Palacio de la Prensa, la esquina americana de la Gran Vía donde ensayaba La Barraca de Lorca y se publicaba La Codorniz

Palacio de la Prensa, la esquina americana de la Gran Vía donde ensayaba La Barraca de Lorca y se publicaba La Codorniz

El edificio proyectado por la Asociación de la Prensa de Madrid, inaugurado en 1930 por Alfonso XIII, nació con una novedosa vocación multifuncional. Allí ha habido –y hay– periódicos, salas de espectáculos, cines o viviendas.

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La fachada de ladrillo del Palacio de la Prensa lleva mirando hacia la plaza de Callao desde el año 1925, mucho antes de que esta fuera coto de marcas comerciales e influencers impertinentes. Antes, incluso, de que la Gran Vía estuviera terminada.

De hecho, su inauguración fue un hito inseparable del tercer tramo de la Gran Vía, conocido entonces como Avenida de Pi y Margall, en honor al expresidente de la Primera República. Alfonso XIII, al que no le gustaba perderse ni una, estuvo presente en la solemne colocación de la primera piedra, el 11 de julio de 1925, y en su inauguración el 7 de abril de 1930.

Enfrentado con el Edificio Capitol y junto con el Edificio de la Telefónica, contribuyó con el primero a configurar el lado del ocio y el consumo capitalino; y con el segundo a ingresar en la nueva era de la comunicación.


Gente pasando por delante del Palacio de la Prensa actualmente

El edificio fue el gran proyecto de la Asociación de la Prensa de Madrid, entidad creada en 1895. Aunque su construcción se aprobó en una Junta General celebrada en enero de 1925, el proyecto venía de tiempo atrás, a pesar de que entonces se le nombraba como Casa de la prensa. Los periodistas se lanzaron a construir el primer rascacielos de la capital –58 metros de altura y 16 plantas– con el aval del Banco Urquijo.

El Palacio de la Prensa habla de la nueva relevancia social que estaba adquiriendo la profesión. De hacer caso a la importancia del edificio como indicador del estado de salud del periodismo, deberíamos pensar que la cosa empezaba a declinar cuando se produjo su venta por motivos económicos a finales de 1982 tras años de arrastrar deudas.

Según explica el historiador Santiago de Miguel Salanova en La Gran Vía de Madrid. Historia social de una ciudad extinta (1860-1936), “servía para recibir a los reporters extranjeros que visitaban Madrid”, haciendo las veces de un círculo social de distinción, como ya lo eran también en el primer tramo de la Gran Vía la Gran Peña o el Centro del Ejército y la Armada.

El Palacio de la Prensa está firmado por Pedro Muguruza, uno de los grandes arquitectos de la época. Discípulo de Antonio Palacios, consiguió la cátedra de Proyectos de la Escuela de Arquitectura en Madrid en 1920, pero sería la dirección del edificio de Callao lo que le confirmaría como uno de los profesionales del momento. Su carrera brilla durante la República en la propia Gran Vía, con el proyecto del Edificio Coliseum, que lleva a cabo junto con Casto Fernández Shaw.

Pero su etapa de mayor influencia se vivió durante el franquismo. Falangista, se hizo cargo de la Dirección General de Arquitectura después de la guerra, siendo uno de los artífices del estilo imperial del primer fascismo español (y responsable directo de la construcción del Valle de los Caídos).


Parte trasera del edificio

El palacio de la Prensa fue, sobre todo, un edificio a la americana (versión Chicago). El primer rascacielos de Madrid hasta que, poco después, llegara Telefónica a relegarlo a una segunda posición. Su construcción se llevó a cabo con modernas técnicas: el hormigón armado y el acero roblonado para elementos complicados, como las cerchas sobre el cinematógrafo. Un edificio con vocación americana para una calle, la Gran Vía, que también quería ser las Américas en España; que destaca por su uso pionero del ladrillo visto y por la torre.

Pero su característica más novedosa tiene que ver con los usos. Hasta la fecha, los edificios servían para una cosa, así fueran sedes bancarias, edificios de viviendas o lugares destinados al consumo y el ocio. Nuestro edificio fue pensado –de nuevo a la americana– como un universo en el que cabía de todo. Por supuesto, estaban las oficinas y salones para la Asociación, pero también apartamentos de alquiler en las plantas superiores, oficinas particulares, tiendas, una sala de fiestas y una moderna sala de cine con capacidad para 1.800 espectadores.

De Miguel Salanova extrae del padrón de 1930 los detalles de esta realidad multiforme. Entre las compañías privadas los pioneros fueron Antracitas de Palencia, Carlos de Salamanca lubricantes ingleses y la empresa de luminosos Neon Light. Había, además, dos despachos de abogados, un sastre, casas de huéspedes, dos estudios de arquitectura y agencias de publicidad. Entre ellas, la primera empresa multinacional afincada en España, J. Walter Thompson.

La inauguración del cinematógrafo se produjo el 2 de enero de 1930 con la proyección de la película El destino de la carne, de Victor Fleming. El cine ha tenido muchas remodelaciones que han cambiado radicalmente su diseño original, hasta convertirse a principios de los noventa en una sala multiusos. En sus inicios, el cinematógrafo pagaba un sustancioso alquiler de 200.000 pesetas, según recoge De Miguel, y era propiedad de la Gran Empresa Sagarra.

La vinculación del edificio con el cine era más estrecha que la propia exhibición, en 1930 acogía en su cuarta planta las oficinas de la Metro Goldwyn Mayer, a las que se sumaron las de otras distribuidoras, como Warner Bros., United Artists o la española Filmófono, entre otras.

De La Barraca a La Codorniz

Puede que la azotea no sea el lugar más obvio para que una compañía de teatro desarrolle su actividad. Y desconocemos si Federico García Lorca sufría de vértigo, pero sabemos con certeza que La Barraca, su compañía teatral itinerante con vocación social, utilizó durante la Segunda República la cima del rascacielos. Ya después de la guerra, el inmueble albergaría también una de las publicaciones más inteligentes publicadas durante el franquismo, la revista satírica La Codorniz.

El edificio sufrió el impacto de más de setenta proyectiles durante la guerra, pero se mantuvo en pie y fue reconstruido al finalizar la contienda. Durante los años cuarenta se publicaba en sus estancias La Hoja del lunes. La publicación de las asociaciones de prensa era la única con autorización para salir el primer día de la semana durante el franquismo. En los años cuarenta se instaló en el edificio también el Salón de té Madrigal, dando continuidad a su vocación multifuncional, que siempre ha acogido salas de fiestas junto a redacciones, espacios hosteleros y oficinas.

Entre 2009 y 2015, varias plantas albergaron la sede del Partido Socialista de Madrid (PSOE) y ha seguido relacionado con la prensa. Allí estuvo la redacción del periódico 20 minutos y aún hoy acoge la de elDiario.es, justo debajo de donde estaba la primera.

El Palacio de la Prensa fue declarado en 2017 Bien de Interés Patrimonial (BIP) por la Comunidad de Madrid. La distinción obligaba a su protección y el Ayuntamiento de Madrid aprobó en octubre de 2021 un plan especial de rehabilitación que pretendía acercarlo lo más posible al proyecto original y que aún está por ejecutarse. Afectará sobre todo a la recuperación de la fachada trasera y al chaflán entre las calles de Miguel Moya (fundador de la Asociación de la Prensa de Madrid) y Tudescos.

Hoy en Callao no hay ya cartelones de cine pintados a mano y la plaza se ha convertido en un trasunto led de Times Square, pero su silueta –triangular, cuya torre dibuja el escorzo de quien gira sobre su tronco para vigilar el trajín de la Gran Vía– sigue alzándose como una de las más elegantes de la calle.