La sanidad privada no necesita (más) publicidad

La sanidad privada no necesita (más) publicidad

Ninguna sorpresa que el número de ciudadanos con seguro médico crezca año tras año: los enemigos de la sanidad pública se están aplicando a fondo. La educación y la sanidad son dos minas de oro para multinacionales y fondos, que hace tiempo olieron sangre

Si yo vendiese seguros médicos o tuviese una clínica privada, no gastaría ni un euro en publicidad: ya me la hacen gratis los gobiernos autonómicos que desguazan la sanidad pública. Por eso la sanidad privada usa publicidad blanca, buenrollista y fofa: anuncios con gente sonriente, familias felices, niños sanos, ancianos deportistas, música bonita, días soleados y, si acaso, unas pocas imágenes de hospitales modernísimos, tecnología punta y médicos amables. Con anuncios así no convencerías a nadie para hacerse un seguro médico, si no fuesen acompañados de esa otra publicidad complementaria: la que regalan los gobiernos enemigos de la sanidad pública.

Nos parecería escandaloso que una aseguradora privada se anunciase en la tele diciendo: “con nuestro seguro médico no te pasará como a esas 2.000 mujeres andaluzas que no fueron informadas a tiempo de sus mamografías”. Para eso ya está el gobierno andaluz, que con su mala gestión les hace la publicidad gratis (es decir, pagada por todos). De la misma forma que nos indignaría una promoción de seguros de salud para mayores cuyo lema fuese: “para que en la próxima pandemia no mueras como un perro en una residencia”. Esa campaña ya se la regaló la Comunidad de Madrid discriminando la atención a los residentes en función de si tenían o no seguro privado.

Ninguna sorpresa que el número de ciudadanos con seguro médico crezca año tras año: los enemigos de la sanidad pública se están aplicando a fondo. En Andalucía muy especialmente, con la atención primaria colapsada, y con las consultas de especialista e intervenciones que acumulan esperas de meses y hasta años. El caso de las mamografías ha saltado a primera página porque el cáncer es un tema muy sensible, de vida o muerte; pero el mismo destrozo sucede en otras especialidades que no serán a vida o muerte, pero afectan a tu calidad de vida. Si tienes que esperar un año para una consulta de oftalmología, acabas yéndote a una clínica privada. O la atención a la salud mental, de la que hablamos mucho en los últimos años, pero que cada familia se la pague.

La misma estrategia en el sistema educativo: dejamos que la escuela pública se deteriore y acumule todos los problemas sin darle los recursos necesarios, y así empujamos a más familias a la concertada, a la que de paso favorecemos con dinero público (como favorecemos a la sanidad privada con conciertos y externalizaciones). La educación y la sanidad son dos minas de oro para multinacionales y fondos, que hace tiempo olieron sangre. Y saben agradecer los servicios prestados a los políticos privatizadores.

Me pasa cuando escribo un artículo sobre el destrozo en la sanidad pública o las carencias de la enseñanza pública: me lo pienso mucho, me entran dudas, porque no quiero espantar más a familias y pacientes que por mi denuncia bienintencionada acaben haciéndose un seguro o cambiando de colegio a sus hijos. No quiero hacerles también yo la publicidad gratis, porque además es publicidad engañosa: pese a los ataques y recortes, la educación pública y la sanidad pública son superiores, tienen mejores profesionales y ponen a las personas por delante de la búsqueda de beneficios. Y debemos defenderlas para que sigan siendo así.