China se fija como prioridad para la próxima década alcanzar la autosuficiencia tecnológica
El gigante asiático aprueba su XV Plan Quinquenal para el desarrollo económico y social y aspira a duplicar en 2035 la renta per cápita respecto a 2020, pero afronta un camino plagado de obstáculos
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China ha puesto las luces largas. La cúpula dirigente del Partido Comunista del gigante asiático ha trazado esta semana las líneas maestras de un plan integral que impulse el desarrollo económico, a través de la innovación y las nuevas tecnologías, complete la modernización del país y ofrezca a sus ciudadanos un alto estado de bienestar en 2035.
Unas metas que afrontan un camino plagado de obstáculos, dados los problemas coyunturales y estructurales que padece el coloso asiático, a los que se suman los efectos de la guerra comercial y tecnológica que mantiene con Estados Unidos.
Estos grandes objetivos, que deberían culminar con la autosuficiencia tecnológica, forman parte del XV Plan Quinquenal para el desarrollo económico y social de China entre los años 2026 y 2030, según acordaron los más de 300 miembros del comité central del Partido Comunista chino (PCCh), tras cuatro días de debates a puerta cerrada.
Un lustro de tiempo crucial para lograr la modernización socialista del país prevista para el 2035, según el comunicado publicado por la agencia de noticias estatal Xinhua. Para esa fecha, la cúpula del PCCh prevé que la población del coloso asiático duplique su renta per cápita respecto a la del 2020, lo que les supondrá disponer de unos ingresos del orden de 21.000 dólares anuales.
Sin embargo, este objetivo final que se ha marcado la élite dirigente china no deja de ser sumamente ambicioso, a tenor de la situación socioeconómica que atraviesa el país. Un panorama plagado de negros nubarrones: cinco años de crisis del sector inmobiliario, debilidad de la demanda interna, elevado endeudamiento de los gobiernos locales y una alta tasa de desempleo juvenil que ronda el 18%.
A este escenario se suma una inquietud social que el gobierno de Pekín no logra despejar. Y es que a muchas familias chinas les asalta el desasosiego provocado por la reducción de su patrimonio debido a la crisis inmobiliaria.
Una intranquilidad que les impulsa a optar por el ahorro para prevenir necesidades sanitarias o educacionales, hasta el punto de que la tasa de ahorro de los chinos equivale al 24,5% de sus ingresos, según cifras oficiales. Este dato, unido al constante aumento del coste de la vida y que el salario bruto anual medio era de 124.110 yuanes (unos 16.000 euros) en 2024, explica por qué el consumo no se convierte en el motor de la economía china.
Para superar estos desafíos, la cúpula comunista ha decidido apostar por una ambiciosa agenda de desarrollo económico y social que arrancó con el XIV Plan Quinquenal, que abarcó los años 2020-2025, el que ahora han trazado, que se prolongará hasta el 2030, y el futuro XVI Plan Quinquenal, que comprenderá el periodo 2031-2035. Una larga etapa de quince años durante la cual los líderes chinos se han propuesto transformar su potente industria manufacturera en otra innovadora, sustentada en las nuevas tecnologías.
Pekín pretende alcanzar ese objetivo a largo plazo mediante su apuesta por acelerar la autosuficiencia tecnológica y la innovación de vanguardia, poniendo énfasis en sectores clave como la inteligencia artificial, la computación cuántica, los semiconductores, la robótica y las energías renovables. El envite tiene como objetivo final reducir su dependencia de las restricciones comerciales impuestas por Estados Unidos, disputarle el liderazgo tecnológico global y arrebatárselo. Un fin que ya ha conseguido en algunos ámbitos, como la robótica, los vehículos eléctricos o las placas solares.
Pero para que Pekín pueda disputarle la primacía mundial a Washington, el gigante asiático deberá disponer de un alto grado de autosuficiencia tecnológica. La élite dirigente comunista pretende lograr ese nivel de competencia fomentando la colaboración entre empresas locales, instituciones académicas e inversores locales y extranjeros dispuestos a impulsar el desarrollo de nuevas tecnologías. Para esa apuesta, los líderes chinos están dispuestos a llevar a cabo una inversión masiva, como lo demuestran los más de 500.000 millones de dólares que Pekín dedicó el año pasado a I+D, según cifras oficiales.
Asimismo, los más de 300 miembros de la cúpula comunista china también compartieron la necesidad de dar un giro económico y orientar la estrategia de crecimiento del gigante asiático hacia la economía real. Esta decisión supone alejarse de un modelo de crecimiento impulsado por la inversión y el desarrollo inmobiliario y avanzar hacia un modelo más sostenible, innovador y resiliente, enfocado en la producción, las nuevas tecnologías y los servicios de valor añadido. Una iniciativa que pretenden agilizar con la creación de un mercado unificado, sin las trabas que puedan imponer las provincias.
Pekín define este modelo como las “tres nuevas economías”: nuevas industrias, nuevos modelos de negocios y nuevas tecnologías. El concepto incluye todos los sectores referidos a la energía verde, las tecnologías emergentes y los modelos de negocio basados en la aplicación y combinación de la tecnología. Estas actividades aportaron en 2024 más del 18% del PIB de China, según cifras oficiales.
Con su aprobación el pasado jueves, el comité central del PCCh deja el XV Plan Quinquenal listo para ser aplicado. No obstante, las directrices que orientarán la política económica y social de China durante la segunda mitad de esta década no entrarán en vigor hasta que reciban su aprobación final en la Asamblea Popular Nacional en marzo del próximo año. Su éxito no está garantizado, pero su pugna con Estados Unidos por el liderazgo mundial parece asegurada.