
Aroa Moreno rescata la “historia reciente de España” de “debajo de las piedras” en ‘Mañana matarán a Daniel’
La escritora reconstruye en su último libro la historia de los tres integrantes del FRAP que formaron parte de la última tanda de asesinados por el franquismo
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El 27 de septiembre de 1975, el franquismo fusiló a cinco hombres, dos miembros de ETA político-militar y tres del Frente Revolucionario Antifascista y Patriota. Fueron las últimas ejecuciones de la dictadura y de la historia del país. En su momento recibieron un gran rechazo por parte de otros países, con protestas ciudadanas y peticiones de clemencia de autoridades que no sirvieron para nada. Medio siglo después, la periodista y escritora Aroa Moreno Durán publica un libro titulado Mañana matarán a Daniel (Random House), en el que rescata los nombres de los tres integrantes del FRAP para recomponer los hechos en la medida de lo posible.
La novela, que tiene mucho de crónica periodística, arranca en mayo de 2020. En plena pandemia, la autora va a dar un paseo con su hijo de cuatro años por la naturaleza, cerca de Hoyo de Manzanares. En plena excursión, comienzan a oír disparos: están en un campo de tiro del que ella no tenía constancia y, asustados, vuelven a casa. Al final de esa tarde, el director del periódico para el que colabora le hace un encargo que está directamente relacionado con la experiencia que había vivido poco antes: quiere que escriba una carta abierta a un militante de un grupo armado antifranquista en los años setenta. Y al investigar, descubre que a los tres del FRAP, acusados de matar en el verano de 1975 a un policía y un guardia civil, les asesinaron allí.
Moreno envió el texto, pero el tema no se quedó ahí. La historia de Xoxé Humberto Baena, José Luis Sánchez Bravo y Ramón García Sanz –cuyos nombres de combate eran Daniel, Hidalgo y Pito, respectivamente– se le había metido dentro, quería saber y contar qué había pasado pero, sobre todo, por qué no se sabía más de ello. “A mí me sorprendió mucho, porque no soy una persona desinteresada en la historia ni en la memoria, he escrito sobre eso. Fue como una conmoción”, dice a elDiario.es. “La historia reciente de España sigue escondida debajo de las piedras y a veces tienes que tropezar con ellas para que se ponga delante”, añade.
Las dificultades
Lo que pensó que iba a ser un proyecto de dos o tres meses se alargó cinco años. En un principio iba a ser una crónica de su búsqueda, pero se dio cuenta de que no podía ser. “Iba a trabajar con el dolor de personas que perdieron a hermanos, hijos o también de los guardias que murieron ese verano”, afirma. Ese rastreo incluyó burocracia, horas de lectura de documentos y entrevistas a personas relacionadas con los sucesos. Un trabajo arduo y, en ocasiones, desmoralizador.
Una de las partes más duras del trabajo fue revisar los sumarios de guerra. Algunos de ellos eran prácticamente ilegibles y, además, procedían de un tribunal militar que había obtenido las declaraciones mediante la tortura. “Imaginar que todo eso que hay detrás de esa documentación no es fiable ha sido muy complicado”, sostiene. Otra de las partes que le marcaron emocionalmente fue hablar con los ex compañeros de los fusilados.
Son Manuel Blanco Chivite y Pablo Mayoral, Alberto y Eusebio para los camaradas del FRAP. A ellos también les detuvieron ese verano y el primero fue condenado a muerte y el segundo a 30 años de cárcel, pero Blanco Chivite se libró por un indulto aleatorio y ambos salieron en libertad en 1977 con la Ley de Amnistía. Ahora forman parte de La Comuna, una asociación de presos y represaliados por el franquismo, pero “no han querido ni quieren hablar”: “Me enseñaron a pensar que yo nunca he puesto el cuerpo para conseguir nada y esta gente sí lo hizo. Pero es verdad que están callados 50 años después y contribuyen a que todo sea un silencio gigantesco”. Moreno quedó con ellos para preguntarles qué, quién, cuándo y cómo, pero allí reparó en que lo que quería saber era “por qué en 1975 habían matado a tres tíos” al lado de su casa y ella “no sabía nada”. Una cuestión que tiene que ver con todos en el país, no solo con ella.
La mala memoria
No hace falta buscarle mucha explicación a las razones de la derecha para revolverse contra la recuperación de la memoria histórica española, pero Moreno señala que no siempre han gobernado ellos. “La izquierda también ha sido tibia con la memoria, con la reparación y con el derecho al acceso a la verdad de la gente. La última ley es de 2022 y a mí me parece que debería haber ido mucho más allá, que fuera como un pacto de Estado”, señala, remarcando que “no hay dos memorias en la que cada uno interpreta lo que pasó: hay una en la que tiene que haber un consenso general”.
La autora narra en su libro el encuentro de una manifestación de jóvenes que reclaman la vuelta del fascismo y la dictadura. “Yo creo que hay un fracaso colectivo –políticos, educativo, familiar– en cómo hemos contado la dictadura. No es para culpar a las familias de que no hayan hablado porque el silencio viene del miedo. Pero todo eso hace que ahora haya una generación que tiene 20 años gritando consignas que pertenecen a otro tiempo muy siniestro y escalofriante”. Todavía hay datos que permanecen en la sombra, como las cerca de 40.000 personas que murieron en España durante la lucha antifranquista en tiempos de paz. No son un secreto, pero mucha gente que no los conoce o no es consciente de la magnitud de la cifra.
En 2024 y 2025, el Estado declaró ilegales los juicios y nulas las condenas de los últimos fusilados de la dictadura. Más allá del significado que tengan este tipo de acciones en relación a las leyes, Moreno considera que son muy importantes para las familias de los represaliados por el franquismo. “Flor Baena, la hermana de Daniel, me dijo: ‘Mi hermano ha dejado de ser un asesino para ser un asesinado’. Pero vamos tarde, esto debería haber empezado muchísimo antes”, declara, y apunta que esto llega ahora porque se va a cumplir el aniversario del medio siglo de aquellas ejecuciones. “No se han acordado de ellos en 50 años”, sostiene.
La ficción
Mañana matarán a Daniel, que toma el título de un poema que Manuel Blanco Chivite escribió a Xoxé Humberto Baena, es una novela que tiene poco de ficción. Lo único que la diferencia de una crónica periodística es que la autora tuvo que imaginarse los pensamientos o situaciones de los personajes fallecidos. Se basó en las cartas que escribieron y sus declaraciones, “que también tienen algunos posos de verdad, por lo que me han contado las familias”, explica. “Es una decisión que me costó mucho tomar pero necesitaba ponerlos a andar, a sentir, a imaginarme cómo era la mirada de ellos”, agrega.
El libro incluye, a modo de epílogo, el relato El reloj, que Xoxé Humberto Baena escribió en la cárcel de Carabanchel antes de que lo ejecutasen. “Es como que la novela acaba y te quedas a ver imágenes reales de aquello”, comenta, sumando que el autor “era un tipo que había estudiado francés, griego, esperanto, escribía poemas, le encantaba leer”. “Si no lo hubiesen matado, dos años después habría sido amnistiado y a lo mejor ahora tendríamos un escritor”, comenta. De hecho, casi sorprende lo bueno que es, así que es bastante probable que tenga razón.
La parte de su búsqueda se mantuvo en la estructura final de la novela y ahora le pesa un poco. No deja de ser otra manera de ‘poner el cuerpo’, esa expresión que tanto se utiliza a día de hoy, y siente algo de inquietud ante las posibles reacciones. Pero quiso que los lectores la acompañasen para mostrarles lo difícil que es, a veces, encontrar y contar la historia. “Yo me veía como una mujer de 40 años mirando hacia atrás con un hijo, con un trabajo, intentando una escritura política que todavía es tan difícil para nosotras cuando se carece de tiempo. Estaba mirando una historia de hombres que mataban, que mandaban, que murieron, que tuvieron miedo, que se arriesgaron. Me parecía que mi mirada aportaba algo al libro”, indica.
Su familia le pregunta que cuándo va a escribir algo más alegre, porque tanto en esta como en sus dos anteriores novelas –La hija del comunista (Caballo de Troya 2017) y La bajamar (Literatura Random House 2022)– también vuelve la vista a las vergüenzas de la historia reciente de España. Ella se ríe, pero lo tiene claro: “Yo creo que la literatura es conflicto. Me gustan los nudos, poner a alguien a salvar un obstáculo. Dudo mucho que, de pronto, me ponga a escribir algo alegre. Creo que aunque cuente algo que suceda en 2027, voy a mirar hacia atrás para ver de dónde llega. Lo siento, mamá”.