Luc Besson: «La política francesa es una película con un guion pésimo, mal producida y peor interpretada»
El mítico director francés estrena su último trabajo, una nueva versión del vampiro más famoso de la literatura y el cine: ‘Drácula. Una historia de amor’
20 años del fenómeno ‘Crepúsculo’, la historia de amor con un vampiro que cambió la cultura pop hasta ser un meme
A primera vista, Luc Besson parece más un jubilado taciturno de un pueblo de la Provenza que un director de cine. No muy alto, desaliñado y vestido de oscuro, con ropa que le queda holgada, el director de películas como El gran azul, Nikita, León o El quinto elemento se posiciona lejos del star system hollywoodiense a pesar de su estrecha colaboración con la industria californiana, de la que se nutre de actores y técnicos para sus proyectos, y para la que ha descubierto en el pasado a estrellas como Natalie Portman. “Yo hago cine, Hollywood hace productos de consumo”, sentencia.
Antes de empezar la entrevista con elDiario.es, en el marco del Festival de Sitges, mira con sus ojillos oscuros y penetrantes y dice: “Pareces más cansado que yo”. Le comento que la noche anterior estuve cubriendo la entrega del premio Planeta. “¿Dan mucho dinero?”, pregunta. Le comento que un millón de euros, seguramente el premio literario mejor pagado del mundo. Quiere saber si lo ganó un escritor prestigioso y cuando escucha que lo ganó un tertuliano televisivo, suelta una estruendosa risa. “Ahora será un tertuliano rico”.
“Aquí económicamente os va bien ahora, ¿no?”, insiste, parece que quiera ser él quien entreviste. Dice que ha leído que la economía española es la más dinámica de Europa. Preguntado finalmente por Francia y su inestabilidad política, emite un gruñido de indiferencia y dice: “Ya ni me preocupo por eso, trato de centrarme en mi trabajo”. “Lo único que puedo decirte es que la política francesa es una película con un guion pésimo, mal producida y peor interpretada”, concede como respuesta.
‘Drácula. Una historia de amor’, más romanticismo que terror
En realidad Besson estrena nuevo filme, Drácula. Una historia de amor, que llega a las salas de cine el próximo 21 de noviembre. La recepción de la cinta ha sido ambigua. Mientras que los fans de Besson defienden la fotografía, la puesta en escena y el ritmo trepidante que en algunos momentos muestra la película, otros críticos y espectadores han hecho hincapié en la falta de fuerza de la trama y, sobre todo, en el sacrilegio que supone convertir al conde Drácula en un personaje romántico y enamorado, que practica el mal no por placer, sino por el dolor que le produce la pérdida de su amada.
Besson cree que estas críticas no son justas, porque no se ha entendido la intención de la obra. “No he hecho la enésima versión de Drácula”, defiende. “Le estoy contando al público una historia de amor y uso los códigos de Drácula solo por diversión, pero el verdadero título es ‘Una historia de amor’, de modo que podríamos obviar a Drácula y la historia funcionaría igual”. Cuando se le comenta que también otras cintas presentes este año en Sitges, como Together y Esa cosa con Alas, abordan temáticas como el duelo y el amor utilizando como instrumento la fantasía, dice entenderlo perfectamente.
“La sociedad actual es muy cínica, está totalmente deshumanizada, y probablemente lo que más necesitamos es amor”, replica. “Así que nuestro trabajo es hablar de lo que nos falta, y sí: creo que, como mi Drácula, un hombre esperaría 400 años para volver a ver a su esposa; así que es interesante mostrarle eso a la gente”. “Cuando ves que cada vez más gente va a los museos a ver pinturas que son del siglo XVI o XVII, te preguntas por qué”, prosigue y se responde: “Buscamos en lo antiguo porque extrañamos cosas como la belleza, el amor, el arte, ya que la gente necesita alimentarse de él porque es un combustible, es gasolina, y se nos está acabando”.
En este sentido, se muestra crítico con el modo de vida actual: “Comemos cosas prefabricadas, recalentadas, nos pasamos comiendo mierda la mayor parte del tiempo; y también amamos de una forma cínica y prefabricada, sin alma”. “Y luego nos desesperamos, al final no somos felices”, remacha. Frente a este modelo de vida, Besson propone a su Drácula “como un héroe romántico”, alejado de los cánones del Drácula tradicional que describió Bram Stoker, un cínico diabólico que vive de absorber la sangre de los demás por puro placer.
En busca de la bondad dentro del mal
En realidad, la conversión de lo maligno, su humanización en un final redentor, es una constante del cine de Besson; se puede apreciar claramente en Nikita o en León, cintas donde dos asesinos a sueldo descubren su bondad. También en este Drácula. “Lo hago porque creo que es una lección de vida: lo malo puede ser bueno y lo aparentemente bueno, puede resultar malo”, explica Besson. “Por ejemplo, ahí tienes a los políticos, que en teoría están aquí para ayudarnos y no lo hacen; y también se supone que la Iglesia debe hacernos buenos, y luego salen los casos de los curas pedófilos…”.
De todas formas, insiste en que su Drácula no tiene nada que ver con otras versiones: “La película está mucho más inspirada en La Bella y la Bestia, y ves que la gente piensa: ‘Dios mío, este tipo da miedo’, pero solo se trata de un hombre enamorado”. “De hecho”, agrega en referencia a León, “León [Jean Reno] es un asesino que no sabe leer ni escribir, pero es el único que puede salvar a una niña [Natalie Portman]. Lo que me gusta de mi versión de Drácula es que al final lloramos por el monstruo, porque también nos pueden gustar los monstruos”.
A los 15 años, con mi padrastro, no teníamos música en casa, tampoco televisión y el cine más cercano estaba a 15 kilómetros; quería escapar, abrir la ventana y volar en un taxi volador y fue entonces cuando empecé a escribir ‘El quinto elemento’
Otra constante en el cine de Besson es que la gran mayoría de protagonistas de sus trabajos son personas que viven al margen del sistema. El director reconoce que este hecho es la consecuencia de su juventud y su infancia errante, condicionada por unos padres instructores de buceo y nada convencionales, que cambiaban continuamente de hogar. “A los 15 años, con mi padrastro, no teníamos música en casa, tampoco televisión y el cine más cercano estaba a 15 kilómetros”, explica para justificar su amor por las personalidades alejadas de los convencionalismos. “El único contacto que tenía era la naturaleza, y eso era todo”, prosigue. Y añade: “Quería escapar, abrir la ventana y volar en un taxi volador”. “Fue entonces empecé a escribir El quinto elemento, esa fue mi vía de escape”.
Prodigioso Caleb Landry Jones
Una de las pocas cosas sobre este Drácula en las que se alcanza un consenso mayoritario es sobre la portentosa actuación de Caleb Landry Jones, un actor con el que ya trabajó en su anterior cinta, la sorprendente Dogman. “Podría hacer el resto de mis películas con él, incluso volver a filmar las que he hecho, porque Caleb es un genio total, una maravilla de actor”, sentencia con absoluta seriedad Besson. “Dirigir a Caleb es como conducir un Ferrari, como si tuviera una potencia de 600 caballos y se manejara con un par de dedos, y para un director es simplemente maravilloso contar con este nivel de química y de talento”, dice con entusiasmo antes de profetizar que habrá futuras colaboraciones entre Besson y Landry Jones.
Dirigir a Caleb Landry Jones es como conducir un Ferrari, como si tuviera una potencia de 600 caballos, y para un director es simplemente maravilloso contar con este nivel de talento
Preguntado por su capacidad para trabajar tanto con elementos del cine europeo como con los de Hollywood, el realizador francés contesta que puede hacer películas en ambas industrias: “Me siento cómodo en ambos mundos”. Pero respecto a hacer un filme por encargo para Hollywood, replica que eso no le interesa: “Hacer una película es algo muy personal, se trata de ti, de lo que tienes que decir y de cómo quieres decirlo, así que no lo haré jamás”. “Yo me preocupo no de vender, sino de saber si la cinta va a gustar o si se entenderá, necesito hacer sentir cosas al público”, recalca. Y remacha: “Ya sabes, un artista es un artesano y todas mis películas se hacen a mano, y lleva a veces años, y nosotros nos encargamos de ellas”.
Besson, por contra, ve Hollywood como una fábrica de películas. “Crean productos y lo único que venden es propaganda para demostrar su fuerza, nada más”, espeta, pero seguidamente matiza que todavía quedan genios en esa industria: “Están los actores y Scorsese, Spielberg y algunos otros, y ojalá sigan rodando sus películas y podamos verlas. Pero, por lo demás, Hollywood es solo una fábrica de productos para el gran consumidor”, apostilla para cerrar la entrevista.