
El análisis a la «obra del escritor macho» que te reconciliará con aquellos que primero amaste y después odiaste
La escritora Luna Miguel publica ‘Incensurable’, una novela que imagina un futuro en el que la censura ha acabado con ‘Lolita’ de Nabokov
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Si Luna Miguel fuese académica, su tema de estudio sería la escritura de Vladímir Nabokov. Lo ha tratado en múltiples ocasiones –de hecho, su primera novela se titula El funeral de Lolita (Lumen, 2018)– y regresa a él en su nuevo trabajo, Incensurable (Lumen). La protagonista es la filósofa ficticia Letrice Santos, que, en una conferencia sobre el placer y la censura, se atreve a hablar de un libro demonizado que no se quita de la cabeza. Este título, que ya no se puede encontrar ni en librerías ni bibliotecas, no es otro que Lolita, la novela que Vladímir Nabokov publicó en 1955 y que 70 años después aún genera discusiones.
Sentada en una librería del centro de Barcelona, Luna Miguel explica a elDiario.es que su obsesión por el autor de origen ruso no solo se centra en Lolita, sino que abarca toda su escritura. Sin embargo, los temas que trata dicha novela y su vigencia perenne hacen que para ella sea inevitable “acabar regresando y estudiándola una y otra vez”, manifiesta. Llegó a ella en la adolescencia – “estaba en los compactos de Anagrama”, señala– y la ha acompañado durante dos décadas. Muchos de los autores de esa primera biblioteca personal aparecen en Incensurable, pero no precisamente para hacerles un homenaje, sino para hablar del ‘escritor macho’, un concepto que tampoco es nuevo en su obra.
“El escritor macho es el canon”, sentencia Miguel, y menciona a la escritora colombiana Carolina Sanín como prescriptora del término, que lo utilizaba para referirse a los hombres que en los encuentros literarios “parece que lo único que tienen que aportar es su anécdota de cuando se tomaron unas cervezas con Gabriel García Márquez”. Pero en este último trabajo ha querido salir del estudio de la figura de esos autores, como ya había hecho en otras ocasiones, y centrarse en su creación. “Igual que nos quejamos de que muchos solo hablan de la vida de las autoras y no analizan su obra, me planteé intentar analizar la obra del escritor macho, no solo criticar sus vidas o sus malas formas para con el mundo”, desarrolla. Una de las cuestiones que se le planteó fue si, después del MeToo y de la ampliación feminista de la biblioteca propia, podría reconciliarse con esos literatos a los que primero amó y después odió. Su respuesta es contundente: “Sí”.
Incensurable se desarrolla en 2029, cien años después del ensayo de Virginia Woolf Una habitación propia, con el que comparte algunas similitudes. “La pregunta que me hacía no era qué va a pasar en 2029, sino qué ha pasado desde 1929”, apunta. Para ella, el peligro del retroceso en las libertades es constante y señala debates que resurgen como el del derecho al aborto o el caso de El odio de Luisgé Martínez. “El problema con la censura es que una cancelación inocente, un retirado cobarde de un libro de las librerías, al final puede dar pie a que quienes están ahí deseando quitar más cosas”, declara. En cuanto a si ‘El gran apagón de Lolita’, como ella plantea en su último trabajo, sería posible hoy, ella cree que “sí y no”. “Todos lo conocemos y sabemos lo que es. Yo creo que la censura existe, pero también que es fácilmente detectable y podemos salir a manifestarnos contra esos procesos censores. El problema es cuando desde nuestro propio lado damos pie a que eso ocurra”, afirma.
La enfermedad de la letraherida
Perder la cabeza por los libros, como le sucede a Letrice Santos con Lolita, es una cuestión que Luna Miguel ya ha tratado en otras obras como Leer mata. ¿Se puede llegar a enfermar de literatura? “Todo lo que hacemos obsesivamente acaba haciéndonos daño. Y en este caso es la lectura”, comenta. Su protagonista ha llegado a un nivel de demencia importante porque está obsesionada con un libro: “Supongo que, como yo también lo estoy, he escrito a este personaje para no volverme loca y prevenirme de lo que podría pasar si sigo leyendo Lolita una vez al año”, dice entre risas.
Además de su problema con la lectura, la protagonista de Incensurable es adicta al alcohol. Miguel, que hace dos años se hizo abstemia –lo anunció en sus redes sociales, donde tiene miles de seguidores–, quería que su protagonista tuviera ese conflicto, que es herencia de su padre: “Me interesaba que hubiese elementos de maldad aparentemente inocentes. El alcoholismo supone la justificación de la protagonista para hacer cosas malas. Y, al fin de cuentas, no deja de ser el comportamiento del escritor macho”. Además, su objetivo era poner a la mujer alcohólica no en un papel de víctima, sino de empoderada como Mary Karr en Iluminada o Anne Sexton, quien tenía comportamientos muy violentos cuando bebía: “Entendemos que son mujeres en una sociedad que las oprime y que su salida es el alcohol, pero, a pesar de eso, me gusta que no las pongan solo como víctimas y que podamos reflexionar también a propósito de sus actos malvados”.
Todos los personajes llevan la carga pesada de sus fantasmas del pasado, como el resto de la humanidad. Para Miguel, se puede aprender a convivir con ellos o leer libros que ayuden a ponerles nombre, pero el secreto y el trauma siempre van a estar ahí. Cree que en los últimos años se ha hecho mucho hincapié en ‘la cura’, en la necesidad de ir a terapia para encontrar soluciones que quizá no existen o no son necesarias: “Hay que reconocer lo malo para no repetirlo. Debemos ser consecuentes con lo hacemos, trabajarlo y no buscar en nosotros una justificación total y creernos bondadosos cuando efectivamente no lo hemos sido. Si no, nunca vamos a pedir perdón y hay que pedir disculpas a veces”. Es, de hecho, lo que le ocurre a su protagonista, que inflige en los demás todos los daños que le hicieron a ella, y no le va precisamente bien.
El ensayismo mágico
Habrá quien considere que Incensurable es una novela y quien estime que más bien pertenece al género del ensayo, pero no es ni una cosa ni la otra porque la propia autora lo ha definido como ‘ensayismo mágico’. “Es una tradición latinoamericana fortísima de Ricardo Piglia, Lina Meruane, pasando por otros tantísimos autores. Esa mezcla de la ficción y el ensayo para poder contar una mentira y precisamente desvelar las mayores verdades de todas. Y eso me interesa narrativamente”, comenta. Según su percepción, muchos autores y autoras se mueven ahora hacia ese terreno difuso entre ambos géneros, un proceso propio de momentos conflictivos como el actual.
La estructura del libro, en el que la escritora se divierte con una especie de juego de espejos entre su vida y la de la protagonista, recuerda en cierta manera a la novela Biografía de X de Catherine Lacey, uno de los títulos más destacados de 2024. Luna Miguel se declara en completa sintonía con su escritura, que conoce desde los tiempos de la Alt Lit [movimiento literario de principios del siglo XXI]. “Lacey estaba metida también en ese rollo allá por el año 2000, casi cuando MySpace y los primeros años de Facebook”, rememora. Por aquel círculo se movían otras literatas como Sheila Heti, que precisamente saca ahora, también en Lumen, su nuevo libro, Diario alfabético. “Parte también de esta cosa de qué pasa si cojo la realidad, la meto en una coctelera y la descompongo”, comenta Miguel. Asimismo, señala como fuente de inspiración la relectura de Chris Krauss, a la que conocía por temas relacionados con el deseo, pero que ahora le ha servido para analizar el dispositivo narrativo, como ha hecho con Nabokov.
El objetivo final de Letrice Santos es que Lolita se conozca y todo el que quiera se acerque a la historia de Humbert Humbert. Algo que, a su manera, también hace Luna Miguel con su trabajo. “Yo invitaría a releer a muchos de los autores que están ahí, pero con las técnicas y los aprendizajes que hemos hecho en estos años”, sostiene. “Sobre todo les diría a los lectores que no tengan miedo de leer algo que podría hacer daño. Que lean ese libro que les da miedo leer porque piensan que eso les podría convertir en una mala persona. Yo creo que los libros no nos hacen peores personas”, concluye.