Casas que no aíslan o actúan como termos: por qué Canarias lidera el riesgo de pobreza energética en Europa
Investigadores del centro científico de la Comisión Europea crean un novedoso índice de vulnerabilidad energética que coloca al Archipiélago en el peor lugar del continente por la ineficiencia de sus viviendas, incapaces de enfriar los hogares en días de intenso calor, cada vez más frecuentes
Hemeroteca – En plena crisis climática, las casas canarias están preparándose más para absorber el calor que para combatirlo
Un grupo de investigadores del centro científico de la Comisión Europea (JRC, por sus siglas en inglés) ha publicado un estudio que sitúa a Canarias como la región europea con mayor riesgo de pobreza energética por culpa de la ineficiencia de sus viviendas, la mayoría de ellas sin ningún tipo de aislamiento térmico o que funcionan ahora como auténticas bombas de calor para adaptarse al Código Técnico de la Edificación (CTE).
Los resultados de la investigación han sido publicados en la revista ‘Energy Research & Social Science‘. Los autores crearon un novedoso índice de vulnerabilidad energética que mide, por un lado, la brecha entre la energía consumida y la requerida idealmente en los hogares, y, por otro, la capacidad de la población para adaptarse a un posible malestar térmico, agrupando hasta once variables como el gasto en alquiler, ingresos económicos, número de niños o ancianos viviendo en el inmueble, entre otras variables.
Las estimaciones de ese índice fueron calculadas para cada gran región europea, las conocidas como NUTS 1, que dividen el territorio español, por ejemplo, en siete áreas (noroeste de la Península, noreste, Comunidad de Madrid, centro, este, sur y el propio Archipiélago).
Las Islas son las que salen peor paradas no solo en todo el país, sino en todo el continente, en especial por su puntuación en lo que los investigadores denominaron Índice de Brecha en el Rendimiento Energético de los Edificios (EPGI, por sus siglas en inglés).
Este indicador recoge datos oficiales de consumo y demanda ideal de energía de los inmuebles, es decir, la cantidad de electricidad que una casa debería consumir para garantizar su confort térmico. Obtuvieron esas cifras utilizando un valor de referencia por cada tipología constructiva (viviendas unifamiliares, multifamiliares, pisos…) que luego fueron escalando a nivel regional según la superficie de las casas, su antigüedad y el clima del lugar.
De esa manera, los autores fueron capaces de precisar la energía que un inmueble tendría que consumir para estar caliente en invierno y fresco en verano, y la que finalmente consume. La brecha entre ambos registros es lo que cuantifica el índice EPGI. Si la diferencia es grande, significa que las viviendas son ineficientes en clave energética. Si no, todo lo contrario. En una escala del 1 al 20, donde 1 es mínimo riesgo y 20 es máximo, Canarias registra la puntuación más alta, 20. Por delante de la región finlandesa de Åland (16,8) y del territorio continental de Portugal (16,79).
‘Unpacking energy vulnerability in the European Union: Linking thermal discomfort with adaptive capacity’, Della Valle et al. (Energy Research & Social Science’, 2025)
La investigación no especifica por qué el Archipiélago presenta esa cifra. Hace una aproximación para citar los motivos que explicarían las mayores brechas de rendimiento energético en el parque de viviendas de las localidades del sur de Europa y el Mediterráneo, caracterizadas por “veranos calurosos e inviernos suaves”, lo que “puede indicar una demanda de refrigeración [de los hogares] no satisfecha durante las estaciones cálidas”.
Estas regiones presentan valores “elevados” de un registro europeo llamado ‘Cooling Degree Days’ (CDD), que mide la necesidad de refrigeración de las casas. Sin embargo, el consumo de energía en ellas destinado precisamente a esto es “generalmente bajo”: oscila entre el 0,34 y el 3,5% del gasto final. Eso ocurre por una falta extendida de medidas de enfriamiento, envolventes obsoletas, sistemas técnicos anticuados y deficiente renovación de las viviendas, indica el informe. En Canarias, además, tiene su propia explicación.
La gran mayoría de los inmuebles de las Islas no tienen un buen sistema de aislamiento. Fueron construidos antes de 2006, mientras reinaba en España la Norma Básica de la Edificación (NBE), una regulación que excluía a las Islas de la aplicación del coeficiente KG de la construcción, utilizado para limitar las pérdidas de calor de un edificio en invierno y restringir, también, las ganancias en verano.
El Archipiélago quedó fuera del uso de este factor “por sus especiales condiciones climáticas”, detalla la ley. No dice nada más. Las casas levantadas en Canarias durante ese largo periodo (desde la década de los 70 hasta 2006) fueron construidas permitiendo en su interior el mismo tiempo que en el exterior, al calor de la famosa eterna primavera de la Comunidad Autónoma. Pero en un planeta más cálido a causa de la crisis climática, esa no parece ser la mejor estrategia.
Cada vez más hogares canarios no pueden permitirse mantener su vivienda con una temperatura adecuada. El porcentaje en 2024 fue del 16,8%, según la Encuesta de Condiciones de Vida, del Instituto Nacional de Estadística (INE). En 2023, del 24%. Y en 2022, del 15,1%. En el último lustro, el valor siempre ha estado igual o por encima del 15%, algo que solo había ocurrido cuatro veces en los 15 años anteriores.
La tendencia es bastante clara: aunque sea a cuentagotas, las familias isleñas han empezado a notar el impacto de unos inmuebles inadaptados a condiciones climáticas extremas. Un impacto que afecta a la salud, la productividad, la calidad del aire y el bienestar de sus ocupantes, agrega la investigación.
A eso se suma ahora que el nuevo Código Técnico de la Edificación, de ámbito nacional, resulta contraproducente y perjudicial para las viviendas de Canarias, coinciden expertos consultados por Canarias Ahora, pues se centra principalmente en limitar la demanda energética de calefacción, reduciendo las pérdidas de calor y estableciendo espesores de aislamiento que convierten a los hogares de las Islas en auténticos termos.
“Es un problema de raíz. La normativa está pensada para ahorrar calefacción [que representa casi la mitad del gasto energético de las viviendas en España]. Y cada vez que se ha actualizado, pide un nivel más de aislamiento”, afirma Eduardo Martín del Toro, doctor en Arquitectura Bioclimática por la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria (ULPGC).
Cuanto mayor es el espesor del aislamiento, más tiempo se mantienen las temperaturas altas en la vivienda, provocando sobrecalentamiento. Y en un clima subtropical como el canario, eso es sinónimo de ineficiencia (y, por tanto, vulnerabilidad) energética.
“No han entendido que estamos en mitad del Atlántico, que no podemos equiparar nuestro clima a nada parecido. Pero esa ha sido una lucha histórica. Y los técnicos del Ministerio no han atendido esa singularidad”, añade Manuel Montesdeoca Martín, también doctor en Arquitectura por la ULPGC.
El informe de los investigadores del centro científico de la Comisión Europea también mide la capacidad de las personas para mitigar de algún modo la exposición de sus hogares al malestar térmico. Lo hace analizando once variables, que van desde los ingresos netos del hogar hasta el gasto médico o en servicios financieros.
Los autores eligieron escrupulosamente indicadores que permiten deducir si una familia está más o menos preparada para combatir la pobreza energética. Por ejemplo: un mayor número de ancianos o niños en la vivienda podría aumentar los gastos o la sensibilidad a los impactos; asumir pagos vinculados con el mantenimiento de la casa sugiere que existe cierta estabilidad financiera para hacer reformas; y comprar aparatos electrónicos o derivados influyen en lo que los firmantes del estudio distinguen como “autoeficacia percibida”, la creencia en la capacidad de tomar decisiones efectivas ante un problema, como solicitar ayudas públicas o acceder a asesoramiento y asistencia digitales.
El índice que reúne esas once variables después de armonizarlas dio forma al Subíndice de Capacidad Adaptativa (CAP, por sus siglas en inglés). Y al combinar el primer indicador con este, los expertos moldearon el Índice de Vulnerabilidad Energética (EVI, por sus siglas en inglés), que concentra dos métricas muy diferentes, una técnica y otra socioeconómica, para evaluar el riesgo de pobreza energética en una sola escala. Canarias, otra vez, lidera la clasificación en Europa, con una valoración de 16,74 sobre 20 (riesgo máximo). El sur de la Península (15,5) y la Comunidad de Madrid (15,53) completan el podio.
Los datos indican que la vulnerabilidad energética en las Islas se reduce en un 16% cuando se introducen factores sociales en la ecuación (de los 20 de EPGI a los 16,74 de EVI). Pero aun así, el Archipiélago encabeza la tabla en el Viejo Continente.
El estudio apunta que, en regiones como Canarias, las intervenciones políticas deberían centrarse en adaptar las viviendas para controlar el calor mediante envolventes adaptativas, techos y muros reflectantes, y el uso de vidrios con bajo factor de ganancia de calor solar. Otras medidas serían el uso de aparatos y sistemas de iluminación eficientes y de baja energía para mitigar el sobrecalentamiento.
A nivel regulatorio, los expertos consultados reclaman un cambio normativo que refleje la singularidad climática de Canarias. También recomiendan el empleo de muros gruesos para que las propias fachadas de las casas actúen como regulador térmico, absorbiendo el exceso de calor y liberándolo cuando hace más frío. O promover el diseño de casas que permitan la ventilación cruzada.
“El Gobierno de Canarias debería ponerse las pilas para que el Ejecutivo central autorice una excepción que se adapte a nuestra realidad”, concluye Montesdeoca, de la ULPGC. Mientras, invertir en rehabilitaciones energéticas millonarias bajo este marco legal “es un gasto de dinero que no puede tener beneficios, sino todo lo contrario”, remacha Martín del Toro, también de la universidad pública.