Montseny en otoño: un espectáculo de color a solo un paso de Barcelona

Montseny en otoño: un espectáculo de color a solo un paso de Barcelona

Reserva de la Biosfera y uno de los grandes pulmones de Catalunya, el Montseny muestra en otoño su cara más viva: bosques dorados, caminos agradables, pueblos con encanto y una gastronomía que sabe a temporada

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A apenas una hora de Barcelona, el Montseny condensa en pocas decenas de kilómetros una variedad de paisajes que sorprende: cimas, valles y bosques que cambian según la altitud. El parque natural, reconocido además como Reserva de la Biosfera, combina encinares y pinares en las cotas bajas, robledales en las intermedias y hayedos y abetales en las zonas más altas. Esa mezcla de ambientes hace que el otoño aquí sea especialmente bonito, con verdes, ocres y rojizos que van transformando el monte allí donde miramos.

La presencia humana también forma parte del paisaje. Desde hace siglos pastores y campesinos trabajan estas tierras, y hoy los pueblos siguen manteniendo tradiciones, ferias y una relación estrecha con el bosque. Es un territorio donde la naturaleza se disfruta caminando, pero donde también se come bien, con setas, castañas y platos de temporada que marcan el menú otoñal.

Pueblos y sabores de otoño

El Montseny es famoso por su bosque, pero hay mucho más. También es patrimonio y cultura, con pueblos que conservan un ritmo tranquilo, con calles de piedra, chimeneas humeantes y un otoño que se vive en los mercados, en las ferias y en las mesas. Cada uno tiene su carácter y sus rincones, y todos forman parte del mismo paisaje de montaña.

Montseny da nombre al parque y funciona como puerta de entrada. En su entorno se encuentran algunas joyas románicas, como la ermita de Sant Marçal o la iglesia de Sant Julià, además de pequeñas capillas como la de Sant Martí. En el patio de la iglesia de Sant Julià crece un boj monumental, declarado árbol singular, y en el pueblo hay un pequeño espacio expositivo, Les Esquelles d’en Jaume, con una amplia colección de cencerros. Desde aquí parten rutas señalizadas y también itinerarios interactivos, pensados para descubrir el entorno con calma.

Un poco más arriba, Viladrau está rodeado de bosques de castaños. De hecho, cada otoño se celebra la Fira de la Castanya, que llena la plaza de puestos, música y cestas repletas de producto local. En el centro del pueblo está la iglesia de Sant Martí y, algo más arriba, la capilla de la Pietat, de 1603. Muy cerca, la masía de La Sala recuerda al bandolero Serrallonga, y el Espai Montseny ofrece una visita interactiva para conocer la historia, los mitos y los paisajes del macizo.

Espinelves es otro de los pueblos más pintorescos, con calles empedradas, tejados inclinados y una iglesia románica, Sant Vicenç, cuyo frontal original se conserva en el Museo Episcopal de Vic. En las afueras se encuentra el Arborètum Masjoan, un jardín de árboles monumentales plantados desde 1860, donde conviven cedros, secuoyas californianas y abetos gigantes. Es un paseo curioso y relajante, perfecto para quienes prefieren caminar entre troncos centenarios que por senderos de montaña.


El otoño transforma los bosques del Montseny.

Más al norte, Arbúcies mezcla patrimonio e historia. Su iglesia de Santa María domina el centro y, junto al río, se levanta el Museo Etnológico del Montseny, conocido como La Gabella, que explica cómo era la vida rural de estas montañas. Desde el pueblo se puede subir al castillo de Montsoriu, uno de los ejemplos más notables de arquitectura gótica civil catalana, y disfrutar de panorámicas amplias del valle. Arbúcies es, además, buen punto para alojarse o combinar rutas a pie con visitas culturales.

La Garriga y Sant Esteve de Palautordera merecen también una parada. La primera conserva un bonito casco modernista, fruto de su época de veraneo y de sus aguas termales; la segunda destaca por la iglesia, con sus puertas de madera talladas, por el castillo de Montclús, y por el conjunto de casas de piedra con rejería que dan unidad a su núcleo antiguo. 

En todos ellos, la comida acompaña al paisaje. El otoño se traduce en setas, castañas y guisos sencillos que huelen a bosque. Los rovellons, ceps o trompetas de la muerte protagonizan platos que se sirven con embutidos locales y la fundamental butifarra amb mongetes. La ratafía, el licor de hierbas de la zona, suele cerrar las comidas. En esta época del año se celebran mercados y ferias por todo el macizo: el Cap de Setmana del Bolet, la Fira d’Aliments Artesanals Catalans o las ferias semanales de Viladrau, La Garriga, Sant Celoni, Breda, Arbúcies o Centelles, donde se puede comprar producto fresco y probar la gastronomía local.


Fira de la castanya de Viladrau.

Senderismo: rutas para todos los gustos

El Montseny está hecho para caminar. En cada rincón hay un sendero, un bosque o una pista que invita a meternos entre los árboles. Y en otoño, cuando los colores cambian y el aire se vuelve más fresco, salir a recorrerlo se convierte casi en una obligación. El parque ofrece más de una treintena de rutas señalizadas, con recorridos que van desde paseos familiares hasta ascensiones de montaña, así que basta con elegir el que mejor se adapte a nuestros gustos y necesidades para salir a disfrutar al aire libre.

Si hay una ruta mítica, esa es la subida a las cimas del Turó de l’Home y Les Agudes, la referencia del parque. El camino atraviesa hayedos y abetales y termina en miradores con panorámicas abiertas de todo el macizo, con un recorrido que permite apreciar cómo la vegetación cambia con la altitud. También lo hace la ascensión al Matagalls, otra de las más populares: la senda pasa por prados y bosques hasta llegar a la cruz metálica de la cima, uno de los puntos más emblemáticos del Montseny. En otoño, el contraste de los árboles convierte la subida en un espectáculo de tonos.


Senderismo en Montseny.

Desde el propio pueblo de Montseny parte la ruta de las cinco cimas, un itinerario largo, de todo un día, que asciende al Turó de l’Home, Les Agudes, Matagalls, Sui y Turó de Samont. Un sendero reservado para los mejor preparados y que permite descubrir la diversidad del parque en un solo recorrido.

Para caminatas más tranquilas hay opciones igual de atractivas. La ruta del Empedrat de Morou es un itinerario circular que mezcla caminos empedrados, rieras y miradores. Es sencilla, variada y perfecta para disfrutar del entorno sin grandes desniveles. La Riera de Gualba, con sus pasarelas y pozas, ofrece un paisaje húmedo donde el otoño se refleja en el agua y las hojas cubren los senderos. Y en el Sot de l’Infern, especialmente recomendable si viajamos en familia, el bosque se vuelve más denso y sombrío, ideal para quienes disfrutan observando los pequeños detalles del sotobosque.

En torno a Santa Fe del Montseny hay senderos cortos y accesibles con paneles interpretativos y áreas de descanso, pensados para que cualquiera pueda acercarse a la naturaleza sin dificultad. Además, el propio municipio de Montseny ha diseñado itinerarios interactivos (la ruta azul y la ruta roja) con códigos QR, puntos de interpretación y actividades familiares que explican el paisaje mientras se recorre. Muy fácil y accesible.


Senderos que invitan a pasear.

A tener muy en cuenta: acceso regulado y visitas responsables

El Montseny en otoño es un imán. En esta época, durante los fines de semana el parque se vuelve muy popular. La afluencia de visitantes ha crecido tanto en los últimos años que las administraciones han tenido que regular los accesos para proteger el entorno y mejorar la experiencia de quienes lo visitan. Por eso, si es posible, conviene planear la escapada entre semana, cuando los caminos están más tranquilos y la visita se disfruta de verdad.

Desde el 11 de octubre y hasta el 8 de diciembre, el parque activa un dispositivo especial que restringe el acceso en coche a algunas zonas muy concurridas, como Santa Fe del Montseny, Fontmartina o Collformic. Para facilitar la visita se han habilitado dos aparcamientos gratuitos, en Fogars de Montclús y El Brull, que funcionan como puntos de acogida. Allí se puede dejar el vehículo, recoger información y tomar el Bus Parc, un servicio de transporte público que conecta los principales lugares del parque. Eso sí, cuando los aparcamientos se llenan, el sistema CIVICAT activa avisos en los paneles de carretera principales. 

El Bus Parc opera los fines de semana y festivos durante todo el año, y en otoño amplía horarios y líneas. Sale desde Sant Celoni y enlaza con las zonas de Santa Fe, Fontmartina y Collformic, con paradas en los puntos de acogida, donde además se ofrecen talleres y actividades guiadas, rutas señalizadas y servicios de información. El billete es combinado con Renfe, de manera que se puede llegar en tren y continuar en autobús hasta el corazón del Montseny sin necesidad de coche. Es una opción cómoda y sostenible, pensada para evitar los atascos y reducir la presión sobre el entorno natural.