
El Socialista: «¡Abajo las corridas de toros!»
El PSOE ha pisoteado sus principios fundacionales al hurtar el debate pedido por más de 664.000 personas sobre la protección cultural de la tauromaquia, perdiendo con ello mucho más que votos por la izquierda
“¡Abajo las corridas de toros!”. Era el 14 de octubre de 1904 y así abría su portada El Socialista, la publicación a través de la que el PSOE difundía su ideario, y que se definía en su mancheta como “órgano central del partido obrero”. Casi 121 años después, el PSOE, sentado en el Congreso de los Diputados y gobernando, ha pisoteado sus propios principios fundacionales, silenciando un debate pedido por más de 664.000 personas.
Un debate, tan solo un debate. Ni eso ha permitido el PSOE con su vergonzosa abstención del martes en el Congreso. Lo que se votaba no era sí o no a la tauromaquia. Ojalá. Lo que se votaba era si se permitía un debate democrático en la sede de la soberanía nacional sobre la protección de la tauromaquia como patrimonio cultural.
‘No Es Mi Cultura’ promovió una Iniciativa Legislativa Popular (ILP) para reclamar la derogación de esa protección, que se aprobó en 2013 tras otra ILP que sí fue admitida a trámite, es decir, tramitada y debatida, y que había contado con el respaldo de 500.165 firmas, raspando el mínimo imprescindible del medio millón, y con un procedimiento en el que en su momento se denunciaron irregularidades. La ILP que el PSOE ha tumbado ahora sin ni siquiera permitir ese debate había sido respaldada por 715.606 firmas registradas, de las cuales la Junta Electoral Central validó 664.777.
Es decir, el PSOE ha pisoteado con su abstención a un número mayor de ciudadanos y ciudadanas que el que promovió esa protección cultural para la tauromaquia en 2013. El resultado es que ni siquiera se podrá debatir lo que pedían todas esas personas: que la tauromaquia deje de ser patrimonio cultural y que sean los territorios los que puedan decidir si quieren o no promoverla con dinero público, porque ahora están obligados a ello.
Antes de 2013, las competencias para regular espectáculos taurinos recaían en las comunidades autónomas y en quienes ellas decidieran delegarlas. Sin embargo, la norma aprobada entonces estableció un marco legal estatal que prevalece sobre las decisiones locales. Así, por ejemplo, se ha podido anular la ley catalana de 2010 que prohibía las corridas de toros y también la norma balear de 2018 que impedía la muerte del toro en la plaza. Por ese mismo motivo, para los ayuntamientos es mucho más fácil, y barato, llenar sus fiestas de festejos taurinos que organizar conciertos, teatro, talleres o cualquier otra actividad en la que no se haga daño a nadie.
El PSOE ha dado con la puerta en las narices a quienes pedían ese debate, y lo ha hecho con una abstención tan ridícula como vergonzosa. Sin querer unirse abiertamente en el NO al PP y a VOX, a quienes llama derecha extrema y extrema derecha, pero sabiendo que su abstención provocaba en la práctica el mismo resultado, el rechazo a la tramitación de la iniciativa. Un sí pero no. Un quiero y no puedo. Un vale pero que no lo parezca. Un bochorno.
Hace solo unos días, el diputado del PSOE Marc Lamuà dijo en la Comisión de Cultura que “evidentemente” su partido apoyaría la admisión a trámite de esta ILP. “Desde nuestro grupo parlamentario, es evidente que no haremos oídos sordos a la tarea de más de tres mil voluntarios y de más de 715.000 firmas, por lo que representan. Y precisamente porque si nos dotamos de un mecanismo como la ILP, de un tipo de iniciativa como la ILP, es para que, cuando se cumplen esos requisitos y por lo tanto hay un grueso suficiente de nuestra población que pide que debatamos sobre un tema en concreto, no es de recibo hacer oídos sordos. Por lo tanto, vaya por delante que nosotros, evidentemente, aceptaremos esta toma en consideración, que es lo que venimos a hablar hoy”, dijo, según consta en el Diario de Sesiones. Evidentemente, tiene que mirarse al espejo y reflexionar consigo mismo sobre los motivos por los que está en política y ocupa un escaño en el Congreso. Y lo mismo debería hacer todos los llamados “socialistas” que secundaron esa abstención.
En el debate de toma en consideración de la ILP, este martes, la portavoz del PSOE, Maribel García, ya apuntaba maneras: “Ni prohibir ni promover: respetar”, afirmó, tan convencida. ¿Respetar a quién? A las personas que firmaron la iniciativa pidiendo ese debate no solo no las han respetado, sino que las han silenciado y pisoteado. ¿Ni prohibir ni promover? Pero si lo que hace la actual normativa, precisamente, es obligar a promover.
Señoros y señoras del PSOE, háganselo mirar, por favor. Lean ese artículo de Matías Gómez Latorre que abría la portada de El Socialista hace 121 años, cuando la tauromaquia tenía mucho más peso que ahora, era el principal espectáculo de masas, como lo es el fútbol en la actualidad, con apenas oferta de ocio popular, y no estaba conectada al respirador artificial de las subvenciones públicas como única fuente de subsistencia. Quien fuera uno de los compañeros de Pablo Iglesias en la fundación del partido y vicepresidente de su Comité Nacional decía que la oposición a las corridas de toros tiene un fundamento ético y cultural, por lo que los socialistas debían defender su “total abolición”. Definía la tauromaquia como un espectáculo “bárbaro y sangriento” que formaba parte de “costumbres embrutecedoras”. De hecho, El Socialista pedía expresamente apoyo para acabar con “costumbres bárbaras que nos denigran y embrutecen”.
Los sectores progresistas de aquel momento veían la tauromaquia como un impedimento para que el pueblo tomara conciencia de clase, una vía de los poderes públicos para narcotizarlo y mantenerlo tranquilo y contento, como sucedía en la antigua Roma con los combates de gladiadores. “Embotado”, “embrutecido”, decían algunos primeros socialistas. Unamuno se oponía a las corridas de toros porque mantenían al pueblo “estupidizado”, y fue uno de los intelectuales que más alabó la oposición del PSOE a ellas.
Juan Ignacio Codina recuerda en Pan y toros (los diputados del actual PSOE deberían leer este libro, se lo recomiendo) que Fernando VII encarnó a la perfección esa “estupidización”, cerrando universidades y periódicos y abriendo una escuela taurina en Sevilla.
Expectativa de sangre
Ortega y Gasset reconocía el “poder orgiástico” de la sangre, equiparando toros y gladiadores por la misma expectativa de sangre que había en ambos públicos hipnotizados. El olor a sangre lo impregna todo, es invasivo y dulzón, pastoso, no se olvida, se queda para siempre grabado en las fosas nasales. El público romano olvidaba todas sus carencias cuando la sangre de los gladiadores regaba el foso. En las plazas de toros, el público se enfada cuando el toro no responde como desean a las provocaciones del matador, a sus movimientos rápidos para incitar su reacción, que dicen “brava” aunque es puramente defensiva, cuando consigue huir saltando algún burladero de la plaza, alguna valla del recorrido del encierro en el que los persiguen y atosigan, cuando los becerros o los novillos, que son apenas cachorros, animales jóvenes que no han tenido la oportunidad de conocer otra cosa, son arrojados al público embrutecido y se paralizan por el terror.
No hay compasión en ese público, hay enfado por no poder ver sangre, por no poder dominar y humillar a ese animal que no lucha en igualdad de condiciones. El toro no muere de manera gloriosa. Muere asfixiado por su propia sangre después de haber sido torturado hasta dejarlo sin fuerzas, entre estertores que cualquier persona desearía evitar a cualquier animal por el que sienta una mínima empatía.
A esto es a lo que el PSOE actual llama patrimonio cultural. Esto es lo que obliga a promover con dinero público. Esto es lo que sigue defendiendo con sus hechos, aunque con palabras no se atreva y recurra a circunloquios y vaguedades. El que se jacta de ser el partido que más se parece a España veta el debate pedido por la iniciativa ciudadana con más respaldo social de la última década. El partido que se jacta de haber conformado el gobierno más progresista de la historia se une a quienes dice combatir por miedo a que le quiten votos, pisoteando sus propios principios fundacionales.
El partido que se dice con más historia olvida que la tradición por sí misma no es un valor que proteger. La evolución, el progreso, consisten en adecuar nuestras costumbres a los valores éticos que abrazamos. El trabajo infantil era una tradición en nuestra sociedad, como lo eran la esclavitud, el derecho de pernada, los privilegios de la nobleza, las distinciones por razón de cuna y tantas otras que hemos ido dejando atrás porque no eran compatibles con nuestra propia evolución. Que algo sea “tradicional” no implica automáticamente que sea bueno, ni positivo, ni ético. Y desde luego, lo que no es bueno, ni positivo, ni ético ni democrático es hurtar un debate avalado por más de 664.000 personas que piden, simplemente, que las comunidades autónomas y los ayuntamientos sean libres para decidir si quieren dedicar dinero público a regar de sangre sus calles y plazas para contentar a quienes siguen sin evolucionar.
Este mismo miércoles el ministro competente del ramo, el de Cultura, Ernest Urtasun, de Sumar, lamentaba que esa ILP decayera no por falta de apoyo social, sino por el voto “inexplicable” de su socio en el Gobierno, y anunciaba contactos con la comisión promotora para evaluar cómo devolver el debate al Congreso. Parece complicado, con el horizonte electoral y el miedo evidente del PSOE (esto sí es evidente) a perder votos por la derecha. Pero, mientras, me aventuro a pronosticar que ha perdido unos cuantos por la izquierda, y que ha perdido algo mucho peor que votos.
Quienes firmamos esa ILP también hemos perdido mucho, pero no lo más importante: la dignidad y la convicción ética y democrática de que España no puede ser el último reducto de la barbarie tauricida. ¡Abajo las corridas de toros!