
Benítez Reyes, escritor: «La interpretación de la vida de los demás está mediatizada siempre por nuestra visión de las cosas»
El autor gaditano regresa a la narrativa con ‘La gente’, una novela coral ambientada en Rota en el contexto de la Guerra Civil, que combina drama y desenfado de la mano de la Fundación José Manuel Lara
Hemeroteca – Felipe Benítez Reyes: “La solemnidad es síntoma de un ego con varias décimas de fiebre”
Un montón de personajes más o menos extravagantes, una ciudad de provincias, un pasado y un presente llenos de historias, silencios y medias verdades. En la nueva obra de Felipe Benítez Reyes, La gente, que acaba de ver la luz de la mano de la Fundación José Manuel Lara, no hay un protagonista. Si hubiera que señalar uno, confiesa el autor, “sería la voz del narrador, ese personaje fantasmal que es el cronista de todas esas vidas, que va indagando en las anécdotas de esas personas desde el conocimiento de que cualquier vida es indescifrable”.
Engañosamente breve con sus 160 páginas, esta nouvelle propone de entrada una reflexión sobre la forma en que concebimos a nuestros vecinos y nos relacionamos con ellos, a partir del recurso “fullero”, según el propio Benítez Reyes, del manuscrito encontrado. “La interpretación de la vida de los demás siempre está mediatizada por nuestra visión de las cosas”, comenta el autor. “En cierto modo se trata de un proceso de ficción. Hacemos una interpretación personal de una realidad compleja que desconocemos”.
Tal vez por eso, añade el gaditano, el oficio literario parece especialmente propicio para esos ejercicios de voyerismo. “El escritor tiene mucho de espía de realidades ajenas, al menos en mi caso. No me interesa nada convertirme yo mismo en un personaje narrativo, sino constrir personajes. Pero también me inclino a creer que la autoficción tiene más de ficción que de auto. Es un mirarse al espejo, y cada vez que uno lo hace tiende a poner la mejor cara y el mejor perfil”.
Conflicto moral
Un inventor amateur que sueña con patentar la panacea, un pintor que solo pinta uvas, una troupe de enanos, letraheridos que consideran el soneto un logro técnico incomparable… También actúa como personaje el escenario, esa localidad gaditana de Rota en la que el autor nació en 1960 y donde vive actualmente, y de la que toma ángulos e historias para nutrir su imaginación. “Sí, pretendía que el pueblo fuera uno de los personajes fundamentales”, reconoce Benítez Reyes. “Lo inmutable es el pueblo en sí, los personajes van entrando y saliendo de escena y creando un clima humano con todas sus peculiaridades”.
Un verdadero guiñol que tiene mucho de pirandelliano, aunque el escritor se resiste a citar influencias concretas. “A estas alturas, uno lo que tiene, más que influencias concretas o precisables, es un gran rebujo. En un momento dado, me planteé situar la acción en un sitio imaginario, como Macondo, Comala o Santa María, pero pensé que era ridículo, un disfraz que se caería a las primeras de cambio. Convertir el pueblo en un espacio un tanto fantasmagórico me parecía mucho más interesante”.
Tampoco fue azarosa la elección de la época en la que evolucionan los personajes, la preguerra, la guerra y la posguerra civil. “Me interesaba también mucho ver cómo la gente reconstruye la realidad después de que la realidad haya estallado en mil pedazos, y cada cual carga con su pasado, así como su grado de complicidad con lo que pasó. En el fondo hay un conflicto moral, marcado por los comportamientos de unos y de otros”.
“No obstante, no tenía ninguna intención de escribir una novela de la guerra civil, ya hay muchas”, subraya Benítez Reyes. “Quería tratar esos momentos de nuestra historia desde un ángulo que no fuera el habitual. Nosotros vemos la Guerra Civil desde un punto de vista analítico, pero en aquel entonces muy poca gente tenía conciencia de lo que estaba pasando, dónde estaba el bien o el mal. Cuando uno se encuentra en una coyuntura como esa, la postura más habitual es el estupor, así es como lo vivió la mayoría y como lo vive la gente que sufre actualmente los conflictos bélicos: ¿Qué pasa aquí, y por qué?”
Infierno grande
Para el autor de novelas tan celebradas como El novio del mundo, el humor se ha convertido asimismo en una suerte de sello personal, incluso cuando no es deliberado. “En este caso no pretendía ningún efecto humorístico, pero los personajes resultan bastante cómicos, como la mayoría de las vidas cuando se las mira bien. El resultado ha sido una novela divertida a partir de unos personajes que en esencia son tristes, en parte parecernos más o menos ridículos según el caso. Son figuras con sus pequeños mundos que se desenvuelven en su cotidianidad y acaban provocando emociones contradictorias”.
El dicho popular “pueblo chico, infierno grande” cobra en algunas páginas de La gente un sentido pleno. “Es una constante universal, más aún cuando ha habido un conflicto bélico, que dispara todas las adversidades, pugnas y rencores. Todo eso se percibía de un modo tácito, yo mismo lo percibí de niño. Sabía que había pasado algo, aunque no fuera capaz de saber qué. Como cuando entras en una habitación y sabes que algo raro ha ocurrido, aunque todo esté en aparente calma. Yo lo intuía en las conversaciones, las frases a medias, las alusiones”.
En todo caso, Felipe Benítez Reyes no ha tenido en ningún caso la pretensión de trabajar con la memoria, “sino que he intentado fantasear sobre un periodo que no viví. La Historia admite muchas interpretaciones interesadas, y la presunta objetividad solo se puede hacer con hechos concretos: qué día se libró esta batalla, dónde, quién venció. El sentido de la batalla ya es más complicado concretarlo. Siempre hay consecuencias históricas y personales, está el general al que ponen una medalla y el soldado raso al que matan en el frente. Cualquier realidad es poliédrica, y en esencia inescrutable”.