P. Duchement, profesor experto en acoso escolar: «Pedimos mucho a los docentes, pero que sepan gestionar el acoso es necesario»

P. Duchement, profesor experto en acoso escolar: «Pedimos mucho a los docentes, pero que sepan gestionar el acoso es necesario»

Este docente y perito informático ofrece en ‘Te espero a la salida’ un manual práctico para que las familias sepan cómo afrontar un caso de acoso, sean víctimas o agresoras; “Acoso hay en todos los centros: si tengo que elegir entre un colegio con 20 protocolos abiertos y otro con ninguno matriculo a mi hijo en el de 20”

Educación investiga la muerte de una adolescente que se precipitó desde el balcón de su casa en Sevilla

Si su hijo o hija fuera víctima de acoso escolar, ¿sabría qué hacer, cómo actuar? ¿Sabe que su colegio está obligado a tener un protocolo para estos casos y que debe abrirlo en cuanto lo solicite, sin poner pegas ni demorarlo por razón alguna? ¿Que puede, y quizá deba, acudir a la Fiscalía de menores?

Si su hijo o hija fuera acosador, ¿tiene alguna idea de cómo afrontarlo, más allá de (probablemente) empezar por negarlo porque eso no le pasa a uno, serán cosas de niños o exageraciones? ¿Puede llegar a imaginar que su hijo (o hija) tiene casi con toda seguridad un problema de autoestima, posiblemente provocado en casa, que le lleva a maltratar a otras personas en busca de validación externa?

Pablo Duchement, profesor, informático y perito judicial, está convencido de que la mayoría de las personas responderán que no a ambas cuestiones, especialmente a la segunda. Para dar respuestas ha escrito el libro Te espero a la salida (editorial Vergara), recogiendo las cinco palabras que tanto escuchó y que le aterraban en la infancia. Un texto escrito a modo de manual práctico para esas familias desorientadas a las que nadie explica cómo actuar cuando se ven inmersas en un caso de acoso escolar, sean agredidas o agresoras.

Desde la propia experiencia

Duchement tiene experiencia en la materia. Él mismo casi pierde la vida un día que su acosador no midió bien (o sí) la paliza que le dio, cuenta, y en otra ocasión cuando pensó que no quería recibir más patadas en la cabeza y que podía acabar con el problema por la vía rápida. Como a tanta gente, cuenta, el trauma le acompañó durante años. Pero sobrevivió, y ahora trata de defender a los vulnerables desde su puesto de profesor y también como perito informático judicial cuando la situación traspasa la línea del delito, la mayoría de las veces cuando internet y el ciberacoso se cruzan en el camino de algún menor, otro gran desconocido entre las familias.

Lo primero, cuenta, es ser consciente de que “esto no son cosas de niños, de niños buenos y niños malos”, advierte. Ser conscientes, continúa, de que “una persona mentalmente sana, que está conforme consigo mismo, no tortura sistemáticamente a un compañero. La mayoría del acoso escolar se produce por una falta de autoestima intrínseca en el acosador”, lanza. “Alguien que no se quiere a sí mismo, que necesita la validación de los demás y acude a la dominación”.

El acoso, más que heredarse creo que es un efecto en cadena. Tener unos padres que realizan este tipo de conductas hace que tu autoestima esté mal y entonces llegas a desarrollar o la necesidad de acosar. O acabas siendo víctima de un acosador

¿Cuánto influye, entonces, lo que ese niño tenga en casa? ¿Las condiciones que llevan a acosar se heredan? “Más que heredar creo que es un efecto en cadena, pero sí encontramos a niños realizando acoso escolar y cuando contactamos con la familia vemos conductas abusivas por parte de esa familia, y eso sí que se ha heredado. Tener unos padres que realizan este tipo de conductas hace que tu autoestima esté mal y entonces llegas a desarrollar o la necesidad de acosar. O acabas siendo víctima de un acosador”, elabora.

El libro ofrece recomendaciones concretas, planes de actuación paso a paso y consejos de alguien que ha estudiado y vivido el tema durante décadas. Avisa al tutor, exige que se abra el protocolo, infórmate de cómo funciona, asegúrate de que se está cumpliendo y si no eleva la queja a la inspección, en paralelo, si crees que se están produciendo conductas delictivas, denuncia ante las fuerzas de seguridad o la Fiscalía de menores, apúntalo todo, guarda pruebas, recomienda el perito.

Para, entre otras cosas, intentar evitar situaciones como la que se ha vivido esta semana en el colegio Nuestra Señora del Loreto, de Sevilla, que ignoró un caso de acoso hasta que la alumna agredida no pudo soportarlo más y se tiró por el balcón de su casa. Duchement no dice que su libro garantiza que no habrá desenlaces como este, claro, pero sí ofrece herramientas a las familias para que eviten, por ejemplo, que sus centros actúen como Nuestra Señora del Loreto, que no hizo nada ante una denuncia más o menos formal y ni siquiera abrió el protocolo para investigar el caso. La Junta ha denunciado el caso ante la Fiscalía de menores y la familia hará lo propio con el centro por inacción.

“Acoso hay en todos los centros”

Situaciones estas, que un centro ignore o infravalore un caso, relativamente frecuentes contra toda lógica, recuerda Duchement. “Existe una mentalidad por la que si yo, colegio, atiendo un caso de acoso escolar estoy reconociendo que en mi centro hay acoso y eso es malo para el negocio. No tiene sentido desde dos perspectivas”, explica. “La primera es que acoso hay en todos los centros. No depende del colegio o instituto, depende de la naturaleza humana. Gestionarlo no es reconocer que hay acoso escolar; es actuar bien. Si yo voy a matricular a mi hijo y dudo entre dos centros y en uno dicen que no han abierto ni un solo protocolo porque no hay acoso y en otro han abierto 20 protocolos matriculo a mi hijo en el de los 20, porque lo que yo entiendo del primero es que no hace nada al respecto, porque no puede no haber. La segunda postura es proteger una especie de reputación del colegio. Pero ahí tenemos a los centros públicos, que no dependen de la reputación. Y sin embargo vemos que cometen los mismos errores que los concertados y los privados”, argumenta.

Hemos metido a una persona que acaba de sacarse un título en una habitación con 30 o 33 adolescentes con las hormonas por las nubes y le hemos dicho que tiene que saber gestionar una cosa que es intrínseca a la naturaleza humana, como es el intento de posicionarse en un estatus diferente al resto del alumnado, y que puede provocar una situación tan desagradable y tan delicada como el acoso escolar

Ese problema, continúa el experto, se suma a que los centros se ven obligados a lidiar con un problema para el que habitualmente no están preparados. “Los profesionales de educación no saben gestionar el acoso escolar porque nadie les ha enseñado”, dispara. “Hemos metido a una persona que acaba de sacarse un título en una habitación con 30 o 33 adolescentes con las hormonas por las nubes y le hemos dicho que tiene que saber gestionar una cosa que es intrínseca a la naturaleza humana, como es el intento de posicionarse en un estatus diferente al resto del alumnado, y que puede provocar una situación tan desagradable y tan delicada como el acoso escolar. Las titulaciones universitarias conducentes a la docencia no tocan el acoso escolar en sus currículums”, se sorprende.

Aún así, Duchement cree que debe ser parte de su función, aunque el profesorado esté sobrepasado con carácter general. “Le pedimos una barbaridad a los docentes, pero está bien pedirles ciertas cosas”. ¿No es demasiado poner este peso en sus espaldas? “Que sepan gestionar el acoso escolar es lógico y necesario. El problema es que se lo pedimos sin darles nada”, opina. “Por ejemplo, ha salido un protocolo de prevención de riesgo del suicidio en Canarias y a los profesores nos obligan a utilizar herramientas de diagnóstico de psicólogos. ¡Eso lo tendrá que hacer un psicólogo! Pues no, como no hay se lo echamos encima al profesorado. Les hemos pedido tantas cosas que puede parecer que es inviable, pero lo que hay que hacer es quitarles otras cosas, como la burocracia. No estamos priorizando lo que sí deberían hacer”.

“El ciberacoso es delito”

Duchement lleva años divulgando en X sobre los riesgos que internet tiene para los menores. Sin alarmismos, pero sin ocultar realidades que él ve en clase y en sus investigaciones para juicios, que le ponen de frente con lo más perverso del ser humano, como relata de vez en cuando en su perfil de la antigua Twitter. Para empezar, que el ciberacoso, tan presente, no es simplemente acosar a través del móvil. O, mejor dicho, no tiene las mismas posibles consecuencias… para el acosador. “Cualquier método de ciberacoso implica de por sí una conducta delictiva, aunque haya conductas de acoso que no lo son”, dispara el perito. “Por ejemplo, que te llamen ‘gafotas’ en clase todo el día no es una conducta delictiva, aunque sí puede ser parte de una situación de acoso, mientras que publicar todos los días una foto tuya escribiendo debajo la palabra ‘gafotas’ sí es una conducta delictiva. Ya desde esa perspectiva tenemos que entender que es muy diferente”, elabora.

También es habitual que este experto advierta públicamente de lo que considera un gran desconocimiento de las familias. “No son conscientes del peligro que hay detrás de la exposición que tienen sus hijos en las redes”, sostiene el perito. “Porque si lo fueran sería todavía más perverso que lo permitan, y lo están permitiendo con tal de conseguir no sé qué resultado”, lamenta, para enmendarse a sí mismo enseguida.

Algunas familias explotan la imagen de sus hijos para conseguir lucro personal. Hay otras que simplemente lo hacen porque quieren compartir la vida de sus hijos y no tienen ni idea del daño que les está causando. Pero como todo el mundo aplaude, aquí no pasa nada

“Sé que algunas familias explotan la imagen de sus hijos para conseguir lucro personal. Hay otras familias que simplemente lo hacen porque quieren compartir la vida de sus hijos y no tienen ni idea del daño que les está causando. Hay familias que se dedican a hacer publicidad de productos para menores, utilizando, perdón, explotando a sus propios hijos laboralmente. Y como todo el mundo aplaude, pues aquí no pasa nada”, reflexiona.

Las compañías se saltan la ley, el Gobierno lo permite y padres y madres aplauden y sacan beneficio, lamenta Duchement. “Las redes sociales son tecnologías para adultos y tienen una edad mínima de uso porque consideramos que es cuando hay unos valores para que sepan utilizarlo bien”, advierte el perito. “Pero los niños han entrado y están manejando herramientas que están pensadas para adultos. No puede salir bien. Es como decir que mi hijo es muy maduro, así que voy a permitirle conducir. Se va a estampar, da igual lo maduro que sea”.

También los docentes lo hacen. O, mejor dicho, un tipo concreto de docente para el que este profesor ha acuñado el término TeachToker, jugando con el nombre de una de las redes sociales preferidas por los jóvenes, TikTok.

La cultura ‘TeachToker’

Todo parte, explica, de una “cultura muy equivocada”, basada en la idea de “todo lo que está en las redes es de dominio público”. Una falacia instalada que puede salir cara, advierte: ni siquiera la voz de un niño en el aula se puede colgar en internet sin un permiso expreso. Y que una familia dé ese permiso a un centro para promocionarse no implica que el personal del centro pueda colgar imágenes de los menores. “Que un papá o mamá diga puedes subir la cara de su hija a Instagram no valida que Pepe, el de inglés, suba fotos a su cuenta personal. Si fuera así lo podría hacer el equipo de limpieza, el de mantenimiento… ¿Te imaginas a toda esa gente haciéndole fotos a nuestros niños?”, se pregunta.

Hay profesores que graban lo que hacen con los niños, se graban ellos poniendo notas en exámenes en los que pueden ver los nombres y apellidos de los niños, se graban con anécdotas de clase identificando al alumnado. Es una locura, difícilmente puede ser más ilegal

Pero, retoma la idea anterior, “esa distinción no se hace con la cultura que hemos creado. ¿Y qué hacen estos profesores? Graban lo que hacen con los niños, se graban ellos poniendo notas en exámenes en los que pueden ver los nombres y apellidos de los niños, se graban con anécdotas de clase identificando al alumnado. Es una locura, difícilmente puede ser más ilegal. Pero no se denuncia y están convencidos de que pueden hacerlo y la práctica se extiende”, explica.

Y, sin querer entrar en catastrofismos, cuenta que todo eso tiene consecuencias concretas. “En Internet hay un montón de gente con muchas ganas de ver a niños. No son gente que querríamos tener cerca de niños, pero lo único que quieren es que el número de seguidores siga subiendo. Están exponiendo a los niños a un público muy tóxico y están pasando cosas, ha llegado a haber agresiones”, asegura una persona que investiga casos y asesora en juicios. “Yo me empiezo a enterar de este asunto precisamente porque llegan padres de menores que han sido agredidos en la red, y cuando me pongo a investigar al agresor, de dónde ha sacado la información del niño, detrás me veo a un profesor molón que se ha puesto a publicar cosas sobre ese niño en Internet. Y sí, ocurre”, se adelanta a los escépticos.