El negacionismo de Trump llega a las consultas: “Hay una sensación de que las instituciones sanitarias nos engañan»

El negacionismo de Trump llega a las consultas: “Hay una sensación de que las instituciones sanitarias nos engañan»

El apoyo a los discursos conspiranoicos relacionados con la salud crece en los últimos años, principalmente entre quienes se informan a través de redes sociales. Se ven “expuestos de forma involuntaria” a la desinformación, señala la doctora en Sociología Celia Díaz Catalán

No, no hay pruebas de que el paracetamol sea la causa del autismo ni se cura con un medicamento: “Es una patochada”

En los meses más duros de la crisis de la covid, Donald Trump sugirió que quizá los desinfectantes y la luz solar podían servir como tratamiento para el virus. Para su segundo mandato, eligió al activista antivacunas y conspiranoico Robert F. Kennedy como secretario de Salud. Junto a él, hace tan solo unas semanas, vinculó el autismo con las vacunas infantiles y con el uso de paracetamol durante el embarazo. Estos son solo tres episodios de los muchos que componen la historia de desamor entre el presidente de Estados Unidos y la evidencia científica. 

Esos discursos cruzan el charco y se reproducen, en mayor o menor medida, en conversaciones que los ciudadanos mantienen con sus médicos, farmacéuticos o incluso en su propio entorno, alimentadas con nuevas confabulaciones que circulan por las redes sociales. No son mayoritarias, pero reflejan un fenómeno más amplio: la erosión de la confianza de parte de la población en la ciencia y en las instituciones.

“Lo que queda con estos discursos no es una desconfianza concreta en el paracetamol, sino una sensación de que las instituciones sanitarias nos engañan, porque dan información contradictoria y todo lo que me han dicho es mentira”, refleja Pedro Gullón, director general de Salud Pública y Equidad en Salud. 

La última Encuesta de Percepción Social de la Ciencia de la Fundación Española para la Ciencia y la Tecnología (FECYT), presentada en junio y elaborada con datos de 2024, dedicaba un apartado a la desconfianza en la ciencia y la mentalidad conspirativa, en la que se preguntaba a los entrevistados sobre teorías como las que Trump propaga para identificar el alcance de este tipo de discursos en la opinión pública. 

El resultado: más de la mitad de la población (56,6%) considera que problemas como la contaminación o el cambio climático ya tienen soluciones técnicas, pero hay fuertes intereses económicos que impiden llevarlas a cabo; el 50,1% cree que las compañías farmacéuticas ocultan los peligros de las vacunas; gran parte de la población piensa que se han producido virus en laboratorios gubernamentales para controlar nuestra libertad (41,6%) y uno de cada tres españoles (33,3%) afirma que la cura para el cáncer existe, pero se mantiene oculta al público por intereses comerciales. Aparecía también una pregunta relacionada con esa reciente intervención del presidente estadounidense. “El Gobierno está tratando de ocultar la relación entre las vacunas y el autismo”. Respondió de forma afirmativa el 24,5% de los encuestados.

Una de las coautoras de esa encuesta, Celia Díaz Catalán, profesora en el Departamento de Sociología de la Universidad Complutense de Madrid, sostiene que la confianza en las instituciones sanitarias se mantiene alta y estable respecto a años anteriores, aunque “con ligeros matices generacionales y educativos” y con un escepticismo creciente hacia la industria farmacéutica, que no se refleja en la valoración favorable de la población al conocimiento científico y a los profesionales de la salud. “Las personas pueden confiar en la ciencia, en los médicos e, incluso, considerar que una vacuna como la de la covid genera más beneficios que perjuicios, pero muestran recelo ante las empresas que las producen”, asegura.

Por lo general, los discursos de Donald Trump, de miembros de su Administración o de líderes conspiranoicos se interpretan como “extravagancias”, pero cada una de esas ocurrencias, afirma Díaz Catalán, “ocupa un peso importante en la agenda comunicativa, dando lugar a que determinados segmentos de población, especialmente los más politizados o los más activos en redes, refuercen sus predisposiciones previas de desconfianza”.

Los investigadores que realizaron esta encuesta, que se publica desde 2002 con carácter bianual, han detectado que estas teorías tienen mayor incidencia entre quienes muestran un menor interés en las cuestiones relacionadas con la ciencia y la tecnología. “Esto posiblemente refleje que la gente que no busca activamente información relacionada con la salud se ve expuesta habitualmente de forma involuntaria a desinformaciones”, agrega Díaz Catalán. Y es en ese punto en el que los profesionales de la salud más cercanos emprenden su particular cruzada contra los bulos. 

Carlos Fernández Moriano, responsable de Divulgación Científica del Consejo General de Colegios Farmacéuticos asegura que estos mensajes generan “incertidumbre y dudas”. “En las farmacias se vive con pacientes que están en tratamiento con paracetamol durante periodos prolongados y acuden preguntando qué hay de cierto en estos discursos. Estas dudas no son positivas porque generan desconfianza de la población en los medicamentos cuando muchos son necesarios para tratar sus síntomas y enfermedades”. 

Las agencias reguladoras del medicamento, como la AEMPS, en España, o la EMA, a nivel europeo, se mantienen “muy al tanto de todas estas señales o advertencias de seguridad que surgen” y evalúan periódicamente toda la información de la que disponen, de todas las reacciones adversas que se hayan podido notificar y emiten las acciones que consideran, desde una retirada de un medicamento hasta cambios en las condiciones de autorización o cambios en el prospecto, añade al respecto. Y son los propios farmacéuticos y médicos los que se encargan de responder con mensajes divulgativos para transmitir “calma”. 

“De vez en cuando, aparece algún paciente que, por los bulos que circulan por internet y por redes sociales, viene con estas teorías pseudocientíficas. Hay bastantes dudas con las estatinas, un fármaco para el colesterol. Nosotros utilizamos nuestro conocimiento, nos apoyamos en estudios científicos y ponemos nuestro crédito profesional y la relación más personal que tenemos con los pacientes como médicos de familia para hablar con ellos de las dudas que tengan”, asegura Jaime Rol, médico de Atención Primaria en Madrid.

La pandemia tuvo “un doble efecto”, dice Celia Díaz Catalán, porque fortaleció la legitimidad de la ciencia, pero también abrió un espacio de sospecha sobre los intereses políticos y económicos que la rodean. “La confianza sigue siendo alta, aunque algo más crítica y selectiva”, dice. Para Pedro Gullón, la mejor forma de atajar la incertidumbre ante este tipo de declaraciones es “generar confianza en las instituciones, intentando no contradecirse, teniendo una información científica y veraz y siendo transparentes con la población”

Aythami Rivero, médico que participó en el último Congreso sobre negacionismo en las consultas, señala que ahora los negacionistas son más “duros”, tienen una “desconfianza continua”. Y admite que hay un reflejo de esa tendencia en las consultas, donde tiene a un par de pacientes negacionistas por día, y coincide en que hay una gran influencia de las redes sociales: “Dudan porque lo han visto en un vídeo, y ese vídeo para esa persona es más real que lo que te cuenta un médico que se ha formado”.

Frente a la sencillez de la pantalla, la frialdad de la consulta. El médico tiene que convencer al paciente en apenas unos minutos, en los que además tiene que explorarle. “Puede ser hasta frío con el paciente”, recalca Rivero, que hace cierta autocrítica con su profesión: “Los profesionales sanitarios, los médicos, tenemos mucho miedo a la exposición generalizada. Al igual que cualquier influencer sale en Instagram hablando de cualquier enfermedad, nosotros no hemos sido capaces de salir a las redes a comunicar”.