Una guerra de atrocidades (y olvidada): qué está pasando en Sudán y por qué la última ofensiva rebelde es importante
La caída de la ciudad de El Fasher en manos de las fuerzas paramilitares RSF marca un punto de inflexión militar y humanitario entre temores de una repetición de las atrocidades cometidas en Darfur hace dos décadas
La ONU denuncia el asesinato de 460 pacientes y acompañantes en un hospital de Sudán tras una ofensiva rebelde
El Fasher, capital de Darfur del Norte, en Sudán, se ha convertido en el epicentro de una de las crisis humanitarias más graves del mundo, según Naciones Unidas y organizaciones especializadas que operan en el país. Tras 18 meses de asedio que mantuvo a decenas de miles de civiles atrapados, la ciudad ha caído en manos de las Fuerzas de Apoyo Rápido (también conocidas como RSF, por sus siglas en inglés), la milicia formada a partir de antiguos janjawid, implicada en las masacres de Darfur en 2003.
Según la Oficina de Derechos Humanos de la ONU (OHCHR), al menos 782 civiles han muerto y más de 1.100 han resultado heridos desde mayo de 2024 en la ofensiva sobre El Fasher. Unicef calcula que alrededor de 260.000 personas permanecen atrapadas dentro de la ciudad, entre ellas más de 130.000 niños, sin acceso regular a alimentos, atención médica o agua potable. Otros 600.000 civiles han huido hacia el suroeste, principalmente a Tawila, donde los campos de desplazados están saturados.
El conflicto entre las RSF y el Ejército sudanés (SAF), que empezó en abril de 2023, ha obligado a desplazarse a la fuerza a casi 12 millones de personas y más de cuatro millones se han marchado a países vecinos, según Acnur, en lo que se considera la mayor crisis de desplazamiento del mundo. Las estimaciones del número de muertos varían considerablemente, pero las víctimas se cuentan por miles.
            
Sudán, un país dividido
EGIPTO
Río Nilo
Darfur
CHAD
ERITREA
Jartum
El Fasher
ETIOPÍA
SUDÁN
DEL SUR
Ejército / Grupos aliados
RSF / Grupos aliados
Otros grupos aliados
GRÁFICO: IGNACIO SÁNCHEZ. FUENTE: CRITICAL THREATS PROJECTS AT THE AMERICAN ENTERPRISE INSTITUTE
Sudán, un país dividido
EGIPTO
Río Nilo
Darfur
CHAD
Jartum
ERITREA
El Fasher
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SUDÁN
DEL SUR
Ejército /
Grupos aliados
RSF /
Grupos aliados
Otros grupos
aliados
GRÁFICO: IGNACIO SÁNCHEZ. FUENTE: CRITICAL THREATS PROJECTS AT
THE AMERICAN ENTERPRISE INSTITUTE
La caída de El Fasher marca un punto de inflexión militar y humanitario y revive los temores de una repetición de las atrocidades cometidas en Darfur hace dos décadas. Se calcula que el Ejército ha sido expulsado de aproximadamente un tercio del territorio sudanés, una situación que muchos creen que acerca la posibilidad de que el país se enfrente a una partición.
Una guerra de atrocidades
Los civiles sudaneses están pagando el precio más alto de la guerra que ha devastado el país. Uno de los episodios más graves se ha producido recientemente en el Hospital Materno Saudí de El Fasher, donde, según la Organización Mundial de la Salud (OMS), al menos 460 pacientes y acompañantes fueron asesinados en un solo ataque perpetrado por las RSF.
Ante el Consejo de Seguridad, el coordinador humanitario de Naciones Unidas, Tom Fletcher ha apuntado que El Fasher “ha descendido a un infierno aún más oscuro”. “Mujeres y niñas están siendo violadas, la gente [es] mutilada y asesinada con total impunidad. No podemos oír los gritos, pero mientras hablamos, el horror continúa”, ha dicho. Además, Fletcher ha advertido de que 16 meses después de la resolución que exigía que las RSF suspendiera el asedio a la ciudad y que las hostilidades se detuvieran inmediatamente, las violaciones al derecho internacional humanitario se han intensificado. “El mundo ha fallado a toda una generación”, ha afirmado.
La Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos ha informado de que ha recibido “múltiples informes alarmantes” de que las RSF están cometiendo atrocidades, incluidas ejecuciones sumarias, después de tomar el control de grandes partes de El Fasher y de la ciudad de Bara, en el estado de Kordofán del Norte, en los últimos días.
Según el Laboratorio de Investigación Humanitaria de la Universidad de Yale, el nivel de violencia en El Fasher es comparable al de las primeras 24 horas del genocidio de Ruanda. En un informe, el laboratorio indica que esta zona parece estar inmersa “en un proceso sistemático e intencionado de limpieza étnica de las comunidades indígenas no árabes fur, zaghawa y berti mediante desplazamientos forzados y ejecuciones sumarias”.
            
                Unos niños en una calle de la ciudad sudanesa de Umdurman.                            
A lo largo de la guerra se han documentado numerosas violaciones de derechos humanos y crímenes de guerra contra civiles. El órgano de Naciones Unidas que investiga las violaciones en Sudán, la Misión Internacional Independiente de Investigación (FFM), publicó recientemente un informe en el que recopila los abusos perpetrados por todas las partes en el conflicto.
El documento se titula Una guerra de atrocidades y concluye que tanto el Ejército sudanés como las RSF han dirigido ataques a gran escala contra la población civil e infraestructuras vitales, incluidos centros médicos, lo que constituye una grave violación del derecho internacional. Según denunciaban, los civiles están siendo blanco de ambos bandos por su afiliación real o percibida con el bando contrario, y las ejecuciones, la tortura y las violaciones se han convertido en un horror cotidiano.
Según Amnistía Internacional, las fuerzas armadas sudanesas, las paramilitares RSF y sus aliados han cometido crímenes entre los que figuran violencia sexual contra mujeres y niñas, torturar y matar de hambre a civiles y bombardeos mercados, campamentos de desplazados y hospitales.
Emergencia humanitaria
Desde la ciudad de El Geneina y en conversación con elDiario.es, la coordinadora de emergencias de MSF España en Darfur, Myriam Laraoussi, describe un panorama cercano al colapso total. “En las últimas noches han llegado casi 1.000 personas en varios camiones tras un viaje muy peligroso. La mayoría llega débil, con heridas o desnutridas. En un solo día, atendimos a más de 400 pacientes. Todos los niños menores de cinco años sufrían malnutrición aguda”, explica.
La gente está siendo mutilada y asesinada con total impunidad. No podemos oír los gritos, pero mientras hablamos, el horror continúa
En Tawila, a unos 60 kilómetros de El Fasher, más de 800.000 personas desplazadas sobreviven en condiciones extremadamente precarias, mientras que el hospital opera con suministros médicos limitados y cortes de electricidad continuos. Los quirófanos funcionan con generadores y linternas, y el personal sanitario duerme por turnos en el suelo.
Desde la misma localidad, la pediatra de MSF, Giulia Chiopris confirma que la caída de El Fasher ha multiplicado el número de heridos y desplazados. “Después de la caída de El Fasher, como esperábamos, estamos viendo una enorme cantidad de civiles heridos. Por eso MSF construyó un puesto de salud en la entrada de Tawila, donde hacemos triaje a cada paciente y derivamos los casos más críticos”.
Los testimonios de los desplazados, añade Chiopris, describen torturas, disparos en las rutas de huida y viajes nocturnos para evitar los combates, así como de personas forzadas a comer restos de animales para sobrevivir, lo que provoca graves problemas gastrointestinales, especialmente en niños.
El discurso de Tom Fletcher ante el Consejo de Seguridad de la ONU confirma lo que los trabajadores humanitarios repiten desde hace meses: Sudán vive una crisis humanitaria de dimensiones excepcionales. Más de 24 millones de personas –casi el 40% de la población– no tienen suficiente comida, y tres de cada cuatro hogares encabezados por mujeres sufren inseguridad alimentaria.
Un conflicto olvidado
Mientras la guerra se prolonga, la sociedad civil sudanesa vive entre la angustia, la impotencia y el silencio internacional.
Mohamed Amro, presidente de Casa de Sudán, una organización radicada en Madrid, denuncia en una entrevista con este medio la indiferencia del mundo ante lo que consideran una campaña de exterminio en Darfur y en otras regiones. “Vivimos con tristeza y miedo. No sabemos cuántas personas han muerto, ni quién sigue vivo. Nadie habla de la crisis de Sudán, parece que pueden matarnos a todos y nadie va a decir nada”, afirma el joven.
Después de la caída de El Fasher, como esperábamos, estamos viendo una enorme cantidad de civiles heridos
Los testimonios que llegan desde Sudán muestran un país traumatizado por las masacres en El Geneina, Wad al-Noura y ahora El Fasher, donde las RSF han repetido los mismos patrones de violencia que asolaron Darfur hace 20 años. “Todos los sudaneses sabemos que las RSF son una fuerza genocida”, explica Mohamed. “Por eso más de cuatro millones de civiles se han unido al Ejército sudanés durante los últimos dos años, para defenderse. Lo que están haciendo en El Fasher no sorprende a nadie, pero nos llena de rabia”, añade.
“Lo que está ocurriendo en El Fasher recuerda los horrores que sufrió Darfur hace 20 años. Pero, de alguna manera, hoy estamos viendo una reacción global muy diferente: una de resignación. Por lo tanto, esta es también una crisis de apatía”, ha criticado el jefe humanitario de la ONU.
Las sombras exteriores
La guerra de Sudán no se sostiene solo por las armas que se disparan dentro del país, sino también por las que llegan desde el exterior. Una investigación de The Guardian ha revelado que equipos militares de fabricación británica –visores, drones y componentes de artillería– fueron hallados en manos de las RSF.
El hallazgo, incluido en un informe de expertos de Naciones Unidas, detalla cómo ese material llegó a Sudán a través de intermediarios en Emiratos Árabes Unidos (EAU). Por su parte, el medio Middle East Eye también documentó vuelos procedentes de aeropuertos emiratíes que transportaron armamento y suministros logísticos a las RSF, incluso después de que Abu Dabi anunciara el cierre de las negociaciones de paz. Sin embargo, el papel de EAU en el conflicto sudanés va mucho más allá del apoyo militar puntual.
Emiratos ha pasado de ser un socio comercial a un actor geoestratégico clave en África, combinando inversiones, diplomacia y presencia militar indirecta. EUA es hoy el cuarto país en inversión directa en el continente, solo por detrás de China, Estados Unidos y Francia. El país controla o gestiona una veintena de puertos en diez países africanos a través de dos empresas estatales –DP World y AD Ports Group–, y ha firmado seis nuevos acuerdos de concesión portuaria en los últimos cuatro años.
Están usando la sangre de los sudaneses para financiar sus negocios. Y el mundo calla
El proyecto emiratí en África comenzó en el puerto de Berbera en Somalilandia y con el tiempo expandió su presencia hacia Sudán, Malí, Uganda, Tanzania y República Democrática del Congo, pero Sudán ocupa un lugar central en su estrategia africana. El país es uno de los principales exportadores de oro hacia Dubái y buena parte de ese comercio –según informes de Chatham House y Global Witness– financia indirectamente a las RSF, que controlan minas en Darfur, Kordofán y el Nilo Azul.
La empresa al-Gunade, propiedad de familiares del líder de ls RSF, Mohamed Hamdan Dagalo (popularmente conocido como Hemedti), es uno de los principales socios comerciales de compañías emiratíes, entre ellas Kaloti Jewellery Group, con sede en Dubái, y otras firmas de compraventa de metales preciosas en el Golfo. Además, Emiratos firmó en 2022 un acuerdo de 6.000 millones de dólares con el Gobierno sudanés para la construcción del puerto Abu Amama, en el mar Rojo, a través del grupo estatal AD Ports. El proyecto quedó suspendido en 2024 tras el estallido de la guerra y las acusaciones desde el Gobierno sudanés hacia EAU sobre su apoyo a las RSF.
El portavoz de Casa de Sudán también apunta a la implicación de actores extranjeros, especialmente Emiratos, en el sostenimiento de la guerra: “Han enviado mercenarios colombianos y etíopes, con pasaportes y banderas de Emiratos. Llegan a través de empresas de seguridad emiratíes que operan en Libia”, cuenta. Su organización denuncia que este apoyo se traduce en un saqueo directo del oro del país, controlado por las RSF y exportado a Dubái: “Están usando la sangre de los sudaneses para financiar sus negocios. Y el mundo calla”, advierte. “La comunidad internacional tiene la obligación de declarar a las RSF como una organización terrorista, sancionar a quienes las arman y juzgar a los responsables del genocidio”, concluye.