¿Qué puedo hacer para salvar una planta que se ha empapado con la lluvia?
Diego Olivares, ingeniero agrícola y experto en jardinería, explica qué hacer y qué evitar para protegerlas
Ni rastro de luz: plantas que sobreviven (y prosperan) en habitaciones oscuras
En la naturaleza, las plantas se las apañan con la lluvia para vivir sin nuestra ayuda. Por eso es lógico pensar que toda agua del cielo es bienvenida. Y en efecto, muchas veces lo es. El problema aparece cuando las ‘domesticamos’ y las colocamos en entornos distintos a los suyos: en una maceta, en un balcón o en un clima que no se parece al de su lugar de origen. Ahí, un chaparrón puede convertirse en una prueba difícil.
Vamos a ver qué hacer, qué evitar y qué plantas lo pasan peor según estén en interior o exterior.
Los tres errores más comunes
1. Macetas con mal drenaje: el peligro oculto
A diferencia del suelo natural, que permite al agua filtrarse y dispersarse con más libertad, una maceta actúa como un recipiente cerrado. Si no hay un buen sistema de drenaje, el agua se acumula en el fondo y las raíces, literalmente, se ahogan.
Por eso es fundamental que todas las macetas tengan dos ingredientes en su receta ideal:
Un sustrato ligero y bien aireado:
Un sustrato compacto no deja escapar el agua con facilidad y aumenta el riesgo de pudrición. Puedes hacer tu propia mezcla incluyendo fibra de coco (que retiene humedad sin compactarse), perlita (para airear y drenar) y humus de lombriz o compost bien descompuesto, que nutre y mejora la estructura del sustrato. Si no te apetece, puedes utilizar un sustrato de calidad preparado (universal). Ese equilibrio entre retención y drenaje es clave para evitar tanto la sequía como el encharcamiento.
Agujeros de drenaje que permitan expulsar el exceso de agua sin dificultad:
Revisa bien si tu maceta lo tiene, ya que hay muchas marcas en el mercado que vienen sin agujero. Si son de plástico, ayúdate de un punzón o un taladro sencillo (6-8 mm) y realiza cuatro o cinco agujeros repartidos estratégicamente en el fondo. Este sencillo gesto hará que tu maceta no se convierta en una trampa mortal.
2. No revisar el plato inferior
Ese platito tan cómodo que colocamos bajo las macetas para que el agua no manche el suelo tiene un lado oscuro que no siempre vemos a tiempo. Después de una lluvia, puede acumular agua durante días (o semanas), convirtiéndose en un pequeño estanque donde las raíces permanecen sumergidas, lo que favorece la aparición de hongos, bacterias y la temida pudrición radicular.
A muchas de las plantas de exterior puede que no les importe, pero otras, como los cactus, las suculentas y muchas plantas aromáticas como el romero o la lavanda no están diseñadas para permitir este encharcamiento continuo.
¿Qué hacer entonces? Vacía el plato después de cada lluvia, sin excepción. Si vives en una zona donde las precipitaciones son frecuentes, considera retirarlos temporalmente durante los días más lluviosos o utiliza elevadores o bases que mantengan la maceta separada del fondo del plato. Cuidar este pequeño detalle puede marcar la diferencia entre una planta sana y una en problemas.
Si estás pensando en sacar tus plantas de interior a disfrutar de la lluvia, ten en cuenta que no todas lo van a agradecer.
3. Regar como si nada
Después de varios días de lluvia, cuando el clima ha dado tregua, el instinto de seguir con la rutina de riego puede jugar en contra. Muchas veces observamos que la capa superficial del sustrato está seca y asumimos que la planta tiene sed, pero esto puede ser engañoso. El interior de la tierra puede seguir empapado, especialmente en macetas profundas o con sustratos que retienen mucho la humedad. Añadir más agua en estas condiciones puede saturar el entorno radicular, impedir que las raíces respiren y acabar generando podredumbre o asfixia.
Antes de regar, mete un palillo de madera (como los de comida china), o incluso tu dedo, unos 4 o 5 cm en la tierra. Si sale húmedo o notas humedad, no riegues. También puedes levantar la maceta y comprobar su peso; si está más pesada de lo habitual, probablemente sigue húmeda por dentro. Espera unos días y vuelve a comprobar. Dale a la planta un respiro y deja que se equilibre de forma natural.
¿Y si están dentro de casa? ¿Es bueno sacarlas a la lluvia?
Sacar tus plantas de interior a la lluvia puede ser maravilloso para ellas: les limpia el polvo, les da un extra de humedad ambiental y las llena de vida. Si te apetece darles un baño natural, sácalas solo durante unos 15-30 minutos, bajo una llovizna fina o una lluvia ligera. Luego, déjalas escurrir bien antes de volver a meterlas. Nada de llevarte media terraza adentro. Ten en cuenta que un cambio brusco de ambiente –pasar del interior cálido y seco al exterior húmedo y fresco– puede suponer un pequeño shock para algunas plantas. Por eso, lo ideal es hacerlo cuando el clima sea templado y no haya un contraste extremo de temperatura o humedad entre el interior y el exterior.
Además, si estás pensando en sacar tus plantas de interior a disfrutar de la lluvia, ten en cuenta que no todas lo van a agradecer. Algunas especies son especialmente sensibles al agua directa o al exceso de humedad ambiental, y podrían pasarlo realmente mal si las expones al exterior, incluso durante una lluvia ligera.
Plantas que no deberías sacar bajo lluvia:
Begonias: sus hojas ‘peluditas’ acumulan agua y se pudren con facilidad.
Suculentas como sansevieras, echeverias o haworthias: son muy propensas a pudrirse.
En cambio, hay otras plantas que disfrutan intensamente de un baño de lluvia controlado:
Calatheas: adoran la humedad y la lluvia las ayuda a limpiarse y rehidratarse.
Philodendron: su origen tropical las hace muy receptivas a la lluvia, siempre que el sustrato drene bien.
Anturios: la lluvia suave revitaliza sus hojas y estimula su floración.
Marantas y helechos tropicales: se benefician del agua de lluvia para mantener su color y frescura.
Recuerda: no se trata solo de la especie, sino también del estado de la planta y del clima del día.