¿Quién tiene una beca en España? Mujer, de familia con pocos estudios y con buen rendimiento

¿Quién tiene una beca en España? Mujer, de familia con pocos estudios y con buen rendimiento

Un informe indaga en el perfil de las personas que reciben ayudas al estudio; los autores se preguntan si tiene sentido poner exigencias académicas al sector más desfavorecido de la población para mantener las becas cuando se financia el 80% del coste de los estudios a todo el estudiantado sin pedirle nada

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El perfil de la persona que recibe una beca para la universidad en España es el de una mujer, joven, que proviene de una familia con pocos recursos (esta es condición sine qua non al estar ligadas a la renta), poca tradición educativa (esta correlaciona con la anterior), con mejor rendimiento educativo que sus pares (el propio sistema exige esto al imponerles mínimos de rendimiento) y que elige grados más fáciles que las personas que no tienen esa ayuda estatal.

Así lo recoge el informe ¿Quiénes son los beneficiarios de las becas y cómo avanzan a lo largo del periplo universitario?, con el que Lucía Cobreros, de EsadeEcPol, y José Montalbán, del Institute for Social Research (SOFI) de la Universidad de Estocolmo, tratan de arrojar algo de luz sobre el sistema de becas español e indagan en el estudio en cuestiones como el perfil de la persona con beca o la dificultad que existe para distinguir el efecto que tienen las ayudas sobre los destinatarios y su rendimiento académico.

Menos estudios, menos renta

“Los estudiantes becarios provienen, en promedio, de familias con un menor nivel educativo”, sostiene el informe, consistente con la literatura científica que muestra que entre los mayores predictores del periplo educativo de un niño está el nivel de estudios de sus padres y más específicamente la madre. “Mientras que el 68 % de los no becarios tiene al menos un progenitor con estudios superiores, solo el 45,6 % de los becarios lo tiene”. Más obvio resulta que estas familias tengan un peor nivel socioeconómico: por un lado es un requisito imprescindible para acceder a una beca, por otro correlaciona con tener menos estudios.

También señala el texto que hay una proporción alta de mujeres (son el 53% entre el estudiantado universitario general, pero el 62% entre el colectivo con beca), lo que podría deberse, además de la mayor presencia general de mujeres en la universidad, a que “el abandono escolar temprano afecta en mayor medida a los estudiantes de entornos socioeconómicos bajos [el público objetivo de las becas], y, de forma especialmente intensa, en el caso de los varones”.

Otro elemento que distingue a becados de no becados es la elección de estudios. Las personas becadas se decantan por grados que los autores consideran más fáciles, medidos en términos de créditos aprobados en relación a créditos matriculados. Explica el texto: “Los estudiantes con beca se matriculan del área de Ciencias Sociales y Jurídicas en una proporción un 15% mayor que los no becarios. En cambio, su presencia es menor en áreas tradicionalmente asociadas a mayores retornos laborales, como Ingeniería/Arquitectura y Ciencias de la Salud. Esto se traduce en diferencias en la dificultad académica de los grados escogidos. Mientras que el 40% de los estudiantes sin beca se matricula en grados situados en el cuartil superior de dificultad, solo el 28% de los becarios accede a estos estudios”.

Cobreros no tiene una explicación a este fenómeno ni cree que se pueda obtener, aunque admite que puede tener relación el hecho de que la mayoría de las becarias sean mujeres y que estas, tradicionalmente, no escojan los grados científicos o las ingenierías.

Más rendimiento

Los dos autores también detectan que según van pasando los años (los cursos universitarios) las personas con becas se van distinguiendo más en rendimiento del colectivo sin beca. En promedio, dice el informe, los estudiantes becarios superan 10,8 créditos más que los no becarios en primero, y 19,4 créditos más en los cursos posteriores. El propio sistema fomenta esta circunstancia por su diseño, recuerda el texto: al exigir un rendimiento mínimo para mantener la ayuda estatal a partir del primer curso (aprobar entre el 65% y el 90% de los créditos en función de la dificultad del grado), quienes no llegan pierden la ayuda y se quedan los de mayor rendimiento, favoreciendo lo que los investigadores llaman “selección positiva”.

“Los estudiantes con beca obtienen, en promedio, mejores resultados académicos que aquellos sin beca”, afirma el texto, que a continuación explica que este mejor rendimiento no tiene por qué asociarse a la beca propiamente, sino a las características del colectivo de personas que reciben ayudas. “Existen diferencias significativas en características y elecciones educativas entre ambos grupos (…). En conjunto, las diferencias en abandono y créditos superados entre becarios y no becarios se explican en gran medida por sus características sociodemográficas, condiciones de acceso y decisiones educativas (…). Esto sugiere que buena parte de la ventaja académica de los becarios responde al efecto composición, tanto en el primer curso como sobre todo en cursos sucesivos”, argumentan.

¿Cumplen las becas su función?

Con estos mimbres, y si el objetivo del sistema de becas es “facilitar el acceso y la permanencia en la universidad para estudiantes procedentes de familias con bajos ingresos”, según recoge el propio informe, ¿cumple con lo que trata de conseguir? Cobreros cree que falta información para responder a esa pregunta. “Falta más evidencia para responder a esto”, explica, pero advierte de una disfunción que sí está registrada: “Cuándo se dan las becas puede ser un elemento que desincentive al estudiantado más vulnerable”, alude al hecho de que la ayuda propiamente llega a mitad de curso, lo que para muchas familias implica adelantar un dinero que no tienen, convirtiendo la beca en inútil porque ya han renunciado previamente.

Además, Cobreros y Montalbán cierran lanzando dos preguntas al aire para las que no tienen respuesta. El sistema de becas exige a sus beneficiarios un determinado rendimiento académico para mantener esa ayuda, recuerdan. Pero al resto del estudiantado también le están financiando la mayor parte de la matrícula a cambio de nada porque el coste del crédito universitario ronda con carácter general el 20% del coste real de prestar el servicio. “¿Tiene sentido que no se exijan los mismos criterios académicos mínimos al alumnado que no cuenta con beca pero sí con una subvención de casi el 80% del coste? ¿Es redistributivo aplicar mayores exigencias solo a quienes reciben una financiación pública adicional, que son, además, los estudiantes vulnerables que más barreras han superado?”.