 
			«Siempre tuvimos ganas de seguir estudiando»: dos septuagenarias cumplen su sueño universitario tras graduarse en Derecho
Manuela Castro y Ángela Caules, quienes de jóvenes tuvieron que abandonar sus estudios por la falta de medios para poder continuar, acaban de licenciarse tras una década compartiendo aulas, exámenes y deberes. Sus tesis hablan de refugiados climáticos y soberanía territorial: «Los conocimientos adquiridos tienen un valor que no te quita nadie», subrayan
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Tienen más de 70 años y acaban de licenciarse en Derecho por la Universitat de les Illes Balears (UIB). Ángela Caules y Manuela Castro se conocieron en las aulas de la sede de Menorca de la UIB hace diez años, cuando ambas se lanzaron a la aventura de retomar su trayectoria educativa, interrumpido en su adolescencia. Las dos septuagenarias aseguran que siempre abrigaron la esperanza de seguir estudiando e incluso hoy, ya licenciadas, no descartan la posibilidad de continuar formándose.
Ángela Caules tiene 69 años y nació en Ciutadella, aunque poco después de casarse se mudó a vivir a Alaior, donde reside desde hace varias décadas. “Llevo más de la mitad de mi vida en este pueblo, donde he criado a mis hijos y donde acudí por primera vez a la sede de la UIB hace diez años al iniciar la carrera de Derecho que acabo de terminar”, cuenta con una amplia sonrisa. Tal como relata a elDiario.es, su trayectoria educativa se interrumpió a los 14 años, edad a la que debió salir de la escuela para ir a trabajar. “Eso que hoy llamaríamos explotación laboral infantil era moneda corriente en mi época”, explica riendo.
Tras ingresar en 1956 en el Colegio Público San José de Ciutadella, Ángela recibió el certificado de estudios al concluir el octavo año. La recién licenciada recuerda que cursaba en el edificio que en la actualidad ocupa la Casa de Cultura, dado que en esa época “aún no existían colegios mixtos, por lo que las niñas de ponent íbamos a la escuela en ese lugar”, explica. Tras dejarla, Ángela pasó por varios trabajos durante sus años de adolescencia hasta que ingresó a trabajar a una fábrica de calzado, eje central de la industria menorquina durante los sesenta y los setenta.
            
                Ángela Caules: «Yo siempre tuve ganas de seguir estudiando y mis padres también, pero la realidad es que no teníamos posibilidades económicas»                            
Yo siempre tuve ganas de seguir estudiando y mis padres también, pero la realidad es que no teníamos posibilidades económicas. Además, en aquel entonces no existía la sede de Menorca de la UIB, por lo que para ello tendría que haberme ido a vivir a Barcelona o a Palma. Imposible
“Yo siempre tuve ganas de seguir estudiando y mis padres también, pero la realidad es que no teníamos posibilidades económicas. Además, en aquel entonces no existía la sede de Menorca de la UIB, por lo que para ello tendría que haberme ido a vivir a Barcelona o a Palma. Imposible”. Ya de adulta, el primer paso de Ángela para cumplir su sueño fue acercarse a la escuela de adultos Joan Benejam de Ciutadella. Allí preguntó por las pruebas de acceso a la UIB para mayores de 25 y, tras ponerse al día con las asignaturas, finalizó su graduación en el turno noche, aunque no fue en esa sede, sino en la Joan Mir i Mir de Maó. “Creo que es clave subrayar la importancia de que existan las escuelas de adultos y, sobre todo, las sedes de la UIB en las islas menores. Somos muchos los adultos y también los jóvenes que podemos educarnos y aspirar a mejorar nuestra formación académica sin salir de Menorca. Y eso es algo que hay que poner en valor”, subraya.
“Los conocimientos, un valor que no te quita nadie”
Preguntada sobre el porqué de su elección a la hora de cursar Derecho, Ángela recuerda que, en su época de juventud, la oferta educativa superior para mujeres era limitada a tareas de cuidados. “Las mujeres siempre estudiaban cuestiones sociosanitarias, enfermería o carreras de educación, muchas veces en roles de cuidados. Cuando tuve la posibilidad de inscribirme en la UIB, me decanté por Derecho sin pensarlo. Y no me arrepiento. Los conocimientos adquiridos tienen un valor que no te quita nadie”, reflexiona.
En mi época, las mujeres estudiaban siempre cuestiones sociosanitarias, enfermería o carreras de educación, muchas veces en roles de cuidados. Cuando tuve la posibilidad de inscribirme en la UIB me decanté por Derecho sin pensarlo. Y no me arrepiento
Los intereses de la flamante licenciada Caules abarcan todo tipo de aspectos del marco jurídico estatal -considera que hay materias de su carrera que deberían ser obligatorias en la Educación Secundaria e incluso que las nuevas generaciones deberían conocer la Constitución desde temprana edad- hasta cuestiones de orden internacional. En este sentido, Ángela ha recibido su título de licenciada en Ciencias Jurídicas este mes de octubre tras defender una tesis especializada en Derecho Internacional Privado cuyo foco se centra en las poblaciones desplazadas fruto del cambio climático.
Explica que el estatuto del refugiado reconocido por el Derecho Internacional no ampara a los refugiados climáticos, un asunto que Caules considera que “debería estudiarse y discutirse desde el derecho porque es una realidad, está aquí, y probablemente se incremente el número de personas desplazadas debido al cambio climático, aunque algunos nieguen su existencia”. Sobre la posibilidad de seguir estudiando, asegura que no le importaría. De esta década de estudios, insiste, la mayor satisfacción es personal, pero también “el ejemplo que les dejo a mis cuatro nietos”.
Ángela defendió una tesis sobre las poblaciones desplazadas fruto de la crisis climática, quienes, señala, no están amparadas por el estatuto del refugiado reconocido por el Derecho Internacional: «Creo que debería estudiarse desde el Derecho porque es una realidad y probablemente se incremente el número de desplazados, aunque algunos nieguen la existencia del cambio climático»
Una compañera inseparable
La historia de Manuela Castro es tan similar a la de Ángela Caules que, si no fuera porque nació en la Puebla de los Infantes (Sevilla), podría decirse que son hermanas. “También dejé de estudiar a los 14 porque en mi pueblo no había medios para continuar después del ciclo básico. Recuerdo que para poder seguir tendría que haberme trasladado a Sevilla o eventualmente desplazarme hasta la ciudad todos los días, lo cual era impensable en aquel entonces, porque apenas si había frecuencia de autobuses entre mi pueblo y la capital”, explica Manuela, quien, también –como Ángela–, cambió demasiado pronto los pupitres y las tizas por el mundo laboral.
“Desde niña, me dediqué a trabajar en hostelería e incluso continué en ese ámbito cuando me mudé a Menorca hace ya muchísimos años. La verdad es que siempre fue una asignatura pendiente el poder acceder a la Universidad y ahora estoy más que satisfecha”, cuenta a este periódico, acompañada por su marido y una de sus dos hijas.
            
                Manuela Castro, en el centro, junto a su marido y una de sus hijas: «Dejé de estudiar a los 14 porque en mi pueblo no había medios para continuar después del ciclo básico»                            
También dejé de estudiar a los 14 porque en mi pueblo no había medios para continuar después del ciclo básico. Recuerdo que para poder seguir tendría que haberme trasladado a Sevilla o eventualmente desplazarme hasta la ciudad todos los días, lo cual era impensable en aquel entonces, porque apenas si había frecuencia de autobuses entre mi pueblo y la capital
Al poco de trasladarse a Menorca, Manuela trabajó en distintos lugares del sur de la isla en el ramo de la hostelería e incluso mantuvo una conocida heladería en Es Castell. “Aunque trabajaba en otras cosas, siempre pensaba en la posibilidad de retomar. Siempre fue un deseo”. Según cuenta, a pesar de que tuvo que enfrentarse a la prueba de acceso em catalán, el idioma no ha sido “para nada” un obstáculo en su carrera universitaria. “Soy de fuera, pero leo y entiendo perfecto el catalán. No lo hablo por pudor, por vergüenza, pero la verdad es que me encanta. He criado a mis dos hijos en esta isla, así que de alguna manera el tema del idioma lo tenía bastante aceitado”, explica. Su hija Eva asegura que Manuela “siempre ha estado con un libro en la mano. Siempre estudiando, siempre instruyéndose”.
“Si uno tiene voluntad y ganas, las cosas salen”
Manuela y Ángela se conocieron en el primer año de la carrera tras finalizar con buenas notas la prueba de acceso a la Escuela de Adultos de Maó. Tras una década en que han ido compatibilizando los estudios con los quehaceres cotidianos, se sienten compañeras “de toda la carrera”. “No siempre coincidíamos en las asignaturas, a veces alguna lo dejaba por un semestre y retomaba al siguiente. La vida, la casa, la faena… Hay que sacar todo pa’lante y a veces una no prioriza lo académico, pero siempre estábamos ahí la una para la otra”, explica Manuela.
No siempre coincidíamos en las asignaturas, a veces alguna lo dejaba por un semestre y retomaba al siguiente. La vida, la casa, la faena… Hay que sacar todo ‘pa’lante’ y a veces una no prioriza lo académico, pero siempre estábamos ahí la una para la otra
Además de su trayectoria académica en común, Manuela y Ángela encontraron en el Derecho Internacional y el cambio climático su tema de tesis, aunque, en el caso de Manuela, aborda las cuestiones vinculadas a la soberanía territorial. “Los Estados van a tener que elaborar marcos jurídicos internacionales para discutir qué ocurre cuando la soberanía territorial se ve amenazada por el cambio climático. Es algo que está sucediendo. La pesca, los litorales, los territorios costeros habitados están amenazados por este fenómeno. Por eso me interesó el tema”, subraya.
A la hora de elegir la carrera, Manuela piensa que también podría haberse decantado por Física y Química, aunque también reflexiona sobre la posibilidad de estudiar Ciencias Políticas. Y es que esta septuagenaria no se achica frente a los desafíos, a pesar de que se encuentra en lista de espera para su tercer trasplante de riñón, un hecho que, confiesa, ha condicionado su vida y –por supuesto– su carrera. “Es verdad que hay algunas cosas a las que tuve que resignarme por esta situación, pero creo que, si uno tiene voluntad y ganas, las cosas salen”, concluye, satisfecha.
 
			 
			