Iida Turpeinen, escritora: «A menudo ha sido la curiosidad y nuestro amor por la naturaleza lo que la ha dañado»

Iida Turpeinen, escritora: «A menudo ha sido la curiosidad y nuestro amor por la naturaleza lo que la ha dañado»

La galardonada primera obra de la doctoranda finesa, que versa sobre la desaparición de la vaca marina de Steller sólo 20 años después de ser descubierta, ha sido traducida a más de 28 idiomas, incluyendo el español y el catalán

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“En inglés y en francés se dice que una especie se extingue o se apaga, pero en finés se habla de la falta de un compañero de especie”. Esta cita proviene de el libro La bestia del mar / El darrer gegant del mar (Cossetània, 2025), de la escritora y académica Iida Turpeinen (Helsinki, 1987), que ha dedicado su primera novela a narrar la historia de la sexta extinción masiva. Se trata un breve período de tiempo geológico en el que se extingue un alto porcentaje de la biodiversidad o de distintas especies. Esta ha afectado a un animal que, pese a su gran tamaño, ha sido víctima de la conducta humana; la vaca marina de Steller.

A través de tres siglos y distintos puntos de vista, lleva al lector a reflexionar sobre la relación entre la naturaleza y el hombre y el impacto de descubrir que la extinción de las especies, aquello que entonces se creía que solo podía pasar por un gran cataclismo, se podía dar también por la propia mano humana.

La autora, que ahora está en el proceso de completar su tesis doctoral sobre la intersección entre las ciencias naturales y la literatura, fue galardonada con el mejor debut en el Premio de Literatura Helsingin Sanomat y también recibió una nominación al Premio Finlandia, uno de los mayores certámenes literarios del país, así como para el premio Torch-bearer y el de Mejor Libro Extranjero 2024 en Francia.

¿Por qué decide explicar la historia de la vaca marina de Steller?

Durante mucho tiempo he soñado con escribir una novela sobre la sexta extinción masiva. Como estudiante de doctorado formo parte de un grupo de investigación que analiza cómo el pensamiento científico ha afectado a la literatura. A través del trabajo de mi grupo me enamoré completamente de la historia de la ciencia. Es fascinante.

En 2016 hubo una exposición de arte en el Museo de Historia Natural de Helsinki y fui a verla. Paseé por la Galería de los Huesos y allí vi este gran esqueleto voluminoso de un animal que no reconocí. Leí el pequeño cartel que estaba delante de él y que decía: “Vaca marina Steller, un animal que se extinguió 27 años después de ser descubierto por la ciencia. Solo quedan unos pocos esqueletos”.

Y estas dos frases me llenaron de tantas preguntas… Corrí directamente a la Biblioteca Nacional y muy pronto me di cuenta de que ese era el animal que me permitía hablar de todas las cosas que me interesaban. Esa era la historia que había estado buscando.

¿Cómo fue el proceso de investigación para la novela?

Empecé por un lugar obvio: el descubrimiento. Lo primero fue saber quién era Steller. Leí diarios, cartas, informes, estudié mapas, dibujos, cartas, lo que fuera. Amplié el alcance de la lectura a la expedición. Y luego quise ir aún más lejos y leer sobre la era y la historia de ese periodo. Fui desde las perspectivas más pequeñas a las más grandes hasta que sentí que podía entender la forma en que pensaban y el mundo en el que vivían.

En la historia de la ciencia solo se explican las vidas de los personajes masculinos. Hay que buscar entre las líneas para encontrar a las mujeres

Aunque la ciencia suele escucharse a través de la voz de los hombres, en su libro se le da protagonismo a los personajes femeninos y sus perspectivas. ¿Por qué?

Ese fue un punto muy importante para mí porque he leído muchas novelas sobre la historia de la ciencia y lo que siempre me molesta es que en esos libros las mujeres no existen o solo existen como una asistentes de los hombres: como esposas o sirvientas o madres.

Pero pensé que seguramente había mujeres que tenían una relación con este animal, con este esqueleto, y que tenían puntos de vista relevantes que podrían ser de interés para nosotros. Y me di la tarea de que la mitad de los personajes principales fueran mujeres. No sabía quiénes serían, pero estaba segura de que existían.

Fui a los archivos con el propósito de encontrarlas, y ¡qué maravillosos personajes terminé encontrando! Se convirtió en un libro mucho más interesante debido a esa decisión. Por ejemplo, Hilda Olson [ilustradora científica] es una maravilla. Una de las cosas que más me enorgullece es que la pasada primavera, después de publicar el libro, su trabajo fue expuesto tanto en la Galería Nacional como en el Museo de Historia Natural y su historia recibió mucha atención.

Ahora, 160 años tarde —pero mejor tarde que nunca— recibe el reconocimiento como precursora científica y artista que fue. Cuando empiezas a buscar a las mujeres, ves que están en todas partes. Se niegan a mantenerse alejadas, aunque digan que la ciencia no es para ellas.


La escritora Iida Turpeinen, durante la entrevista con elDiario.es en el marco de la Setmana del Llibre en català

¿Fue más difícil encontrar las historias de los personajes femeninos que de los masculinos?

Por supuesto. En la historia de la ciencia solo se explican las vidas de los personajes masculinos. Hay que buscar entre las líneas para encontrar a las mujeres. La forma en que encontré a Hilda Olson es un buen ejemplo. Sus dibujos están en los archivos del Museo de Historia Natural, pero nadie lo sabía porque estaban bajo el nombre de Alexander Von Nordmann, su empleador. A ella la encontré por accidente.

Hilda Olson fue asistente e ilustradora científica del profesor de zoología y botánica en Helsinki en 1860, cuatro años antes de que las mujeres fueran admitidas a la universidad. Su rastro no está en los libros de historia ni en las grandes narrativas de las expediciones. Tienes que estar atenta a pistas pequeñas. Pero cuando lo haces, empiezas a encontrar mujeres en todas partes.

En el periodo en el que inicia el libro, aún no se sabía lo que era la extinción de las especies y mucho menos que la humanidad podía ser la causa.

¡Eso fue tan interesante! Es algo en lo que no había pensado cuando empecé a escribir. En los diarios del siglo XVIII había algo en la forma en que describían la naturaleza me pareció muy extraño. Pero no acababa de saber qué era. Y entonces entendí que no tenían ni idea del impacto que podían tener. Su punto de vista era completamente diferente. Pensaban que la naturaleza estaba a su merced.

La idea de la extinción era tan nueva que no llegamos a comprenderla hasta principios del siglo XIX. E, incluso en ese momento, pensamos que era algo que pertenecía a la prehistoria y que se necesitaba alguna catástrofe bíblica, como un diluvio o un asteroide. La idea de que pudiéramos tener ese poder sobre otras especies no fue debatida hasta principios del siglo XX.

¿Qué cambió en ese momento?

El mundo tiene mucho más sentido cuando te das cuenta de que todos nuestros sistemas sociales y financieros y sus principios básicos se han creado en una época en la que no teníamos ni idea de los límites de la naturaleza y su vulnerabilidad. Ahí se entiende mucho mejor por qué estamos en la situación actual.

Enfrentamos una nueva toma de conciencia de nuestra responsabilidad y de nuestro impacto, buscamos una manera de incorporar esa comprensión en las estructuras existentes y eso no es tarea fácil. Y cambiar eso es un proceso bastante grande y laborioso. Así que creo que estamos viviendo una especie de estado de shock con este descubrimiento.

Los proyectos imperialistas y colonizadores siempre se etiquetaron como expediciones para saber más sobre el mundo. Pero, al final, siempre se trataba de encontrar nuevos recursos financieros

El libro explora la intersección entre la ciencia y la literatura ¿cree que esta fusión tiene potencial?

Oh sí. La razón por la que quería escribir una ficción sobre ciencia e investigación naturalista era porque estaba escribiendo mi propio doctorado. Y sentí una gran necesidad de escribir sobre ciertas cosas de forma diferente a lo que el discurso académico me permitía hacer. Quería escribir en el lenguaje de la poesía.

El punto fuerte de la literatura es que te hace estar emocionalmente conectado con lo que estás estudiando. Por ello puede ser un buen aliado para la ciencia, la política y el activismo. Porque el cambio climático y la extinción son temas bastante difíciles de abordar. Evocan emociones difíciles: ira, culpa, miedo, remordimiento… Yo misma tenía ese problema. Trataba de leer lo menos posible sobre el tema porque me sentía ansiosa. Pero la literatura, al contar una historia, puede hacerte vivir esas emociones difíciles de una manera placentera.

La investigación científica que lleva a descubrir la vaca marina de Steller viene por orden de la emperatriz rusa, ¿hay relación también entre la ciencia y la política?

Por supuesto. Es curioso ver cómo los proyectos imperialistas y colonizadores siempre se etiquetaron como expediciones muy nobles que se justificaban por el deseo de saber más sobre el mundo y describir las especies de tierras lejanas. Pero, al final, siempre se trataba de encontrar nuevos recursos financieros. La ciencia era una excusa para hacer eso. Por ejemplo, la tarea principal de Steller en ese viaje, cuando uno mira la descripción de su trabajo, era encontrar minerales valiosos. Siempre se trata de economía.

¿Hay algún gran villano concreto detrás de la extinción de especies?

Es interesante ver que, cuando no comprendían los límites y la vulnerabilidad de la naturaleza, pensaban que el mundo era solo un sistema estable hecho por Dios para que los hombres lo disfrutaran. Cuando comencé a escribir esta novela pensé que iba a encontrar un montón de villanos. Pero realmente eso no fue lo que vi. Encontré gente que trataba de hacer lo mejor que podía con lo que sabían, lo cual fue, en parte, reconfortante. A menudo era la curiosidad humana e incluso nuestro amor por la naturaleza que terminó por dañarla.

Y extrañamente, esto ha acabado pasando también con la novela. Cuando se publicó, fue muy popular en Finlandia y la gente comenzó a acudir al Museo de Historia Natural para ver el esqueleto de la vaca marina. La gente se sentía tan profundamente conectada al animal que tenían ganas de tocarlo. Y algunas personas lo hicieron. Lo cual no está bien porque terminó poniendo en peligro los restos. Así que el museo tuvo que construir una enorme pared de vidrio alrededor del esqueleto. No sé si es trágico o irónico que mi novela, tratando de hablar en contra de esta tendencia, acabara poniendo en peligro los últimos restos que tenemos de este animal.