Vanesa Freixa y la defensa del ruralismo por una vida mejor: «Vivir de manera sencilla a día de hoy es carísimo»

Vanesa Freixa y la defensa del ruralismo por una vida mejor: «Vivir de manera sencilla a día de hoy es carísimo»

La escritora publica un alegato que propugna superar los tiempos frenéticos de la vida en las urbes para dejar que el ruralismo impregne el día a día de las ciudades y así conseguir la verdadera independencia que sí es sinónimo de libertad

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¿Y si la libertad fuera no depender de nada más que de la comunidad en lugar de poder tenerlo todo a cambio de dinero? ¿Y si ruralizar no solo significara acercar el campo a la ciudad, sino todo un cambio de paradigma que se materialice en sociedades más resilientes e independientes a la vez que alejadas del capitalismo? ¿Y si cuidamos los saberes ancestrales perdidos por la despoblación? La respuesta a esos condicionantes vertebra Ruralismo. La lucha por una vida mejor (Errata naturae, 2025), donde Vanesa Freixa Riba (Rialp, Lleida, 1977) ahonda en su propia experiencia para dar una salida a un mundo frenético que nos aleja de nuestra propia naturaleza. Nunca estuvimos tan lejos de procurarnos a nosotros mismos los alimentos, el agua, las curas y el abrigo que necesitamos para sobrevivir. Retornar a lo local puede ser la salvación.

Freixa fue directora de la Escuela de Pastores de Catalunya entre 2009 y 2016, la tercera que se creó en España. Enmarañada en compartir y transmitir sus conocimientos, se percató de que estaba inmersa en ese mundo porque, en el fondo, era algo que ella también quería ser. Tas un proceso lento y pausado de escucha interior, dio el paso. “Me vine a vivir a la comarca de El Pallars Sobirá, en el Pirineo catalán, y aquí intento ser autosuficiente junto a mi comunidad”, comienza su relato.

Sin ir más lejos, esas últimas cinco palabras que Freixa remarca una y otra vez en conversación telefónica con elDiario.es son el eje en torno al cual gira su vida actual, pero también su apuesta por el futuro, una apuesta que engloba a la sociedad. Esa es su particular lucha frente a lo que en el libro afirma: “Nos hemos dejado llevar, y seguimos haciéndolo, por culturas que se han impuesto como predominantes muy lejos de aquí”.

Del colapso a la esperanza

Volver a lo local, lo rural y lo comunitario se torna imprescindible para, de nuevo, llegar a tener una libertad que Freixa entiende como “el hecho de no depender de casi nada que no sea esencial para alimentar el cuerpo y el alma sin perjudicar la supervivencia y la vida de los demás”, y no tanto “la posibilidad de tenerlo todo a cambio de dinero”. Ella, que se describe como “una persona rural que ha iniciado un proceso irreversible de asalvajamiento”, y que tiene a su cargo siete ovejas porque era lo que la comunidad necesitaba, sabe bien que el debate está entre el colapso y la esperanza.


Vanesa tiene a su cargo siete ovejas porque era lo que la comunidad necesitaba.

Vivir de manera sencilla a día de hoy es carísimo

“No podemos negar que el cambio climático se acrecienta cada vez más junto a sus efectos destructores, y que la maquinaria capitalista tiene mucha fuerza, pero no debemos menospreciar el cambio individual y la capacidad de inspiración para otras personas”, comenta al respecto. Y eso es lo que intenta, y consigue, con Ruralismo, publicado en catalán en 2023, donde la autora visibiliza que el primer paso para lograr el tan ansiado cambio es pensar que las cosas son posibles.

Freixa materializó sus anhelos en esta comarca del Pirineo catalán después de ver cómo “vivir de manera sencilla a día de hoy es carísimo”, según reconoce. “Es un contrasentido muy grande, pero hemos llegado a tal punto que la mayor parte de nuestra alimentación no está vinculada a lo local, en parte por la dificultad de la gente de poderse dedicar a la agricultura o cultivar un pequeño huerto si no tiene tradición campesina”.

Frente a la mentalidad urbana, ruralismo

Ruralizar el planeta, agrarizar la vida, como defiende Freixas, pasa también por romper con la frontera invisible pero en ocasiones inexpugnable que se ha levantado, con el paso de los años, entre el mundo rural y el urbano. “El urbanismo ha colonizado cualquier espacio, en el sentido de que nos hemos alejado de nuestra propia naturaleza”, concede. Así, las cosas no se dirimen entre el campo y la ciudad, sino entre formas de entender el mundo y la vida. “Es difícil que en el momento en el que estamos, con tantas interrupciones constantes, sepamos cuáles son nuestras labores esenciales y nuestro papel para garantizarlas y potenciarlas en comunidad”.

Somos totalmente dependientes de muchísimos factores que nos hacen frágiles. Nos consideramos muy libres pero, si lo piensas, tenemos menos libertad que nunca en relación a la soberanía alimentaria

La libertad entendida como la piensa Freixa lleva a un camino de conocimientos en el que no todo son buenas señales. “Somos totalmente dependientes de muchísimos factores que nos hacen frágiles. Nos consideramos muy libres, pero, si lo piensas, tenemos menos libertad que nunca en relación a la soberanía alimentaria”, ejemplifica la escritora. Además, esos conocimientos y saberes ancestrales que siempre consiguieron proporcionar alimento y cobijo a la comunidad se están perdiendo.

Tal y como explica en el libro, el fenómeno de la despoblación rural hacia las grandes urbes supuso automáticamente un desprestigio del conocimiento de estas comunidades. “Se los consideró prescindibles, no se les veía como progreso. Ahora vemos cómo una generación no sabe unos conocimientos que supuestamente, por el lugar en el que vive, sí tendría que saber. Esos conocimientos son los que proporcionan la autonomía a la persona propia que hemos perdido”.


«La desconexión del mundo rural, de la vida y de los valores del campo y la montaña nos ha hecho más individualistas».

Por otro lado, la sociedad ha vilipendiado e ignorado los saberes de las personas más mayores, vistas como elementos no productivos para el sistema. Y no solo eso: “La desconexión del mundo rural, de la vida y de los valores del campo y la montaña nos ha hecho más individualistas. Con el debilitamiento de las redes de colaboración, las comunidades se marchitan o directamente desaparecen”.

Hacia la subversión del modelo económico y social

Hemos dejado de trabajar con elementos tan básicos como nuestro pensamiento y nuestras manos, añade Freixa. “Es la trampa perfecta que nos ha traído el capital. Somos individuos consumidores de bienes y servicios totalmente ajenos a nosotros que nos hacen ser totalmente vulnerables a cualquier mínima cosa que pueda desestabilizar” una cadena de producción ajena a la comunidad, dice al hilo de lo que expone en Ruralismo: “Bajo el pretexto de la máxima productividad, el capitalismo nos ha arrebatado el tiempo”.

Según relata en la monografía publicada por Errata naturae, para contrarrestar esta realidad también es necesario un proceso de autoconsciencia: “Carecemos de una mirada crítica para reconocer y escapar de un sistema que nos ha esclavizado hasta el punto de cegarnos ante usurpaciones descaradas que hemos naturalizado. Sin embargo, sí tenemos la capacidad de rebelarnos ante esas colonizaciones y de subvertir un modelo económico y social que nos conduce a la barbarie”.

Bajo el pretexto de la máxima productividad, el capitalismo nos ha arrebatado el tiempo

Puede parecer lejano, pero hace apenas seis décadas en España todavía existían pueblos casi autárquicos, que se mantenían mediante el intercambio de bienes con otros. “Ahora lo vemos imposible y, sin embargo, somos capaces de volver a adquirir esa soberanía y fortalecimiento de los territorios”, sostiene la misma Freixa. Para llegar a eso, la autora propugna una especie de sobriedad alejada de la idea de pobreza. “Hay que saber bien qué necesitas y de qué puedes prescindir, pero también necesitamos adquirir cierta cultura sobre lo que es estar vinculados a la naturaleza que somos”.

Más allá de la crítica a la tala desaforada de árboles en algunas ciudades frente a las políticas públicas emprendidas en otros lugares que apuestan por la creación de espacios verdes y resilientes, Freixa aboga por la introducción del campesinado en la ciudad. “No es que nos convirtamos en consumidores del campo, sino que seamos personas responsables que sepamos que con nuestras acciones protegemos o destruimos el entorno que nos protege a nosotros mismos”, reitera.


“Estamos en tal domesticación de la vida humana que nos hemos apartado del sentido más natural y salvaje”.

“En beneficio de todas”

Esas heridas que hacemos a la naturaleza, indefectiblemente son ataques contra nosotros mismos. Freixa prosigue: “Estamos en tal domesticación de la vida humana que nos hemos apartado del sentido más natural y salvaje”. Ese salvajimo y “animalidad ética” que expone en su libro hunde sus raíces en la idea de que “lo esencial e intuitivo nos proporciona el conocimiento necesario para sostenernos”, en sus propias palabras. Es aquí donde la autora subraya que todo debe venir acompañado de justicia social, en donde las personas se unan para conseguir un objetivo común sin importar raza, sexo o condición social alguna. Pero lo material no sería suficiente para una supervivencia digna. Para conseguir esa vida sensible también es necesario el amor entre iguales y la cultura como elemento catalizador de unión entre diferentes personas.

Solo así, dice esta vecina de El Pallars Sobirá que rehúye ser considerada pastora, conseguiremos estar preparados para la vida que vendrá. Tal y como refleja en su libro, “llegará eso tan bonito de echar raíces. Y cuando echamos raíces, ejercemos un cuidado. Y cuando cuidamos algo, nos implicamos en un lugar y lo defendemos frente a cualquier amenaza. El cambio se inicia con un sentimiento de comunidad, más allá de nosotras, en beneficio de todas. Es necesario, pues, dar impulso al espíritu rural”.