
Qué comer (y qué no) en caso de SIBO, según una nutricionista: «Las verduras y hortalizas son imprescindibles»
Los polifenoles presentes en alimentos como el cacao o los frutos rojos son los grandes aliados a la hora de tratar el SIBO, aunque no son la única forma de minimizar los síntomas
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Si somos usuarios habituales de las redes sociales, seguramente habremos oído hablar más del SIBO, ya que numerosos usuarios han hecho que esta alteración intestinal haya pasado de ser una gran desconocida a ser algo más familiar. SIBO es en realidad el acrónimo en inglés que define el Small Intestine Bacterial Overgrowth, es decir, el sobrecrecimiento bacteriano en el intestino delgado.
Según la Sociedad Española de Médicos de Atención Primaria (SEMERGEN), se trata de una condición compleja descrita hace ya varias décadas pero que en los últimos años ha ganado popularidad. Su diagnóstico es también cada vez más frecuente. Pero, ¿qué es el SIBO, qué síntomas provoca y qué alimentos pueden ayudarnos a aliviarlos? Hablamos con Blanca Alejandra López, farmacéutica y nutricionista especializada en SIBO, para que nos ayude a despejar estas y otras cuestiones y a entender un poco mejor de qué va todo esto.
SIBO, un sobrecrecimiento bacteriano en el intestino delgado
El SIBO es cuando se produce un sobrecrecimiento bacteriano en el intestino delgado, en lugar de en el colon, lo que hace que “los restos de la digestión de los alimentos que se consumen sean procesados por dichas bacterias y generen gases y metabolitos, los cuales tienen una repercusión y no son inocuos”, nos explica López.
La función del intestino delgado es sobre todo la de absorber nutrientes, por tanto, al haber este sobrecrecimiento de bacterias, se producen síntomas como un exceso de gases en una zona que no está preparada para ello “y de metabolitos inadecuados para nuestra salud que se absorben y pasan a la sangre y nos perjudican no solo en lo nutricional sino de otras formas, ya que producen dolor de cabeza, toxicidad hepática o problemas digestivos, entre otros”, matiza López, que advierte además que la mucosa del intestino también se ve alterada.
Es todo un reto llegar a un diagnóstico de SIBO, ya que sus síntomas pueden confundirse con otras patologías como el síndrome de intestino irritable o distensión abdominal.
Además, y según la Sociedad Española de Patología Digestiva (SEPD), debe tenerse en cuenta que hasta un 20% de las personas sanas, sin síntomas digestivos, pueden tener una prueba positiva para SIBO, de ahí la necesidad de contar con un buen diagnóstico basado en los factores de riesgo para desarrollar SIBO. Tanto la SEPD como la Asociación Española de Neurogastroenterología y Motilidad (ASENEM) indican que el diagnóstico implica una indicación adecuada del test y una correcta recogida de muestras con el sustrato adecuado, además de contar con una buena interpretación de los resultados por parte de profesionales.
Porque no todos los SIBO son iguales. La experta habla de cuatro tipos, en función del tipo de “bichito” que crece excesivamente en el intestino delgado:
– SIBO hidrógeno, que suele provocar gases, hinchazón abdominal, eructos y diarrea.
– SIBO sulfuro de hidrógeno, asociado a síntomas como mal aliento, eructos mal olientes, inflamación de las encías, gases con olor fétido, diarrea con episodios de estreñimiento, neblina mental o alteraciones en la piel.
– SIBO metano (IMO), relacionado con estreñimiento, distensión abdominal agravada, gases ruidosos sin olor o alteración en analíticas de glucemia y colesterol.
– SIBO fúngico (SIFO), que presenta síntomas como dolor abdominal, diarrea, gases, eructos, dolores de cabeza, articulares, fatiga, apetencia por lo dulce y aumento de la histamina.
Qué comer en caso de SIBO
Si bien nos parecería obvio que la alimentación puede ser un factor clave para prevenir el SIBO, el concepto es muy ambiguo y, por tanto, las medidas que podemos adoptar deben ir mucho más allá de elegir uno u otro alimento. Como explica López, es importante mimar los mecanismos protectores que tenemos: ácido del estómago, secreción biliar y pancreática, complejo motor migratorio, es decir, el que limpia el tracto intestinal, sistema inmune intestinal o microbiota intestinal.
Nuestros grandes aliados deben ser los polifenoles, los compuestos químicos de origen vegetal con actividad antioxidante como el cacao, los frutos rojos o ciertas especias.
Y para que funcionen bien, “hay que tener un estilo de vida saludable: alimentación, actividad física, gestión emocional, descanso…”. “Para el tratamiento del SIBO establecemos unas fases de limpieza, recuperación y mantenimiento, no solo trabajamos alimentación sino también suplementación y la fitoterapia, que nos ayuda a mantener a raya el crecimiento de ciertos ‘bichitos’”.
¿Qué alimentos nos ayudan en el SIBO? Nuestros grandes aliados deben ser, como destaca López, los polifenoles, es decir, los compuestos químicos de origen vegetal con actividad antioxidante como el cacao, los frutos rojos o ciertas especias. ¿Qué ocurre con las hortalizas y verduras? Como explica López, son la “gran controversia del SIBO, ya que si bien son imprescindibles para prevenirlo y las responsables de gran parte de la sintomatología cuando lo sufrimos, su consumo es imprescindible y constituyen uno de nuestros mecanismos protectores frente al SIBO”.
¿Y la dieta baja en FODMAPs? ¿Funciona en caso de SIBO? Aunque estamos frente a una opción que se usa para tratar el SIBO, “no es la dieta apta para todos los tipos de SIBO”, advierte López. La dieta baja en fructooligosacáridos, oligosacáridos, disacáridos, monosacáridos y polialcoholes fermentables (FODMAP) es “muy restrictiva si se hace bien y es fácil cansarse, no hacerla bien y no ver mejoría, lo que puede llevar a frustración”. Si se sigue esta opción, debe hacerse siempre bajo el control de un profesional, que es el que conoce el tipo de SIBO que afecta a cada paciente y el método que funciona.
Así, en el caso de SIBO sulfuro de hidrógeno y el fúngico no funciona. En el primer caso, hay que controlar el consumo de huevos, y en el SIFO, por ejemplo, es importante “potenciar el consumo de aceite de coco”, explica López.
SIBO y alimentos desaconsejados
En el otro lado de la balanza, es decir, en la lista de alimentos desaconsejados, tenemos “todo tipo de procesados, los edulcorantes, los aromas artificiales y las harinas de mala calidad”. Aunque, con todo, lo importante está en reconocer que “cada SIBO es un mundo y hay que escuchar mucho al paciente”, afirma López, y que lo que le funciona a uno no tiene por qué ser útil para otro.
Si se sigue una dieta baja en FODMAP, suele reducirse el consumo de “trigo, centeno, cebolla, ajo, puerro, alcachofa, legumbres, ciertos lácteos, manzana, pera, mango, melocotón, aguacate, coliflor, champiñones o procesados”, explica López, que concluye que “la mejor dieta es aquella que podamos seguir porque, si nos causa más estrés y ansiedad, no vamos a mejorar los síntomas”.
Y, para ello, la especialista sugiere que la clave está en personalizar el tratamiento a cada paciente: “no podemos tratar solo el SIBO, sino que hay que ver todo lo que es esa persona, sus gustos, si hay patologías asociadas, su tipo de vida…”. Por tanto, para mejorar los síntomas hay que ir un poco más allá de la alimentación, “hay que cambiar nuestra forma de alimentarnos, de hablarnos, de ver la vida, de descansar, hay que ser expertos en nuestra gestión emocional… sin esto, el SIBO volverá”, advierte López, para la que el motor principal del diagnóstico y del tratamiento radica en el propio paciente, en tomar consciencia de su autocuidado y en tomar decisiones que mejoren su calidad de vida.