Didier Eribon: «Macron es como Robin Hood pero al revés, roba el dinero a los pobres para dárselo a los ultrarricos»
El sociólogo francés, uno de los referentes intelectuales de la Francia Insumisa, reprocha a la socialdemocracia que abrace la agenda neoliberal y se haya olvidado de la clase trabajadora
El anterior ‘Rincón de pensar’ – Diez lecciones de Henry David Thoreau para vivir mejor en el siglo XXI: “Todo lo bueno es salvaje”
Hablar de Didier Eribon es hacerlo de un gigante del pensamiento europeo progresista. De origen humilde y obrero, rompió con una clase social que le rechazaba por su homosexualidad para estudiar y trabajar en París y convertirse en un sociólogo de referencia en la defensa de las minorías LGTBIQ.
Pero Eribon también constituye una referencia en el estudio del trasvase de votos de la clase obrera a la extrema derecha lepenista en Francia, país donde esta tendencia se produce desde hace casi cuatro décadas. En su libro Regreso a Reims (Libros del Zorzal / Taurus), publicado en francés 2009, relata su regreso a su localidad natal y a los ambientes obreros de su infancia y adolescencia, donde inicia una reflexión sobre su propia negación de su origen de clase como síntoma de un abandono social y económico del estrato obrero. Así, en la obra describe cómo la extrema derecha es el receptor del voto de izquierdas desengañado del sistema ultraliberal.
Eribon ha estado esta semana en Barcelona para dar una conferencia en el marco del certamen Kosmópolis, que organiza el Centre de Cultura Contemporània de Barcelona (CCCB) y que reúne a grandes nombres de la cultura.
La conversación con el sociólogo francés ha sido editada para facilitar su comprensión.
Su libro Regreso a Reims abrió los ojos a mucha gente, y no solo en Francia, porque retrata como pocos el motivo por el que los votantes comunistas se pasaron a la extrema derecha. Se publicó en 2009 y desde entonces Agrupación Nacional (AN), antes el Frente Nacional, no ha parado de crecer. ¿A qué lo atribuye?
No son solo los votantes del Partido Comunista quienes se pasan a la extrema derecha, sino los votantes de la clase trabajadora en el sentido más amplio del término. Es un movimiento muy significativo de izquierda a derecha y a la extrema derecha. Lo que cuento en Regreso a Reims es que mis padres, toda mi familia en realidad, todos de clase trabajadora, siempre habían votado por el Partido Comunista, y de repente habían empezado a votar por la extrema derecha. En el libro me pregunto: “¿Qué ha pasado?” Y la explicación que hallé fue que la desaparición del Partido Comunista, que se debió a razones históricas, dejó sin representación a su clase social. Y quien debía tomar el relevo como ideología de referencia, la izquierda institucional tradicional y los partidos socialdemócratas, los descuidaron por completo.
En Francia, en Reino Unido, en Alemania, en Italia, incluso en España y en muchos países más se olvidaron de las clases populares y en especial de la clase trabajadora porque la socialdemocracia se ha convertido a la agenda neoliberal. Y esta conversión ha sido radical y absoluta: intentaron borrar el concepto mismo de clase social de su diccionario. Para los partidos socialdemócratas, ya no existía la clase, simplemente había individuos responsables de sus propias vidas.
Esta última es una definición que fue acuñada por Margaret Thatcher. ¿Es la individualización de lo colectivo la mayor arma del ultraliberalismo?
Sin duda es un arma importante, porque lo cierto es que la idea de la responsabilidad individual, obviamente, es una forma de rechazar los movimientos sociales, las movilizaciones, las reivindicaciones de las clases trabajadoras. Y, claro, dichas clases dejan así de sentirse representadas por la izquierda, no encuentran quien atienda sus reclamaciones. Entonces hacen lo que cabría esperar, ya que la izquierda deja de representarles: optan por votar por otro partido que se proclama el verdadero representante de la clase trabajadora y que dice que les defiende de la casta elitista intelectual y explotadora.
¿El de la extrema derecha es un discurso que funciona porque tiene una agenda social o porque es antisistema?
Obviamente, porque es antisistema, porque va contra las élites que han dejado tiradas a las clases populares y contra, en teoría, los más ricos y sus muchos privilegios, esto funciona. Pero, claro, es un discurso falso, con una supuesta agenda social que nunca termina de convertirse en leyes porque en cuanto le toca votar, AN siempre lo hace con la derecha liberal y en contra de las medidas que implican subir los impuestos, que son las que favorecen a los trabajadores.
Cuando era niño, en mi familia todos decían: ‘Nosotros los trabajadores o nosotros la clase trabajadora’. Y luego, 20 o 30 años después, la misma gente empezó a decir: ‘Nosotros, los franceses’
Entonces, ¿cómo consigue el lepenismo conectar con el sentir obrero?
Porque sustituye en su discurso el “soy obrero” por el “soy francés”. Cuando era niño, en mi familia todos decían: “Nosotros los trabajadores o nosotros la clase trabajadora”. Y luego, 20 o 30 años después, la misma gente empezó a decir: “Nosotros, los franceses”. Sin duda hay un cambio en el sentimiento de pertenencia, pero siempre desde la perspectiva de ser trabajadores que han sido olvidados por las élites que dirigen el país. De esta forma, los votantes de extrema derecha siempre dicen “nosotros los trabajadores”, “nosotros los precarios”, etc., pero esta sensación de agravio está asociada ahora con la percepción de uno mismo como francés, una víctima de la inmigración masiva.
Y se cambia como enemigo al capitalismo por la inmigración…
No exactamente. El enemigo exterior siempre es el capitalismo. Es el capitalismo el que trae a los inmigrantes y quien les da dinero para que se queden y trabajen más barato que los franceses. Y luego, como resultado, no queda dinero para los franceses. Este es un poco el razonamiento.
¿Y no cree que, junto con la desaparición de los partidos comunistas, también cabe mencionar como elemento de destrucción del colectivo trabajador el cierre masivo de fábricas, que actuaban como polo de reunión, asociación y conciencia de clase?
Lo cierto es que la clase trabajadora ha cambiado, ya no es la clase trabajadora de la que hablábamos en los años 50, 60 y 70. Hoy es totalmente diferente y en gran medida se debe a la desaparición del trabajo industrial en las fábricas. En la factoría donde mi madre trabajaba en los años 80, había 1.700 trabajadores con una presencia sindical muy fuerte, especialmente de la CGT, que era el sindicato cercano al Partido Comunista y que tenía entre 500 y 600 afiliados a la CGT. Luego estaban los simpatizantes y los demás sindicatos… Y hubo huelgas grandes, largas y masivas, que consiguieron sus objetivos.
Didier Eribon, durante la entrevista realizada en el CCCB.
Pero la fábrica empezó a decaer en los 90 y cada vez hubo menos trabajadores hasta que cerró. Los trabajadores se encontraron desempleados o prejubilados. y entonces ¿adónde fueron los carnés de la CGT? Sin colectivo, dejaron de ser útiles. Esa fuerza sindical desapareció de la noche a la mañana con el cierre de la fábrica. Obviamente, siempre es difícil hablar de estos temas porque no debemos idealizar el trabajo en las fábricas. Cuando mi madre trabajaba en la fábrica, cuando había grandes industrias siderúrgicas en el norte de Francia, las condiciones laborales eran extremadamente difíciles. Mi madre trabajaba en una cadena de montaje durante ocho horas al día, todos los días. Hizo eso durante quince años y su cuerpo quedó destrozado. Pero en aquella época había solidaridad obrera.
¿Ha desaparecido la clase obrera en Europa?
No podemos decir que la clase obrera haya desaparecido; todavía hay una clase obrera. Obviamente, esa clase obrera organizada y movilizada ha desaparecido en gran medida. Pero ahora, por ejemplo, se ha trasladado a los almacenes de Amazon o AliExpress, a las tareas de logística donde el ritmo de trabajo es equivalente a la cadena de montaje, pero donde es casi imposible sindicarse o movilizarse porque hay vigilancia y represión. Es una clase obrera, que ya no puede movilizarse como antes.
No sé si has visto una película de Ken Loach llamada Sorry We Missed You en la que muestra la nueva clase obrera. Es una pareja en la que el marido es repartidor de Amazon, con un ritmo de trabajo infernal. Y la mujer es una asistente de cuidados a domicilio para personas mayores y discapacitadas, también con un ritmo terrible. Lo más significativo es que la trama se desarrolla en el norte de Inglaterra, donde hubo las grandes huelgas mineras contra Margaret Thatcher en los 80.
No me gusta la cárcel, no se la deseo a nadie, tampoco a él, pero quiero recordar que, cuando era presidente, Sarkozy siempre se mostró partidario del cumplimiento íntegro de las condenas
Y, por descontado, la perdida de los servicios públicos ha contribuido al agravio…
Sin duda, la gran obsesión de nuestros gobiernos en Europa, pero también en Latinoamérica y en Estados Unidos, ha sido desmantelar todas las solidaridades colectivas, todo lo que eran servicios públicos: el hospital, el servicio de salud, la escuela pública, el transporte, la vivienda, etc. Todo ha sido desmantelado, año tras año, por nuestros gobiernos, ya fueran de derecha o de izquierda. Uno de los ejemplos más citados en Europa de estas políticas antisociales es, obviamente, Margaret Thatcher, pero en Francia Emmanuel Macron ha demostrado ser un alumno aventajado.
Lo peor es que cuando se cuestiona y se protesta por este desmontaje, el poder responde con extrema violencia. ¿Quién es el gran destructor de los servicios públicos? Macron, por supuesto. Por lógica, sus políticas han provocado reiteradas protestas, como las de los chalecos amarillos a partir de 2018. ¿Qué hizo Emmanuel Macron entonces? Envió a los antidisturbios y los reprimió violentamente. Durante la crisis de los chalecos amarillos, 40 manifestantes perdieron un ojo y, junto a ellos, cientos quedaron mutilados de por vida. La violencia represiva de Macron no tiene precedentes desde las protestas contra la guerra de Argelia en la década de 1950.
Se dijo que los chalecos amarillos estaban dirigidos por la extrema derecha.
Eso dijeron los medios generalistas, una manipulación sin duda, igual que cuando dicen que la Francia Insumisa es un partido antisemita: todo mentiras. Habría gente de extrema derecha como de muchas otras corrientes, porque fue una protesta popular, horizontal. También había personas que después han desarrollado proyectos de izquierda y ecologistas. Los medios generalistas tienden a manipularlo todo en favor del poder.
Entonces, ¿Macron es el gran destructor del Estado de bienestar francés?
Eso son palabras mayores, conviene ser rigurosos; Macron no empezó con esto, antes tuvo a Sarkozy como maestro, que es quien hace saltar por los aires la agenda social del gaullismo. A pesar de que detesto profundamente a Chirac, debo reconocer que respetó en buena manera el pacto social gaullista. Pero Sarkozy lo dinamitó y con Macron el desmontaje se ha acelerado. Ha descapitalizado al Estado francés a base de reducir servicios y quitar impuestos, para entregar el dinero de todos a los ultrarricos. Eso se llama hacer el Robin Hood pero al revés: robar a los pobres para dárselo todo a los ricos. Y luego dice que Francia tiene una deuda insostenible. ¡Pues claro que la tiene! Si no hay dinero porque se le quitan impuestos a quien debe pagarlos, hay que pedir prestado para financiar los servicios y pagar a las empresas privadas que se encargan de sustituir a las públicas…
¿Ve una correlación entre ese desmantelamiento de servicios y el trasvase a Agrupación Nacional?
Hay estudios que muestran que uno de los principales factores que explican el voto a la extrema derecha en Europa es la desaparición de los servicios públicos. Cuando vives en un pueblo pequeño y la escuela primaria ha cerrado, la oficina de correos ha cerrado, la estación de tren ha cerrado, el servicio de salud ha cerrado y para ver a un médico tienes que coger el coche y conducir 100 o 150 kilómetros, te sientes ignorado, relegado, despreciado, y tu reacción es votar a la extrema derecha como protesta.
En 2017, cuando se decía aquello de ‘votar a Macron para frenar en Le Pen’, yo escribí que votar a Macron en 2017 era asegurar la victoria de Le Pen en 2023
Así que no es muy difícil pronosticar que cuando un político liberal toma el poder, se activa el trasvase de votos de la izquierda a la derecha antisistema. Precisamente en 2017, cuando se decía aquello de “votar a Macron para frenar en Le Pen”, yo escribí que votar a Macron en 2017 era asegurar la victoria de Le Pen en 2023. No fue entonces, pero ahora, tal como está Francia, en su peor crisis existencial desde mayo del 68, con primeros ministros que duran un día, un expresidente entrando en la cárcel y la moral por los suelos tras el robo en el Louvre, creo que AN tiene muchos boletos para ganar. Y ojalá me equivoque, porque eso será un enorme desastre para el país.
¿Qué piensa al ver a Sarkozy entrar en la cárcel?
Bueno, llegó a acuerdos ilegales con los círculos políticos de Gadafi [exdictador Libio entre 1977 y 2011], un régimen que se reconoció culpable de un acto terrorista contra un avión de pasajeros en 1988, que acabó con la vida de 270 inocentes. Esa es la gente que le financió la campaña de las elecciones de 2007. A mí no me gusta la cárcel, no se la deseo a nadie, tampoco a él, pero quiero recordar que, cuando era presidente, Sarkozy siempre se mostró partidario del cumplimiento íntegro de las condenas, no fue alguien piadoso en este sentido.
El personal del Louvre se declaró en huelga el 16 de octubre para protestar por la falta de personal y, por consiguiente, la falta de seguridad
Y para terminar, respecto del robo del Louvre, ¿ha provocado un gran impacto?
Claro, pero en Francia no ha causado tanta sorpresa como en el resto del mundo. El problema del Louvre es el mismo que el de los servicios públicos: no tiene financiación suficiente. El personal del Louvre se declaró en huelga el 16 de octubre para protestar por la falta de personal y, por consiguiente, la falta de seguridad. En los últimos años, la plantilla del Louvre se ha reducido en 200 personas. No hay dinero para el Louvre y como somos ultraliberales, en lugar de reforzar la seguridad, reducimos la plantilla para ahorrar… Al final todo el mundo, al menos en Francia, intuía que tarde o temprano habría problemas.