
A Juan del Val no le gusta la gente
El premio Planeta es ese galardón que se concedió a una mujer que, oh sorpresa, resultó ser tres hombres. ¿Qué podíamos esperar después de aquello?
En la primera persona que pensé cuando le concedieron el premio Planeta a Juan del Val fue en María Pombo, la influencer que nos advirtió de que no éramos mejores por leer. Cuánta razón tenías, María Pombo, reflexioné, mientras veía a la periodista Esther Vaquero poner los ojos en blanco al oír el nombre del autodenominado polemista de El Hormiguero. Qué necesidad habrá de leer (y escribir) según qué cosas. “Lo voy a decir: creo que hay que empezar a superar que hay gente que no le gusta leer”, nos espetó la Pombo, en plan diva del pueblo iletrado. “Gente”, dijo, usando el mismo sustantivo que Juan del Val, aunque el marido de Nuria Roca se refería a esa masa de personas que sí lee sus novelas, y que constituyen lo contrario a la élite, que engloba a los que no nos acercamos a sus libros ni con un palo. Y en ese grupo estamos María Pombo y yo y muchos españoles elevados repentinamente a la categoría de élites intelectuales. Qué tiempos aquellos en los que la última polémica literaria era si Bob Dylan se merecía el Nobel de Literatura.
Del Val hubiera acertado más si hubiera usado alguno de los sinónimos que ofrece la RAE como alternativa a “gente”: muchedumbre, gentío, masa. El tertuliano quería decir chusma que nunca será élite, personas sin identidad ni gusto formado ni aspiraciones culturales. Que Juan del Val no respeta la literatura ni a sus propios lectores, que en su mayoría son lectoras (no aprendemos las mujeres a dejar de hacer caso al último imbécil) lo dejó claro en el programa en el que suelta sus gracias de palillo en la boca: “La mayor parte de mi público son mujeres, y ellas, por algún motivo que desconozco, cuando van a verme a la cola se echan perfume de una manera completamente… excesiva. Se echan mucho, muchísimo. (…) Un día firmas a 120 mujeres, que te dan 240 besos, con el perfume. Yo me he pasado durante meses con olor a perfume rondándome por el cerebro, fuera a donde fuese. Es incómodo”.
A Juan del Val le incomoda cómo huele la gente que lee sus ficciones, sin percatarse de que sus libros huelen peor. Huelen a clasismo, estereotipo y vulgaridad en el peor sentido que esta palabra tiene. Protagonizados por mujeres sin interés ni identidad, todas en crisis por un hombre y preocupadas por su celulitis y sus “tetas muertas”, son un insulto a la literatura popular, a la literatura de masas y a los libros de bolsillo pulp que se vendían en los quioscos, todos ellos más dignos. Y a pesar de esto, Juan del Val es un perfecto ganador del Planeta, que no es un premio sino un ejercicio de solipsismo destinado a hacer caja, a que corran ríos de tinta y polémica y a que todo quede en casa. El premio Planeta es ese galardón que se concedió a una mujer que, oh sorpresa, resultó ser tres hombres. ¿Qué podíamos esperar después de aquello?