Bebemos porque queremos (y nadie hace nada por evitarlo)

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Quizá ha pasado un poco desapercibido pero esta semana la Organización Mundial de la Salud ha movido una ficha importante. Ha dicho a los países europeos que la era de considerar el alcohol un patrimonio cultural o una sustancia inofensiva ha acabado.

Es mejor no engañarnos. Aquí están los datos: La Unión Europea (UE) es la subregión con mayor consumo del mundo y el cáncer es ahora también la principal causa de muerte. En 2020, el alcohol provocó 111.300 nuevos casos de cáncer en el continente.

Así lo recoge un manuel de prevención, el vigésimo, publicado por la Agencia Internacional para la Investigación sobre el Cáncer (IARC), que depende de la OMS en un volumen –te dejo aquí en enlace para consultarlo íntegro– que da un tirón de orejas a los países por no aplicar políticas de salud pública para proteger a las personas del alcohol. No se anda con medias tintas: “A pesar de la creciente evidencia, estas no se utilizan lo suficiente”. 

Pregunté a algunos expertos en la materia cómo estaba España y la respuesta fue: mal. No hay ninguna ley específica para reducir el consumo de alcohol en toda la población, aunque sí algunas medidas que prohiben, por ejemplo, que se anuncien bebidas con alta graduación. Mientras, cada verano seguimos queriendo vivir en los anuncios de cerveza: la amistad, la playa, las vacaciones, el buen rollo. Un idilio patrocinado por una sustancia perjudicial para la salud. 

El Ministerio de Sanidad sí ha aprobado una norma para evitar que los niños, niñas y adolescentes se inicien en el consumo, aunque aún está la espera de votación en el Congreso. ¿Cómo? Básicamente atacando a todo lo que “normaliza” esta sustancia porque ahí, dicen los expertos, está la clave de cualquier política pública en este ámbito: quitarlo de la vista lo más posible y hacer difícil su acceso. De hecho, la ley prohíbe consumir alcohol de manera expresa por primera vez a los menores de edad. 

“Hay que dejar de pensar solo en tratamientos y empezar a hacerlo en políticas públicas. El problema no es individual sino un asunto de Estado. El ”bebo porque quiero“ no es verdad, hay un contexto que incita”, me decía Albert Espelt, profesor de la Universidad Autónoma de Barcelona y miembro del grupo de trabajo sobre alcohol de la Sociedad Española de Epidemiología (SEE).

El manual de la IARC destaca unas cuantas medidas cuya eficacia está probada y que deberían empezar a poner en marcha ya los gobiernos:

-Aumentar los impuestos

-Fijar precios mínimos. O sea, prohibir las promociones como el happy hour

-Restringir la dispoibilidad. Es decir, que se venda en menos lugares y con horarios limitados 

-Elevar la edad para comprarlo o tomarlo 

-Establecer monopolios gubernamentales que controlen la venta 

¿Ves posible que esto ocurra en España? Somos un país productor donde el consumo, además, está muy normalizado, me advirtió Iñaki Galán, del Centro Nacional de Epidemiología (CNE): “Los gobiernos de todo el sur europeo son bastante reacios a políticas integrales y duras”. En Madrid incluso se promociona.

Lo mejor: combinar cuantas más medidas para potenciar los efectos. Subir el precio es una de las más eficaces. 

Hace tres años pasó algo que dio una pista de cuán difícil podía ser caminar hacia estas políticas. Con los votos de los países del sur, la Eurocámara ‘indultó’ el vino, la cerveza y el cava en un plan europeo contra el cáncer. Se aprobaron una serie de enmiendas que suavizaron el vínculo del consumo de alcohol con el desarrollo de tumores.

Frases como estas fueron borradas: “La OMS reconoce que no existe un nivel seguro de consumo de alcohol en lo que respecta a la prevención del cáncer e insiste en la necesidad de tener esto en cuenta al diseñar y aplicar las políticas de prevención”.

Albert Espelt me contó que preguntaron a chavales y chavalas en Manresa qué significaba para ellos el consumo “responsable” y muchos dijeron que volver correctamente a casa sin haber perdido el móvil ni las llaves. “Cuanto más se consume, más se tolera, así que un consumo moderado, si se mantiene, implica que cada vez se tomará más alcohol”, asegura. 

Mientras estabas a otras cosas…

El Gobierno ha dado tres meses a Madrid, Balears y Aragón para crear el registro de objetores al aborto antes de ir a los tribunales. Segundo aviso

“No damos abasto”. En este reportaje hay testimonios de radiólogos y radiólogas que explican el tapón que tienen con las pruebas diagnósticas como las mamografías de Andalucía. Son pocos y cada vez tienen más trabajo. 

Una historia muy curiosa sobre el cerebro y los niños epilépticos. Neurocientíficos italianos han documentado por primera vez cómo estos chicos y chicas con una dolencia grave y que son sometidos a cirugía conservan medio cerebro activo y la otra mitad en un estado similar al coma o el sueño profundo. 

La huella cerebral de las agresiones sexuales

 Y para terminar otra investigación relacionada con el cerebro que me ha parecido interesante. Un estudio liderado por el Hospital Clínic de Barcelona ha evidenciado que más de la mitad de las mujeres con estrés postraumático después de sufrir violencia sexual tienen desconectadas dos áreas relacionadas con la respuesta al miedo.

En ellas había desaparecido casi por completo la comunicación entre la amígdala, que ayuda a procesar emociones como el miedo, y la corteza prefrontal, que ayuda a regularlas.

Hasta aquí la newsletter de hoy. Este cierre es un poco especial porque supone también una despedida. Emprendo una nueva aventura profesional y el boletín se queda en buenas manos, las de mis compañeras de la sección de Sociedad. Ha sido un privilegio sostener este canal de comunicación. Gracias por hacerlo tan especial. 

Nos encontramos en la vida (no virtual) de fuera.

Un abrazo muy grande.