Kathryn Schulz, periodista: «En Estados Unidos el estado de la prensa es puro caos»

Kathryn Schulz, periodista: «En Estados Unidos el estado de la prensa es puro caos»

Esta reportera firmó hace una década una investigación en la que explicaba los efectos que podría tener un movimiento tectónico en una falla en la zona de Cascadia, un trabajo que le valió el Pulitzer y que ahora se publica, ampliado, en forma de libro

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El mundo se acaba. Hollywood lleva años viéndolo claro, aunque al final siempre aparecerá alguien para salvarnos el culo en forma de ingeniero superdotado, as de la aviación, heroína con un arma del calibre 60 o refugio secreto a prueba de meteoritos, bombas e invasiones alienígenas. En la vida real, la cosa se complica. Lo explica de forma cristalina, solvente y extremadamente detallista, Kathryn Schulz (1974), una periodista del New Yorker que hace 10 años asustó a medio continente con artículo titulado The really big one [El realmente grande]: un relato pormenorizado de los efectos que podría tener un movimiento tectónico en la zona de subducción de Cascadia, una falla al norte de otra falla mucho más conocida, la de San Andrés, pero potencialmente igual de peligrosa.

La falla submarina de Cascadia, que se extiende desde la provincia canadiense de la Columbia Británica hasta el norte de California, es capaz de provocar terremotos de una magnitud superior a los nueve grados y se cree que cada 300 años despierta con ganas de guerra. Schulz cuenta en el libro que sus efectos serían demoledores, creando un tsunami similar al que arrasó la costa norte de Japón en 2011 y causando una destrucción sin precedentes en la zona.

La autora evita ponerse el gorro de vidente y se centra en los demoledores efectos que tendría el fenómeno. En 2016, la pieza se hizo con el premio Pulitzer y ahora llega a nuestro país con el nombre de El gran terremoto (Libros del Asteroide) y que es en realidad la fusión en forma de libro de dos artículos: el ya citado y otro posterior en el que la propia Schulz ofrece una suerte de guía de supervivencia por si la cosa se pusiera fea. La periodista charla telemáticamente con elDiario.es a propósito de la publicación de la obra en nuestro país.

Supongo que el sueño de todo periodista es que lo que escribe resuene en el lector: que tenga un impacto.

(Sonríe) Bueno, si te digo la verdad, yo prefiero que no. No me gusta el impacto, prefiero pasar desapercibida. Así que esto fue un gran shock, sobre todo porque sabrás la cantidad de inputs que recibí sin previo aviso: fue algo realmente increíble. También hay que tener en cuenta que a mí me encanta la ciencia, pero normalmente me dedico a escribir de libros y en ese sector lo máximo que puede pasarte es que no coincidas con los gustos del lector, así que esto me pilló por sorpresa. No recuerdo ninguna ocasión en la que algo mío fuera recibido de este modo y estoy seguro de que no volverá a pasarme. Es cierto que esperaba que abriera algunos ojos, pero no estaba preparada para ello ni para el apetito del público. Por otro lado, también es bonito que alguien se siente y pase una hora leyéndome en un mundo en el que no estamos acostumbrados a eso.

¿Por qué cree que este artículo en particular tuvo un éxito tan enorme?

Es una buena pregunta. Para empezar, debo decir que creo que al mismo artículo no le harían ni caso si se publicara hoy. Si echas un ojo a mi país, es fácil deducir que el estado de la prensa es puro caos. En 2015 las cosas eran distintas (sonríe). En primer lugar, creo que el elemento sorpresa fue muy importante. El tema de Cascadia es algo que se había tratado en la prensa local del noroeste del país de forma recurrente, pero más allá de allí no creo que fuera un tema de preocupación. No hablamos de Nueva York o de Washington, está muy lejos de los núcleos urbanos más importantes.

Así que cuando apareció el artículo, el resto de la nación quedó completamente chocada con el tema: alguien hablando de terremotos y tsunamis por culpa de una falla de la que nunca habían oído hablar, un desastre con miles de muertos que inevitablemente tendría lugar sin saber cuándo. Supongo que todo ayudó…

Es bonito que alguien se siente y pase una hora leyéndote en un mundo en el que no estamos acostumbrados a eso

Quizás esta pregunta debería ir al final, pero se la voy a hacer aprovechando que ha mencionado el caos en su país. En la segunda parte del libro, la que hace referencia a cómo la sociedad puede hacer frente a un desastre de esta magnitud, cita usted algo que parece básico: ‘conoce a tus vecinos’ ¿Cree que algo así sigue siendo posible con una atmósfera tan polarizada?

Es bastante relevante preguntarse eso. Estoy convencida de que uno podría confiar en sus vecinos, yo vivo en una comunidad rural muy conservadora, muchos de ellos votaron al presidente que hay ahora en la Casa Blanca. Pero para mí ha sido muy útil, porque he descubierto que a mis vecinos no les importa cuál es mi posición en el espectro político cuando tienen que venir con su quitanieves a despejar la entrada de mi casa o cuando les pido cualquier cosa. Por eso estoy segura de que en un episodio de crisis nos ayudaríamos los unos a los otros y no habría ninguna otra consideración que esa. Así que sigo con la opinión de que es muy importante construir esa clase de redes.

Usa un vocabulario muy entendible para algo que es muy específico. Me pregunto si fue muy complicado encontrar el tono y el lenguaje adecuado para escribir algo cuyos pilares son, básicamente, científicos.

Para mí, esa es toda la diversión cuando escribo de ciencia. Es bueno no saber demasiado del tema del que escribes, porque uno es consciente de que hay distintas clases de lector con distintos grados de conocimiento en la materia. Yo tuve la suerte de encontrar a una de las grandes autoridades mundiales en la materia para echarme una mano, que no solo era el mejor en lo suyo, sino que además era un tipo encantador y que, de algún modo, me ayudó a encontrar el tono.

Es bueno no saber demasiado del tema del que escribes, porque uno es consciente de que hay distintas clases de lector con distintos grados de conocimiento en la materia

Hay algo muy quirúrgico en la descripción que hace del desastre. Supongo que es algo buscado. A mí me provocó terror.

No estás solo (sonríe). Hay muchos lectores que se sienten igual que tú. El problema con el artículo y que es algo en lo que pensaba constantemente mientras lo escribía, es que en algún momento iba a tener que contar con detalle cuáles serían las consecuencias del terremoto y del tsunami. Pero no percibía que estaba escribiendo algo que diera miedo. La contradicción en este caso es que los periodistas contamos cosas que ya han pasado, no especulamos con este tipo de desastres, no trabajo en el negocio de las predicciones.

Así que cuando lo escribí tuvimos varias discusiones con los editores del New Yorker acerca de ello, porque no es algo habitual para la revista. Lo que argumenté es que no estábamos hablando de si la cosa iba a pasar o no, sino cuándo iba a pasar. Por eso decidí no escribirlo en condicional: porque va a pasar.

El artículo cumple una década este año. ¿Hay algo relacionado con el artículo que le sea imposible olvidar?

Bueno, tuve que experimentar bastante a la hora de hacer esta pieza, porque me gustaba mucho lo que estaba escribiendo, pero no era lo que había que escribir así que, llegados a cierto punto, lo borré todo y empecé de nuevo. Sinceramente, me sentí como si matara a mi niño (sonríe). Luego fue extraño porque claro, pasas de una cosa así a otra completamente distinta, pero lo bueno es que ya estaba trabajando en otra cosa. Además, en enero de aquel año me habían contratado en el New Yorker y quería hacer cosas que gustaran a mi editor. Curiosamente esta pieza del terremoto fue un encargo cuando aún era freelance y era mi segundo texto como tal, así que cuando se publicó yo era una recién llegada al equipo de la revista y el sentimiento que me ocupaba era básicamente ansiedad: la ansiedad de que no me despidieran (risas).

¿Recuerda el momento preciso en que se dio cuenta de que su pieza se había convertido en algo que había sobrepasado su ámbito de acción habitual?

No me gusta mucho hablar de mi vida privada, pero la que luego se convertiría en mi mujer vino a verme a Oregón. Habíamos alquilado una cabaña en mitad de la nada e íbamos a pasar unos días allí. De repente y justo cuando estábamos a punto de irnos, me miró y me dijo, ‘un amigo mío me acaba de pasar tu artículo’. Así que nos paramos un momento para mirar en Google y vimos que estaba saliendo por todas partes. En cierto modo, fue bastante bonito, a punto de irnos a un lugar donde solo había naturaleza, sin cobertura de ninguna clase, sabiendo que estaba pasando todo aquello. Fue emocionante y desconcertante (sonríe).

¿Se le pasó el miedo a ser despedida?

(Risas) Bueno, creí que me había ganado unos meses más de contrato.