo y no se detiene hasta Cabaña Virtus. No es la única parada que ha borrado de su recorrido: “Tampoco para en el Hostal Ana Isabel”, se queja Rosa, otra usuaria. Después de mucho insistir a la compañía Alsa respondieron que la parada no existía. Aunque lamentan que es imposible hablar con algún responsable de la empresa. “No hay cabeza visible, es como en Los Ángeles de Charlie”, describe con ingenio Rosa en alusión al mítico jefe invisible de la popular serie televisiva.


Casa Ramón en Luena, el conocido establecimiento donde para el autobús.

Pero el mayor de los inconvenientes son sus escasas frecuencias. Normalmente, solo hay un autobús al día y ni siquiera es de ida y vuelta. Es decir, que un vecino de Luena que necesite ir a una consulta al Hospital Valdecilla o deba hacer alguna gestión en la capital y no disponga de coche tiene que hacer noche en Santander, y viceversa, aunque solo le separan 60 kilómetros. “Vas pero no vuelves”, resume Raquel. Con la excepción de dos días: lunes y viernes en que sale un autobús de Luena a las siete de la mañana y vuelve desde Santander a las siete de la tarde.

La única posibilidad que tienen Raquel y Rosa para ir a su pueblo desde Santander es coger el único autobús diario a las diez y media de la mañana y regresar de Luena a las once y media: supone bajarse de uno y subirse al otro sin más respiro. Por tanto, hay que ir un día y volver al siguiente. “¿Qué pasan con estas zonas despobladas que están en boca de todos?”, pregunta Raquel. La alcaldesa de Corvera reconoce que los horarios son muy malos: “Los vecinos no pueden ir a trabajar en autobús, no coinciden los horarios con la jornada laboral”.

Un grupo de vecinos lleva tiempo, sin éxito alguno, llamando a todas las puertas de Ayuntamiento, Gobierno y empresa concesionaria para reclamar un servicio digno y útil de transporte público. Este verano se ha agudizado el problema con otra circunstancia añadida: los autobuses, si van llenos, pasan de largo: “Dejan a la gente tirada en las paradas de los pueblos, que no había pasado nunca”, denuncia Raquel. Hace unos días una amiga y su cuñada se quedaron en tierra en Casa Ramón y tuvieron que pagar un taxi hasta Ontaneda. Otros vecinos se dan la vuelta y regresan a casa. A lo mejor han caminado cinco kilómetros para coger el autobús que les debe llevar a Santander y tienen que hacer otros tantos de vuelta. “Además del perjuicio que supone que no puedes llegar a tu destino”, matiza Rosa.

Descuentos a jóvenes que repercuten en los mayores

Lo más extraño es que los autobuses no están llenos. Traen plazas vacías. Los usuarios lo atribuyen al Bono Joven que aplica fuertes descuentos del 90% a los chicos entre 18 y 30 años. “Vienen a montones de Madrid, a los conciertos de verano”, explican ambas vecinas. La cuestión es que, según apuntan, se ha hecho habitual comprar billetes a precio muy bajo que luego no necesariamente se utilizan. “Llega con asientos libres, pero a los vecinos de los pueblos no nos dejan subir”, se quejan. “Es cierto”, corrobora la alcaldesa. “Hay gente que espera al autobús y se queda en tierra”.

Así que cuando leen noticias de la empresa presumiendo del éxito de la campaña de descuentos, ellas no pueden más que enfadarse por lo que les toca. Descuentos para los jóvenes y personas mayores tiradas en las paradas, a su juicio, “porque Alsa deja tirada a la gente cuando nunca había pasado, nadie se había quedado en una parada”, argumenta Raquel.

El Bono Joven al que se refieren es una iniciativa que puso en marcha el Gobierno de España para rebajar hasta el 90% el precio del autobús, tren o para Interrail a jóvenes de entre 18 y 30 años. Es el tercer año que se pone en marcha para disfrutar del 1 de julio al 30 de septiembre. En teoría, el Ministerio de Transportes estableció sanciones para quienes utilizasen el bono de manera indebida, por ejemplo, que si finalmente deciden no viajar no cancelen el billete adquirido previamente con una antelación mínima de 24 horas.

Esta iniciativa se suma a otro descuento para todo tipo de viajeros que reduce a la mitad el precio de los billetes. Para cubrir el 20% de esa rebaja el Gobierno de Cantabria ha repartido más de 1,6 millones de euros a las empresas de transporte interurbano por carretera. El 30% restante ha sido aportado por el Ministerio de Transportes y Movilidad Sostenible.

Dificultades de comunicación con la empresa

Le debilidad del servicio de transporte llega hasta el punto de reprender a los pasajeros si pretenden pagar los cinco euros del trayecto con un billete de diez. “La gente de la ciudad no se da cuenta lo que supone vivir en el mundo rural”, subraya Raquel. “En algunas zonas no tienes ni internet o no sabes utilizarlo, los jóvenes compran el billete online, pero para nosotras no es tan fácil si no tenemos a mano una conexión o un nieto para que nos ayude”.

“También tienen que entender que ese transporte para nosotros es una necesidad”, defiende Raquel. Los descuentos en autobús de los jóvenes perjudican a los mayores: “El otro día había ocho asientos libres y nosotras no pudimos subir”, se queja nuevamente.

Pero todo esto, Rosa y Raquel no pueden contárselo a nadie porque es imposible comunicarse con la compañía. En la Estación de Autobuses de Santander hay una única persona en ventanilla, que los fines de semana de agosto ha estado cerrada, para atender a todos: “Al que compra billetes por anticipado, al que pide información… así que llegas a por un billete para el momento y pierdes el autobús haciendo la cola”. “Yo quiero que me atienda una persona”, reclama Rosa.