
‘Bruma’, una novela gráfica posapocalíptica que defiende «ser críticos con lo que nos enseñan»
El autor y autoeditor Martín López Lam, afincado en Valencia, publica una nueva novela gráfica sobre un mundo devastado y la necesidad de cuestionar nuestros valores
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Martín López Lam (Lima, 1981) es un artista gráfico nacido en Perú, afincado en Valencia desde su adolescencia, al que la etiqueta de dibujante se le queda corta: se trata de una de las voces más activas del panorama de la autoedición en España, al frente del sello de microedición Ediciones Valientes, donde autopublica algunos de sus trabajos más arriesgados y da a conocer a jóvenes dibujantes de todo el mundo. Pero también fue uno de los fundadores de la feria independiente Tenderete, celebrada desde 2011 en Valencia y uno de los primeros encuentros de este tipo que surgieron en nuestro país.
Además de su nutrida producción de fanzines, López Lam ha publicado con diversos sellos editoriales. Su debut profesional fue Parte de todo esto (De Ponent, 2013), al que siguieron títulos como Sirio (Fulgencio Pimentel, 2016) o Las edades de la rata (Salamandra Graphic, 2019), obra con la que obtuvo el Premio Fnac/Salamandra. Además, ha sido merecedor de una Ayuda a la Creación Joven de Injuve y de una beca en la Real Academia de España en Roma, producto de la cual publicó El título no corresponde (Ediciones Valientes, 2016). Pocos dibujantes son tan inquietos y experimentales como López Lam, que ha cultivado siempre un universo de misterio y simbología propia, con un estilo gráfico siempre cambiante pero reconocible a la vez.
Acaba de publicarse su proyecto más reciente, Bruma (Ediciones Valientes y Aristas Martínez, 2025), una historia sobre tres niños en el contexto de un mundo posapocalíptico, observados por una entidad sobrenatural desconocida. En conversaciones con este diario, López Lam recuerda el origen del libro: “El proyecto empezó un año después de terminar Las edades de la rata. La idea inicial era mucho más larga y enrevesada, y, cuando me di cuenta de que no iba a poder abarcar esa historia, empecé a trabajar en otra dirección. Bruma es una hija de esa idea que nunca se hizo”.
Una vez tuvo claro el cambio de rumbo, el dibujante trabajó durante unos dos años y medio, tras lo cual intentó buscar un editor, aunque sin mucho éxito. “Acabé por plantearme la autoedición, pero me interesaba tener el soporte de una editorial con distribución en librerías, así que acabé hablando con Aristas Martínez, que aceptaron participar como coeditores”. La colaboración, sin embargo, acabó yendo mucho más allá. “Las aportaciones y correcciones de los editores, Sara Herculano y Cisco Bellabestia, fueron esenciales, y estoy muy satisfecho con el resultado final”, confiesa López Lam.
El pesimismo de la obra
Bruma transcurre envuelta en una atmósfera oscura, a lo que contribuye el estilo de dibujo en blanco y negro, que recuerda a maestros del manga adulto —tal y como recuerda el autor, en un principio pensó en publicar la obra en un formato similar al del clásico tomo de manga—. Parece haber un cierto pesimismo, una falta de esperanza tras una catástrofe que nunca se termina de explicar: “Todo eso está en el cómic, aunque parta de esa idea anterior a la pandemia, porque seguramente entonces ya se veía hacia dónde íbamos. Hay un pesimismo por la situación que estamos viviendo, no solo la pandemia, sino también los desplazados de todo el mundo. Eso se refleja en la segunda parte de la obra, donde se habla de la gente que emigra a Marte huyendo de la precariedad y la inseguridad, solo para ir a un lugar en el que todo sucede igual. Es un bucle constante”, explica el dibujante.
Martín López Lam comenta que siempre le gusta partir de elementos propios del misterio y lo sobrenatural: ovnis, fantasmas, historias populares… Existe, al mismo tiempo, una continuidad con sus obras anteriores. “De hecho, el origen de Bruma parte de una página de Las edades de la rata, donde el protagonista está escribiendo un relato posapocalíptico de gente que vivía en el subsuelo —afirma el autor—. Y, de alguna forma, hay mucho de las atmósferas, los símbolos y los ritmos de Sirio. No sé si el lector lo verá, pero yo pensaba mucho en esto mientras lo hacía”. Por ejemplo, las Ayudas del Ministerio de Cultura a la creación de cómics excluyen la autoedición, incluso aunque sean libros con ISBN.
Una página de ‘Bruma’
Me gusta mucho partir del misterio, de historias de ovnis, fantasmas… Tiene que ver con obras anteriores mías como Sirio, El título no corresponde o Las edades de la rata. El origen del cómic que a su vez fue el origen de Bruma parte de una página de Las edades de la rata, donde el protagonista está escribiendo un relato posapocalíptico de gente que vivía en el subsuelo. De alguna forma, hay mucho de las atmósferas, los símbolos y los ritmos de Sirio. No sé si el lector lo verá, pero yo pensaba mucho en esto mientras lo hacía.
A estas sensaciones contribuye el protagonismo de los tres niños protagonistas, que están solos, sin saber si sus familias viven o han muerto. La empatía que suscitan esos tres niños es clave, y los adultos prácticamente no aparecen. “Es como en Peanuts, los adultos son simples sombras”, bromea López Lam. “El protagonismo de los niños es importante, porque en este libro parto de la idea de que la educación, en cierto sentido, se puede volver un experimento social, como sucedió en Canadá, en ciertos internados católicos en Canadá, donde encerraban a los niños aborígenes”, explica.
Pero hay otra cuestión relacionada con esta que sirvió de inspiración para la experiencia del trío protagonista de Bruma: los niños que experimentan apariciones marianas. “Hay un libro de Carlota Fuentevilla, A través del tambor. Cuerpo, visiones y política (Antipersona, 2023) que aborda el caso de cuatro niñas del pueblo de San Sebastián de Garabandal, en Cantabria, a las que se les apareció la virgen y que fueron totalmente instrumentalizadas y utilizadas”, desarrolla López Lam. Los tres niños de Bruma están en una situación similar, encerrados y controlados, observados por unas entidades desconocidas. El autor ha trazado un curioso paralelismo: “Son como los tres insectos palo que tiene mi hijo, que tenemos en una caja de plástico… me parece una curiosa coincidencia. Los observados no saben que los estamos observando, viven sus vidas ajenos a eso, pero ¿qué pasa con los observadores?”, se pregunta.
Una página de ‘Bruma’
En última instancia, se trataba, también, de defender “la necesidad de ser críticos con lo que nos han enseñado”: “No estoy hablando de negar que la Tierra sea redonda, sino de poner en cuestión determinadas ideas racistas, clasistas, machistas que forman parte de lo que se enseña en los sistemas educativos”. Además, de Bruma llama la atención, sobre todo, que está dividida en dos partes muy diferentes. La primera es el relato del cautiverio de los tres niños; la segunda, es una suerte de epílogo, un informe en el que parece darse alguna información sobre la situación en el planeta y la posibilidad de emigrar a Marte, en el que López Lam da rienda suelta a su faceta más experimental y abstracta.
Lo curioso es que todo surgió de una forma muy casual: “Surge de una obra con la autora Andrea Ganuza, con la que hablaba un día sobre la extensión que iba a tener mi libro. Le dije que iba a meterle varias páginas más, tomar otra cosa, sumarla a la historia principal y hacer que funcionara, como un reto”. A partir de ahí, el autor recuperó ideas y conceptos visuales de un fanzine anterior, Jardín, “en el que recurría mucho al collage, inspirado por la artista neerlandesa Ruth van Beek”. “Me gustó mucho cómo quedó ese cómic, así que utilicé muchos de sus recursos para este epílogo. Y luego ya fui conectando todo con la historia principal, pensando cómo podría contarse de otra forma, desde otro punto de vista, modificándola, como una variación del mismo tema”, elabora el dibujante limeño.
Dos partes diferentes en la obra
La manera de unir ambas partes tiene, a su vez, una sorprendente referencia. “Blissful Yours (2002), la película de Apichatpong Weerasethakul, tiene este recurso de unir dos historias para que funcionen como un díptico. Tiene una ruptura en el último tercio, incluso apareciendo los créditos en medio de la película. Me pareció interesante llevarlo al cómic, aunque finalmente descarté la idea de poner los créditos en medio de las dos partes, me pareció excesivo”, explica. Pero lo que sí se introduce es un cambio de registro en el final de la historia de los niños, que da pie al epílogo, y en el que el color juega un papel esencial.
Esta cuestión, la del color, ha sido trabajada de una forma muy llamativa: “Tenía que pensar en pliegos de 16 páginas, que me marcaban dónde tenía que aparecer el color, en términos de ritmo pero también económicos, intentando ahorrar en impresión en color. Esto ya son cosas muy frikis en las que solo pensamos los editores [risas]”. Por otro lado, López Lam, siempre inquieto, ya tiene otro proyecto entre manos, que ha presentado a las recientes y novedosas Ayudas a la Creación de Cómic convocadas este año por el Ministerio de Cultura, y que intentan paliar la precariedad intrínseca a la profesión de dibujante de cómics en España.
López Lam explica que se trata de un proyecto “más cerca del ensayo que del cómic narrativo, más similar a El título no corresponde, con mucha investigación detrás”. Se tratará de una obra sobre el lenguaje, concretamente, “sobre las lenguas pidgin, que surgen en contextos en los que dos comunidades con idiomas diferentes tienen que entenderse, como las lenguas criollas, y que suelen desaparecer rápidamente”. Esperamos poder pronto este nuevo trabajo del que es uno de los autores más originales y arriesgados del panorama actual.