Superar la adicción al juego y ayudar a que otros no caigan: tres ejemplos de una verdadera apuesta por la vida

Superar la adicción al juego y ayudar a que otros no caigan: tres ejemplos de una verdadera apuesta por la vida

Tres personas que se han enfrentado a la ludopatía cuentan su experiencia después de haber estado a punto de perderlo todo, y coinciden en rechazar ya cualquier tipo de juego, «hasta el billar o el parchís»

‘Apostando por la vida’, el pódcast que recoge el desgarrador testimonio de ocho sevillanos adictos al juego de azar

Nadie que se cruce por una calle de la localidad sevillana de Mairena del Alcor con José María Lorca, un agente de seguros de 42 años, podría pensar, si no le conoce, en el infierno que comenzó en su vida hace seis años cuando empezó a tener contacto con el juego online. Aquello le pudo llevar a la ruina económica y personal pero, con mucho esfuerzo y apoyo de su gente más cercana, consiguió superarlo.

Su historia, como la de muchas personas que están pasando o han pasado por su misma situación, se ha recogido en ‘Apostando por la vida’, el pódcast que recoge el testimonio de ocho sevillanos adictos al juego de azar que han pasado por el tratamiento terapéutico y grupal de Asejer, la Asociación Sevillana de Jugadores de Azar en Rehabilitación. Ahora, en algunos casos, incluso son el ejemplo para los que están intentando salir, convirtiéndose en monitores de las terapias en las que participan.

La historia que cuenta José María a elDiario.es Andalucía comenzó antes de la pandemia, cuando tuvo que coger una baja médica en su trabajo y comenzó a estar en casa muchas horas, demasiadas, de modo que tuvo su primer contacto con los juegos a través del ordenador o el teléfono móvil. Sin darse cuenta, ya era un adicto a esas pantallas. “Llevaba al niño al colegio, y en cuanto llegaba a casa empezaba la rutina de jugar. Toda mi vida comenzó a girar en torno al juego, no quería responsabilidades, no quería llevar al niño al parque…”, y todo lo que buscaba a diario era tiempo para evadirse y jugar al Póker, Blackjack o las tragaperras online.

Fueron dos años “jugando a saco, sin parar”, en los que llegó a perder 100.000 euros. Recuerda que dilapidó 18.000 euros en cinco minutos, en dos partidas de Blak Jack, y que un solo día se le fueron 40.000.

Obviamente, acabó con todos sus ahorros, y, como le pasa a mucha gente que ha estado donde estuvo él, comenzó a engañar a su entorno para poder tener dinero rápidamente. “Comencé a contar mentiras para poder seguir jugando, pero sin que nadie supiese que era para eso. Decía a cualquiera que no me había pagado la mutua, o que necesitaba arreglar el coche”, y así fue cómo iba reuniendo euros, que perdía casi tan rápido como los conseguía.

“Pensé que, muerto el perro, se acabó la rabia”

José María es muy crítico consigo mismo, y recuerda “que tenía mucha rabia” cuando entró en Asejer,“por lo que había montado”, e incluso habla entre líneas de que llegó a pensar en suicidarse: “Pedí ayuda porque llegué a estar de tal manera que me tenía asco a mí mismo, y creía que, muerto el perro, se acabó la rabia”.

Pero, sobre todo, su testimonio desvela que es demasiado fácil para cualquiera entrar en una web y perder dinero por segundos ante lo que se cree que va a ser una ganancia fácil. “Para cualquier persona, cuando está en un punto álgido de descontrol, es muy sencillo caer”, pero él puede decir ahora que dejó de jugar hace casi más de seis años, y ha dejado de lado cualquier cosa que le haga competir en su mente. Por eso no se acerca ni a un tablero de parchís, ni practica ningún deporte de equipo, e incluso ha dejado de ver fútbol cuando no está suficientemente tranquilo como para disfrutarlo.

Con todo, se felicita de que le cogieron “a tiempo, mentalmente hablando, aunque económicamente hablando fue un desbarajuste muy grande”, y pudo pagar la deuda que creó gracias a su mujer y a su apoyo.

“Si hubiese carreras de tortugas, también habría apostado”

A sus 30 años, Alfonso Trujillo sale cada día a las calles de Sevilla para ejercer su labor como informador turístico. Pero no ha sido fácil para él recuperar la estabilidad que el juego le robó desde 2020, cuando la pandemia le hizo tener demasiado tiempo libre, y comenzó a comprobar que era muy fácil entrar en una web y apostar, tan fácil como perder dinero y estabilidad mental.

Es cierto que Alfonso ha conseguido acudir a rehabilitación dos veces por semana, a terapia grupal de autoayuda y ayuda mutua, un día solo y otro con un familiar, su madre o su pareja. Pero, para eso, antes ha tenido que atravesar por el infierno que comenzó, al principio, jugando a la ruleta americana. “El 95 % de las veces jugaba presencialmente, pero la cuarentena me hizo empezar a jugar online, primero con tragaperras, pero si hubiesen existido las carreras de tortugas, habría apostado a todo”.

Y con el matiz de que buscaba “premios rápidos”, que la satisfacción por ganar llegase rápidamente, “porque las cartas del póker se manejaban con partidas demasiado largas, no me gustaban. Por supuesto, no jugaba a sorteos como el Euromillones y demás, no quería estar esperando tres días para saber si me había tocado algo”, dice al recordar cómo eran sus días pegado a la ludopatía, aunque, hoy día, ha conseguido “no jugar ni a los dardos”.

Y no ha sido fácil. Asegura que supo que necesitaba ayuda el día antes de entrar en terapia pero, antes de eso, llevaba diez años jugando, “y desde el tercer mes ya sabía que tenía un problema”. De esa época, recuerda sobre todo que estuvo “varios días jugando sin control, con la noción del tiempo ida”, y en un momento dado llegó a perder 13.000 euros en menos de diez minutos.

“He pensado en todas las cosas posibles, en quitarme la vida, vivir en la calle, hasta llegar a hablar con mi pareja y pedir ayuda”, y consiguió comenzar a ver la luz.

Alfonso termina la charla con una reflexión sobre lo difícil que es para una persona con ludopatía salir adelante: “Para jugar, hoy día, todo es una tentación. Hay tragaperras en los bares, te cruzas con infinidad de vendedores de la ONCE, hay locales de juego que son atrapabobos…”.

“Empecé echando unos euros a máquinas de bingo”

Fali Rodríguez tiene 55 años, y es vecina de Camas. Tuvo su primera experiencia con las máquinas de bingo en formato de flipper, que solo permitían lanzar una bola desde su lateral y esperar que cayese en los huecos de las bolas que terminaban por dar premio, o no.

“Echábamos unos euros cada uno mientras nos tomábamos algo, y de ahí pasé a las tragaperras”, en un momento de su vida en el que trabajaba en una inmobiliaria. Al principio no gastaba mucho, pero con el paso de los meses comenzó a jugar más, y fue dando pasos, como empezar a jugar sola, “y cuando me quedé sin trabajo se descentró todo”.

La lista negativa la completó a que una hermana le detectaron un tumor, “y fue la gota que colmó el vaso”, porque, sobre todo, se quería evadir, pero no sabía cómo lo podía gestionar.

Fali tenía 38 años, y gastaba dos euros por partida, “que entonces era lo máximo que se podía gastar”. Pero fue llevando más dinero al juego, y la bola se fue hinchando poco a poco, sin darse cuenta. “Cuando no tenía dinero empecé a pedir. Gasté tres tarjetas de crédito de mi marido, y le manipulé apara pedir dos préstamos. Pedí dinero a dos personas y entonces llegó a oídos de mis hermanas, y fueron ellas las que pidieron cita a Asejer.

Ahora, mira al pasado con la desconfianza y el miedo de poder volver a caer, como el resto de sus compañeros. Para evitarlo, con dos años y cinco meses de tratamiento, decidió autoexcluirse de cualquier tipo de juego. “Ni siquiera puedo comprar un cupón de la ONCE, porque si me toca no podría cobrarlo”. Para ello ha contado con la complicidad de su marido, que también se ha excluido de cualquier tipo de actividad relacionada con las apuestas.

Como en muchos otros casos, el entorno ha sido esencial para que Fali y sus compañeros vuelvan a la normalidad en todos los sentidos de la vida.