María Jesús Martín-Díaz, autora de ‘Franco en los pupitres’: «¿Ganó Falange o ganó la Iglesia? Ganó la Iglesia»

María Jesús Martín-Díaz, autora de ‘Franco en los pupitres’: «¿Ganó Falange o ganó la Iglesia? Ganó la Iglesia»

Esta docente ha recuperado los cuadernos escolares de su madre entre 1931 y 1941, un viaje desde el sueño educativo republicano al adoctrinamiento del nacionalcatolicismo que presenta en Santander

El 15 de marzo de 1938 Aurora Díaz Blasco, con tan solo 11 años de edad, reproducía en un ejercicio de clase la instrucción del Jefe del Servicio Nacional de Primera Enseñanza de los golpistas que libraban aún una guerra brutal contra el gobierno democrático de la Segunda República: “La educación que se debe dar es: religiosa, patriótica y cívica (…) Cantos populares e himnos patrióticos han de ser entonados. El retrato de nuestro invicto caudillo tiene que estar en la escuela”. Y vaya si lo estuvo.

La madre de María Jesús Martín-Díaz, autora de ‘Franco en los pupitres’que se presenta este miércoles 29 de octubre a las 19.30 horas en la librería La Vorágine de Santander, era de un pequeño pueblo abulense limítrofe con la provincia de Madrid. Cuando se produjo el golpe ese pueblo se llamaba Escarabajosa, aunque en 1955 pasó a llamarse Santa María de Tiétar; entonces rozaba los 800 habitantes, hoy son poco más de 500. Allí no llegaron las bombas ni los tiros, pero sí la Falange, los curas y toda la maquinaria adoctrinadora del régimen en ciernes.

Escarabajosa se mantuvo unos meses dentro de la República, hasta que fue tomado por los sublevados a principios de octubre de 1936. Si el 5 de septiembre de ese año, Aurora Díaz, entonces a sus 9 años, relataba cómo se había adelantado el inicio del curso por orden del Gobierno de la República —“para que no esté ningún niño abandonado, cumpliendo así con uno de los derechos de la Constitución”—, ya el 16 de octubre reseña en su diario cómo los crucifijos habían vuelto a clase, y el día 23 de ese mes anotaba bajo el título ‘La reconquista de la Iglesia y la reposición de Crucifijos en las escuelas’: “El día 21 del presente vinieron dos sacerdotes a decir misa que ya hacía tres meses que no había porque los rojos la han aprovechado de cárcel. Asistieron a la misa las Autoridades, la Guardia Civil, los niños de ambas escuelas con sus maestros y la Bandera, y los de la Falange española (…) después de misa nos formamos en dos filas los niños, niñas, los de Falange y todo el personal para ir a poner los Crucifijos a las escuelas (…) Después hubo desfile de los Falangistas por todo el pueblo cantando el Himno Fascista”.

El fascismo y la iglesia (católica). Siempre la iglesia. María Jesús Martín-Díaz está segura que en la batalla entre el fascismo y la iglesia por dominar la educación tras la victoria de los golpistas en la Guerra de España, ganó la Iglesia. “Hubo adoctrinamiento fascista… y mucho, pero ¿ganó la Falange o ganó la Iglesia? Yo creo que al final ganó la Iglesia”, defiende la autora de ‘Franco en los pupitres’ (El Mono Libre, 2025), un libro construido a partir de los 22 cuadernos escolares de la madre de la autora que habían permanecido en una caja durante décadas y que suponen un viaje a la memoria de la educación recibida en este pequeño pueblo entre 1931 y 1941. “Cuando tenía los cuadernos en mis manos, sentí que yo tenía el deber de darlos a conocer. Es decir, que no eran un documento personal, sino que ayudaban a recuperar la historia colectiva”.

Martín-Díaz ha construido un relato que, a lomos de la pulcra caligrafía infantil de Aurora, pasa de lo concreto y situado al contexto de esa península que estaba siendo colonizada, entre otros lugares, desde las escuelas. La autora asegura que “la Iglesia se lleva un porcentaje alto en este adoctrinamiento nacional-católico. Es verdad que hubo educación fascista, militar —de lo que ellos llamaban potenciar la voluntad a través de reprimir todos los deseos, todos los placeres humanos—, pero yo creo que sí, que la Iglesia fue terrible… y sigue siéndolo”. “Creo —continúa— que la Iglesia católica se sentía terriblemente dolida porque la II República le había quitado privilegios que consideraba que eran derechos naturales obtenidos por la gracia de Dios. La simbiosis de la Iglesia y el régimen era total: Franco va bajo palio y le concede muchísimos privilegios a la Iglesia, especialmente en la educación”.

Los cuadernos que ha rescatado la autora pasan de la apuesta educativa democratizadora de la II República a la involución adoctrinante del nacionalcatolicismo. Y ‘Franco en los pupitres’, con una edición esmerada, reproduce esos cuadernos en los que una niña pasaba de soñar con ser lo que deseara a convencerse del único papel en el mundo que le ofrecía el franquismo: “Ser simplemente siervas de los hombres, obedientes, sumisas. Primero con el padre, después con el marido, con los hermanos, con los primos y además en unos lugares muy determinados: la casa y la Iglesia”.

Todo fue más terrible para las mujeres. Por la concepción que tenía este machismo tan terrible del franquismo hacia las mujeres y que además, a través de la escuela, querían que estuviesen contentas con esa visión que se les asignaba

Esta profesora de Física y Química jubilada, convertida en arqueóloga familiar e historiadora por imperativo moral, concluye sin dificultad que las mujeres fueron las que más perdieron con un sistema educativo que adoctrinaba a toda la sociedad. “Todo fue más terrible para las mujeres. Por la concepción que tenía este machismo tan terrible del franquismo hacia las mujeres y que además, a través de la escuela, querían que estuviesen contentas con esa visión que se les asignaba”. Los cuadernos muestran el paso de un momento histórico en el que las mujeres ganaron el ejercicio de más derechos que nadie —porque no los tenían— y ocuparon espacios públicos, a una sociedad oscura que las recluyó otra vez en las casas y en los templos.

Este bucear en los cuadernos de su madre le ha permitido a María Jesús Martín-Díaz construir memoria, esa tarea que se dejó de hacer durante décadas pero que, para ella, es clave. “A nivel personal, cuando pierdes la memoria no eres nadie. Tienes cuerpo, pero no tienes nada. Pues yo creo que en la sociedad es igual. Una sociedad sin memoria no es nada. Necesitamos conocer nuestra historia y criticarla para seguir avanzando”.

María Jesús Martín-Díaz se reconoce “republicana hasta la médula” y se siente así , especialmente, por “la importancia que dio la Segunda República a la educación. Tenían claro que es un motor de cambio de la sociedad, que la transformación social se tiene que hacer a través de la educación pública, haciendo que el alumnado tenga capacidad crítica, capacidad de análisis, que no se deje engañar porque tiene suficiente conocimiento y suficientes habilidades para decir aquí me pueden estar engañando. Eso es lo que intentó la República”.


El libro recupera los cuadernos escolares de su madre entre 1931 y 1941.

Y la sensación de la autora es que aquella apuesta nunca más se ha renovado, quizá porque la de 1931 “nos costó muy cara”. “Entonces, y ahora, la derecha tiene más claro que la izquierda la importancia de la educación. De hecho, lo primero que hicieron fue depurar a los maestros y empezar con el adoctrinamiento al día siguiente; ahora lo hacen con el pin parental o negándose a hablar de diversidad sexual. A la izquierda le ha faltado fuerza para esto”. Recuerda María Jesús la LOGSE de 1990 y sus buenos mimbres “muy mal financiados” y pone la alerta sobre la privatización de la educación a través de los centros concertados. “Una medida [la de los centros privados concertados] que era transitoria, pero que ahora está más fuerte que nunca mientras vemos cómo se cierran unidades y colegios públicos. Están jugando a segregar al alumnado para que la escuela pública quede para el alumnado de las familias más vulnerables”.

El cuidadoso recorrido de Martín-Díaz por los cuadernos de Aurora, su madre, es una ruta por lo soñado y lo castrado. Ella defiende que los golpistas no pudieron perdonar muchas cosas a la Segunda República, pero considera que hubo dos que provocaron una reacción de extrema violencia: quitarle los centros educativos a la Iglesia —siempre la Iglesia— y la reforma agraria.

Ocho semanas antes del golpe de Estado de 1936, el 13 de mayo, la pequeña Aurora comentaba en su cuaderno el Artículo 2º de la Constitución de 1931 —“Todos los españoles son iguales ante la ley”— y escribía: “Quiere decir que la Ley ampara por igual a todos los españoles sin hacer distinción alguna entre los que tengan ideas políticas o religiosas distintas”. Nunca llegó a comentar el artículo 26 que fue el combustible para tanto adoctrinamiento posterior que garantizar el dominio de la Iglesia en la futura España. Empezaba así: “Todas las confesiones religiosas serán consideradas como asociaciones sometidas a una ley especial. El Estado, las regiones, las provincias y los municipios no mantendrán, favorecerán, ni auxiliarán económicamente a las iglesias, asociaciones e instituciones religiosas”. Cuando la República fue arrasada todo volvió a lo de siempre. A los de siempre.