De subproducto a recurso: así impulsa el biometano la transición energética

De subproducto a recurso: así impulsa el biometano la transición energética

El biometano avanza en España como una de las grandes palancas de la transición energética. En Galicia diferentes proyectos demuestran que la energía limpia también puede nacer del campo

La transición energética no se juega solo en los parques eólicos ni en los campos solares. También en lugares donde se generan toneladas de restos orgánicos que, hasta hace poco, eran un problema más que una oportunidad. Es ahí donde entra en escena el biometano, un gas 100 % renovable capaz de transformar esos subproductos del campo en energía limpia y en una fuente de desarrollo local.

A escala europea, el biometano se ha convertido en una de las palancas más prometedoras para acelerar la descarbonización y avanzar hacia una economía circular. En España, donde el potencial de producción es enorme, su implantación crece poco a poco. Pero la tendencia es clara: aprovechar lo que se había convertido en un problema para producir energía y dinamizar el medio rural.

Gas renovable con el mismo poder que el de origen fósil

El biometano se obtiene a partir de restos como purines o excedentes hortofrutícolas, mediante un proceso de digestión anaerobia (sin oxígeno) que genera biogás, el cual se purifica hasta alcanzar la calidad del gas natural. El resultado es un combustible con las mismas aplicaciones y rendimiento, pero con huella de carbono negativa. Puede inyectarse directamente en la red de gas existente y utilizarse para calefacción, transporte o procesos industriales sin adaptar infraestructuras.

“Los gases verdes son una de las claves estratégicas de Europa para una energía limpia, segura y competitiva”, ha defendido Ángela Sainz, de la European Biogas Association. Su desarrollo, además, contribuye a reducir las emisiones de metano, un gas con un efecto climático 28 veces superior al del dióxido de carbono, y a mejorar la gestión ambiental de las explotaciones agroganaderas.

España ante una oportunidad decisiva

España tiene un potencial de producción de biometano estimado en hasta 163 TWh anuales, lo que equivale a cubrir cerca del 50 % de la demanda actual de gas natural. Sin embargo, el despliegue avanza más lento que en otros países europeos, donde existen cientos de plantas en funcionamiento.

Aun así, España se ha convertido en uno de los principales destinos de inversión verde del continente, con más de 4.800 millones de euros comprometidos en proyectos de biometano. La oportunidad es evidente, sobre todo para el sector primario, que puede diversificar sus ingresos y fortalecer la sostenibilidad de sus explotaciones.

Galicia, clave para la energía verde

Entre los territorios con mayor potencial destaca Galicia. Su tejido agroganadero, su abundancia de recursos naturales y el compromiso institucional con la neutralidad climática la convierten en un escenario idóneo para impulsar proyectos de biometano. La Axenda Enerxética de Galicia marca el objetivo de que, en 2030, el 20 % del consumo de gas en la comunidad sea de origen renovable. Y ese horizonte empieza a materializarse gracias a proyectos como los de IAM Carbonzero.


Vacas pastando en Galicia

IAM Carbonzero trabaja actualmente en cinco plantas de biometano en Galicia, localizadas en las provincias de A Coruña, Pontevedra y Ourense. Se trata de una inversión global superior a los 100 millones de euros que, una vez en marcha, producirá alrededor de 270 GWh al año —el consumo térmico de unos 54.000 hogares, o dos tercios de la ciudad de A Coruña—.

Se evitará la emisión de unas 270.000 toneladas anuales de dióxido de carbono equivalente, y se generarán más de 200 empleos en la fase de construcción y 40 puestos directos durante al menos 25 años. Un impulso estable que refuerza el tejido económico local y contribuye a fijar población en el medio rural.

La compañía combina la agilidad de una empresa joven con la experiencia de un equipo con más de dos décadas en el sector energético. ¿Su propósito? Transformar subproductos orgánicos en valor, reducir emisiones y generar oportunidades sostenibles. Las plantas están diseñadas bajo las mejores técnicas disponibles (MTD) y con sistemas de control que superan las exigencias normativas en materia de seguridad y medio ambiente.

Ventajas del biometano

El potencial del biometano va mucho más allá del ámbito energético. Las plantas evitan que los subproductos agropecuarios se degraden de forma natural y liberen gases de efecto invernadero, y al mismo tiempo generan biofertilizantes adaptados a cada territorio. Este digerido sustituye fertilizantes químicos y devuelve nutrientes al suelo, cerrando el ciclo de los recursos y consolidando un modelo de economía circular real.


Vistas en la Ribeira Sacra

Otro beneficio tangible es la mejora ambiental. El biometano ayuda a prevenir la contaminación por nitratos, un problema que afecta a buena parte de los acuíferos españoles, y reduce el impacto climático al captar y aprovechar el metano que se liberaría de otro modo a la atmósfera. Las instalaciones modernas incorporan biofiltros y sistemas avanzados de control que neutralizan los posibles olores y minimizan molestias en su entorno.

Desafíos y convivencia

El crecimiento de las iniciativas de biometano ha despertado algunas reticencias vecinales, en muchos casos derivadas del desconocimiento. En palabras de Álvaro Mayordomo Ramos, Director Corporativo de IAM Carbonzero, “el biometano no sólo crea empleo, también activa nuevas oportunidades productivas y sociales, aportando estabilidad y futuro a zonas que han sufrido durante décadas. La gestión de los subproductos agroganaderos se ha convertido en un grave problema, y esta tecnología es clave para solucionarlo. Las plantas de biometano se integran en el ecosistema local y mejoran la vida de los ciudadanos.”

Los proyectos de biometano en Galicia resumen lo que puede ser el futuro energético de España: innovación, sostenibilidad y desarrollo rural. Lo que antes se consideraba un residuo se convierte ahora en recurso. Y esa valorización de los subproductos —convertir lo que sobra en energía, fertilizante y empleo— demuestra que la transición energética puede tener raíces locales y beneficios muy concretos para las comunidades que la impulsan.