La supervivencia del pequeño comercio, el latido que mantiene vivo a los barrios
En los establecimientos de cercanía se produce una relación de confianza entre dueños, comerciales y clientes que refuerza el carácter comunitario y son necesarios para los barrios
Según datos de la Unión de Asociaciones de Trabajadores Autónomos y Emprendedores (UATAE), en el último año el comercio minorista español ha perdido 14.041 establecimientos, lo que supone una media de 38 tiendas cerradas al día. Unos datos que es sencillo llevar a la vida cotidiana, cuando uno cierra los ojos, recuerda aquellas calles en las que ha crecido y hace un pequeño repaso de cuántos de esos pequeños comercios en los que conocían al dedillo el nombre de toda la familia y cuáles eran los gustos de cada uno han sobrevivido hasta la actualidad.
El comercio del barrio es la frutería de la esquina, en la que saben que si un cliente prefiere los plátanos maduros o algo más verdes, en la que avisan a otro de que los tomates han venido buenísimos o que aún es pronto para las cerezas. Ese es el caso de Víctor, de la frutería asturiana Empurdà, quien reivindica la atención personalizada que da a sus clientes.
“Los establecimientos de barrio son necesarios, dan vida a los barrios, crean puestos de trabajo y son buenos para la economía”, explica Víctor que aún recuerda como una de sus clientas, una mujer viuda que acostumbraba a pagar la cuenta a fin de mes, una vez le vino con una bolsa de monedas en la que la de mayor valor era de 20 céntimos. La mujer creía que le vendría genial para dar los cambios y él empleó más de una hora para sentarse con ella, charlar y contar juntos el dinero. “Eso no sucede en un supermercado” sentencia Víctor.
Luis Roces, comercial de Pascual en Asturias, junto a Víctor, de la frutería Empurdà
La conexión entre comerciales y establecimientos
No hay duda de que los comercios de cercanía mantienen vivo el latido de los barrios. “Hay más tránsito de gente, se socializa más con los clientes y se dan más puntos de encuentro para la interacción social entre los vecinos. Hay más vida en el barrio”, resume Víctor. De eso sabe bastante Luis Roces, miembro del equipo comercial de Pascual en Asturias, en concreto de su distribuidora Qualianza. Lleva más de dos décadas recorriendo los comercios de barrio para asegurar que no falte la Leche Pascual de siempre o las últimas novedades de Bifrutas. “Son especialistas, aconsejan y guían al cliente”, señala Roces, que resalta la cercanía y atención personalizada que sí puede ofrecer un establecimiento de cercanía.
Ese vínculo, también se encuentra en la relación entre los comerciales y los propios establecimientos. “Es un vínculo de confianza, de seguridad que le damos en la compra y de integridad a la hora de ofrecer nuestros productos”, explica Roces que aún recuerda cuando, con apenas 20 años empezó a trabajar en la zona. “Como era un crío, era muy jovencín, me decían: ”Uy, pues no sé lo que durarás aquí“. Ahora, después de 22 años, jubilé a mucha gente”, rememora. Roces tiene muy clara la importancia que tiene para Pascual ese vínculo, ese círculo de confianza que se retroalimenta entre el comercial, el establecimiento y los clientes al distribuir productos tan conocidos como sus bebidas vegetales Vivesoy. No en vano, el Grupo Pascual nació como una empresa familiar hace casi seis décadas.
El legado de las tiendas de cercanía
José, de la Carnicería José añade otro punto importante a la relevancia de los comercios de barrio. “Son necesarios porque compran a productores locales y generan negocio. Dan prosperidad al barrio, oportunidades de crecimiento para todos y más servicios a los vecindarios”, señala José que incide también en que este tipo de establecimientos “te puede ayudar, aconsejar, te ofrece cercanía, confianza y calidad”. Y es que en un mundo cada vez más rápido, más digital y más anónimo, estos lugares aún resisten como pequeños oasis de humanidad.
Luis Roces, comercial de Pascual, junto a Luisa, de la Carnicería José
José, por ejemplo, recuerda a muchos de los que ahora están volviendo al barrio, aquellos que se marcharon siendo jóvenes y ahora, como ya le ha pasado varias veces, se reencuentran sin pretenderlo en su carnicería mientras hacen la compra. Compañeros del colegio, vecinos o amigos del parque que de repente se ponen al día mientras compran los filetes que comerán unas horas después. “Coinciden después de muchos años y esos encuentros ahí en el local me gusta verlos y vivirlos. También recuerdo lo que vivieron, la gente que vivió por ahí o los negocios que hubo y me da un poco de nostalgia también”, reconoce José. Y es que un barrio seguirá siendo barrio siempre que haya un comercio que se dirija a sus clientes por su nombre.