La transformación de Dani Alves tras su paso por la cárcel: de futbolista a predicador evangélico
Después de ser exculpado por la Justicia, el deportista brasileño no solo ha encontrado a Dios, sino que trata ahora que otros sigan su ejemplo y abracen la fe
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El exfutbolista del FC Barcelona y del Sevilla, Daniel Alves, ha vuelto a ser noticia esta semana meses después de su exculpación del delito de agresión sexual por parte del Tribunal Superior de Justicia de Catalunya. Pero esta vez por una faceta de su vida que no tantos conocían: su fe cristiana.
El brasileño reapareció públicamente este fin de semana en una iglesia evangélica de Girona en la que, después de dejar un enfervorecido mensaje de servidumbre hacia Dios, contó su experiencia de “salvación” en la cárcel gracias al “mensajero” divino que lo apoyó. E, incluso, relató un presunto milagro.
Después de una presentación por todo lo alto, en la que se le describió como alguien que ha llenado estadios y que, a partir de ahora, los va a “llenar por Cristo”, Alves arrancó su “manifestación” corriendo la banda. Literalmente. Comenzó a correr por el pasillo de la iglesia gritando “el Dios de Abraham” y pidiendo a los feligreses que pensasen en “el Dios que está ahí”. Amén.
“Puede que nosotros estemos aquí delante porque, wow, no sé, nos llevan a estar aquí delante. Pero yo quiero empezar, antes de empezar el testimonio, empezar diciendo a ustedes, oye, ustedes vinieron a buscar la presencia de Dios”, así que, bienvenidos. Y, citando a Dani Alves: “Baja su teléfono porque él está aquí. Cuando Dios está aquí no podemos estar con el teléfono. Tenemos que sentir”.
En su discurso ante esta iglesia evangélica, el exfutbolista brasileño explicó que “hay que tomar en serio las cosas de Dios” y, por supuesto, tener fe. Él es la prueba de ello, asegura. Y, acto seguido, contó su “pacto con Dios”. El pacto en cuestión consistió en que Alves prometió servir a Dios a cambio de que él cuidase de su casa. Cuando estaba en la cárcel acusado por agredir sexualmente a una joven. Dani Alves dijo también que “el amor es amar cuando uno no merece” y que eso es lo que “Cristo ha hecho” por él, “amar cuando nosotros no merecemos”.
“El Señor murió para que ustedes fueran salvados. Y ese fue el amor que yo he sentido ahí dentro, he dicho: Señor, manifiesta tu amor en mí, y el Señor me dice, sírveme, y yo cuidaré, porque lo mío ya está hecho, pero el tuyo allá es contigo. Okey, Señor, gracias. Gracias. Y un día, el Señor dice, cógelo eso y ponlo debajo de la cama. Yo cogí el pañuelito, debajo de la cama, y en una semana mi esposa estaba embarazada”.
“¿Coincidencia? Para ustedes. Coincidencia para ustedes”, asegura Alves. Para él es “poder de Dios”. Y, para prueba, “ahí está, ahí está hoy el pañuelito”. Para los incrédulos, el exconvicto aseguró que quiere seguir viendo “la gloria de Dios” porque él no es “tonto”. Y dejó allí ese pañuelito, como prueba del milagro. “Si alguien lo quiere tomar, que lo tome”, añadió.
Para terminar su discurso eclesiástico, Daniel Alves presentó a los allí congregados al “mensajero de Dios” que siempre aparece “en cada turbulencia”. Un mensajero que le recogió y le llevó “para la iglesia”.
Y contó como fue su primer encuentro. Le dijo: “Se me quita mi hermano, ya no me gusta lo negro… Jajajaja… Pero era con cariño.” “Le digo: sí, me gusta lo negro, me llamaban de mono. Jajajajajaja. Me tiraban un plátano. No pasa nada. Me gusta lo negro, sí, claro que me gusta lo negro…” Y remataba: “Así son las cosas del espíritu… A veces uno quiere una cosa y después quiere otra. Entonces yo lo dejo en sus manos”.