El arte de convertirse en ‘flâneur’: estas son las ventajas de pasear sin rumbo
Hoy en día, en plena era de la hiperconectividad, donde el sedentarismo se ha convertido en una amenaza para la salud pública y el ‘smartphone’ funciona como una tercera extremidad, el paseo tiene, más que nunca, un potencial sanador para mente y cuerpo
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¿Cuándo fue la última vez que te diste un buen paseo sin propósitos fijos ni destino concreto, sin mirar el móvil y con los cinco sentidos puestos en la simpleza y el placer de caminar, un paso detrás del otro? Ser un flâneur —término alusivo a “paseante” o “callejero” acuñado en el París de la Belle Époque, y que parte de flana que en nórdico antiguo significa “vagar sin rumbo”— implica perderte por las calles, dejarte llevar por tu brújula interna y callejear sin rumbo ni objetivo.
Aunque las raíces del concepto se remontan a los siglos XVI y XVII, por aquel entonces el esparcimiento o distracción de pasear conllevaban el matiz peyorativo de “perder el tiempo”. En el siglo XIX, ligado a la figura del literato que vagaba por París, adquirió nuevas connotaciones. “Inquieto y holgazán a partes iguales” fue la descripción del Gran Diccionario Universal Larousse del siglo XIX (volumen 8, 1872). Sainte-Beuve señaló que la flânerie “es lo más opuesto a no hacer nada” y Balzac describió poéticamente el vagabundeo como “gastronomía para los ojos”. Las mejores palabras sobre el flâneur las escribió Baudelaire. “La multitud es su elemento, como el aire para los pájaros y el agua para los peces. Su pasión y su profesión le llevan a hacerse una sola carne con la multitud. Para el perfecto flâneur, para el observador apasionado, es una alegría inmensa establecer su morada en el corazón de la multitud, entre el flujo y reflujo del movimiento, en medio de lo fugitivo y lo infinito”.
Hoy en día, en plena era de la hiperconectividad, donde el sedentarismo se ha convertido en una amenaza para la salud pública —11 millones de personas nunca hacen deporte en España— y el smartphone funciona como una tercera extremidad, el paseo tiene —más que nunca— un potencial sanador para mente y cuerpo.
De esto sabe mucho Jose Luis Trejo, responsable del grupo ‘Estilo de Vida y Cognición’ en el Instituto Cajal del CSIC en Madrid. “Llevamos 25 años investigando el efecto del ejercicio físico y el sedentarismo sobre el cerebro, la cognición y las emociones. Entre nuestras aportaciones más importantes está el averiguar los mecanismos moleculares, celulares y epigenéticos que median la acción del ejercicio sobre el cerebro, revelar que demasiado ejercicio puede no ser bueno, que los efectos beneficiosos del ejercicio para el cerebro se heredan o que caminar a ritmo moderado aumenta el número de neuronas”, explica. Le pregunto: ¿qué tiene de especial el paseo sin rumbo?
Los beneficios para el cerebro
El laboratorio encabezado por Jose Luis Trejo trabaja con modelos animales y desde hace cinco años, también con seres humanos. Y lo hacen centrándose en el ejercicio moderado como elemento central de las intervenciones de conductas del movimiento, un ejercicio muy suave, sin propósito, que es el modelo experimental asimilable a “pasear sin rumbo”. Desde el CSIC emplean este paradigma experimental para analizar cuáles son los mecanismos que ocurren en nuestro cerebro cuando se hace este tipo de ejercicio de paseo.
Una de las principales conclusiones de decenas de estudios es que pasear incrementa la neuroplasticidad. “Concretamente, las neuronas están más sanas, con mayor superficie de conexión con otras neuronas. Pero además, se eleva el número de neuronas en el hipocampo —lo que se conoce como neurogénesis adulta, siendo el hipocampo una región del cerebro muy implicada en aprendizaje y memoria, ansiedad y depresión—”, detalla.
Incremento de la capacidad cognitiva
Por otra parte, al caminar sin rumbo, las mitocondrias del hipocampo se hacen más eficientes —dotando mejor de energía al cerebro—, cambia la irrigación sanguínea y debido a todos estos cambios, los sujetos incrementan su capacidad cognitiva. Además, se ha descubierto que, a través de marcadores epigenéticos que se transmiten a la descendencia, estos cambios los heredan hijos y nietos, incluso aunque sean sedentarios.
Por último, uno de sus hallazgos recientes señala que algunas de estas mejoras tienen lugar a través de la intervención de la microbiota, “que cambia en respuesta al ejercicio e induce, a su vez, los cambios en el cerebro”. Eso sí, para mejorar tu neuroplasticidad o tu capacidad cognitiva, no debes practicar un ejercicio demasiado intenso o rápido. “Nuestros estudios demuestran que estos cambios desaparecen si en lugar de hacer un ejercicio moderado, como el paseo sin rumbo, practicas un ejercicio en que corres demasiado tiempo o demasiado rápido”. Olvídate del too fast, too furious.
Sabemos desde hace décadas que el ejercicio físico moderado es ansiolítico y antidepresivo, y es un eficaz medio para paliar la sintomatología del estrés
Para las personas mayores, pasear es esencial. “El ser humano también tiene neurogénesis hipocampal adulta, como el grupo de María Llorens- Martín (CBM-CSIC, Madrid) ha demostrado sobradamente. Y han observado que disminuye con la edad, aunque sigue existiendo a menor escala”, apunta este investigador. Lograr que proliferen o sobrevivan por medio del ejercicio físico moderado en la tercera edad ayuda a ralentizar el deterioro cognitivo si, “como es de esperar, estas nuevas neuronas consiguen instalarse en el circuito neural y llevar a cabo las tareas propias de esta subpoblación de neuronas”.
Ansiolítico y antidepresivo natural
“Sabemos desde hace décadas que el ejercicio físico moderado es ansiolítico y antidepresivo, y es un eficaz medio para paliar la sintomatología del estrés”, anota Jose Luis Trejo. Estudiando estos efectos en el laboratorio, ya se sabe que en parte se debe al incremento de la neurogénesis hipocampal adulta.
Una de las hipótesis acerca del origen multifactorial de la depresión —y de cómo el estrés causa estragos en el cerebro—, apunta a que las nuevas neuronas hipocampales, nacidas durante la etapa adulta, son las que tienen directamente que ver con el problema. “Mejorando su salud, supervivencia y proliferación, se induce directamente una mejoría en los síntomas de la ansiedad o la depresión”.
¿Con qué frecuencia deberíamos caminar? “En ratones, 40 minutos al día a velocidad moderada, cinco días a la semana es suficiente”, apunta Trejo, destacando que no hay un único estudio que señale un protocolo paralelo perfecto para los seres humanos. “Lo importante es hacer un ejercicio suave al principio, tan frecuente como la persona pueda hacer en función de su trabajo, y sus responsabilidades personales y familiares, y a la intensidad que le permita incrementar su frecuencia cardiaca hasta un 60-70% de su frecuencia cardiaca máxima”, destaca.
Si puedes acceder a ellos fácilmente, los espacios verdes y azules serán tus aliados.
En cuanto a los mejores espacios para hacerlo, Trejo indica que “ya existen varios trabajos publicados recientemente que comparan la práctica de ejercicio físico en gimnasios, urbes, parques urbanos y bosques. Decididamente, los que acumulan más beneficios son justo los realizados en el orden inverso al mencionado. Sorprendentemente, el entrenamiento en cinta de correr en gimnasio es la menos beneficiosa, pero sin duda, mucho mejor que no hacerlo y ser sedentario”, concluye. Si puedes, los espacios verdes y azules serán tus aliados.
Antídoto contra la sobreestimulación, la rumiación y “la tiranía del objetivo”
Judit Merayo Barredo, psicóloga general sanitaria, ahonda en los beneficios psicológicos del paseo sin rumbo, entendido desde la psicología como una forma de “deambulación consciente”, un potente antídoto contra la sobreestimulación y la tiranía de la productividad de la vida moderna. Los beneficios, respaldados por la neurociencia y la psicología, son claros tanto a nivel emocional y fisiológico como conductual y cognitivo.
El ‘flujo óptico’ (el movimiento del paisaje mientras andamos) tiene un efecto casi hipnótico que ayuda a interrumpir la rumiación, ‘esos bucles de pensamientos negativos típicos de la ansiedad y la depresión
Caminar —especialmente en entornos naturales— ha demostrado en numerosos estudios que reduce los niveles de cortisol —la hormona del estrés— y calma la actividad de la amígdala cerebral, nuestro detector de amenazas, explica Judit Merayo. También añade que el “flujo óptico” —el movimiento del paisaje mientras andamos— tiene un efecto casi hipnótico que ayuda a interrumpir la rumiación, “esos bucles de pensamientos negativos típicos de la ansiedad y la depresión”, destaca.
Eso no es todo: si juegas a ser flâneur, liberarás al cerebro de la “tiranía del objetivo”, puesto que caminarás sin un destino fijo. “Esto fomenta la flexibilidad cognitiva y, como demostraron estudios de la Universidad de Stanford, dispara la creatividad y la resolución de problemas”. La psicóloga explica que, de este modo, permites que la mente entre en un “modo difuso” que facilita la conexión de ideas de forma novedosa, “algo imposible cuando estamos hiperenfocados en una tarea”. ¿No te ha pasado que las mejores ideas se te ocurren en la ducha o paseando?
Reducción de enfermedades cardiacas y menor riesgo de muerte prematura
Muchas otras investigaciones recientes ahondan en el poder de caminar: el informe Walking for Health de la Universidad de Harvard especifica que pasear entre 20 y 30 minutos diarios puede reducir el riesgo de enfermedades cardíacas en aproximadamente un 30%. El ritmo al que lo haces es clave: otro estudio, publicado en la revista Communications Biology, que analizó los datos genéticos de más de 400.000 adultos de Reino Unido, encontró que practicar caminatas rápidas puede ser equivalente a una edad biológica 16 años más joven para la mediana edad.
A la hora de pasear, desconectarás de los estímulos tecnológicos y pondrás tu atención y, por ende, tu energía, en los pequeños detalles cotidianos
Caminar a diario a buen ritmo también está relacionado con un menor riesgo de muerte prematura: una investigación de carácter observacional, publicada en el British Journal of Sports Medicine y analizada por Emmanuel Stamatakis para The Conversation encontró que quienes caminaban mayor velocidad tenían un 24% menos de riesgo de sufrir una muerte prematura por cualquier causa y un 21% menos de morir por patologías cardiovasculares. Los efectos fueron más intensos en edades más avanzadas: a partir de los 60 años el riesgo de muerte cardiovascular era un 58% menor entre los que caminaban a mejor ritmo.
En cuanto a la distancia, algunos estudios nos aportan pistas. En el imaginario colectivo están los famosos 10.000 pasos, equivalente a unos ocho kilómetros diarios y que diferentes estudios como este vinculan a la prevención del cáncer, los infartos o la demencia. Si no tienes tanto tiempo, una alternativa es la caminata de intervalos o japanese walking. También hay un gran cuerpo de evidencias científicas que hablan de notables beneficios con una horquilla entre los 6.000 y 8.000 pasos diarios, tal y como revela este metaanálisis de la Universidad de Massachusetts publicado en The Lancet.
A la hora de pasear, no hay que olvidarse del placer estético: liberarás endorfinas, conocerás callejuelas y rincones secretos de tu ciudado entorno, contemplarás el cambio en las hojas, el cielo o los pájaros propio de cada estación, desconectarás de los estímulos tecnológicos y pondrás tu atención y, por ende, tu energía, en los pequeños detalles cotidianos.
Algo más: libros inspiradores para convertirte en flâneur
A partir de enero podrás hacerte con Neuronas en marcha (Editorial Planeta) de Jose Luis Trejo, donde abordará los temas citados en este artículo desde un punto de vista científico, social y filosófico. El investigador también recomienda Andar (Taurus) del profesor y filósofo Fredéric Gros, presentado como “una celebración del paseo y una reivindicación de virtudes elementales que parecemos haber olvidado en esta época de prisas y de monotonía”.
La obra completa de Henry David Thoreau —como El arte de caminar, Un paseo invernal o Walden—; Caminantes (Gatopardo Ediciones) de Edgardo Scott —donde se dan cita desde San Ignacio de Loyola a Damon Albarn, pasando por Baudelaire, R. L. Stevenson, Borges, Machado y Rosa Chacel para hablar de caminar como forma de meditación, imaginación y modo de descifrar el mundo que nos rodea y también a nosotros mismos— o Elogio del Caminar y Caminar la vida. La interminable geografía del caminante (Siruela) de David Le Breton son básicos de la biblioteca de todo buen caminante.
Para aprender más sobre el arte de caminar y su relación con las ciudades, la escritura o las costumbres, una obra imperdible es Wanderlust. Una historia del caminar (Capitán Swing) de Rebecca Solnit. En una dimensión más espiritual, El arte de caminar. El largo camino lleva a la alegría (Paidós) te conduce a meditar mientras caminas, una obra del monje budista vietnamita Thich Nhat Hanh.