«Seguridad e inmigración»: el PP de Andalucía reabre los puentes con Vox en el arranque de un Congreso preelectoral

«Seguridad e inmigración»: el PP de Andalucía reabre los puentes con Vox en el arranque de un Congreso preelectoral

La ponencia política del XVII Congreso de los populares andaluces, que se celebra en Sevilla de viernes a domingo, reproduce la guerra cultural de la ultraderecha, que vincula la delincuencia con los extranjeros, en un guiño de los de Moreno al partido de Santiago Abascal, que amenaza su mayoría absoluta

Autobiografía exprés de Juanma Moreno, antes y después de la crisis de cribados: “Me sentí superado e impotente”

El XVII Congreso del PP andaluz –que se celebra de viernes a domingo en el Palacio de Congresos de Sevilla– ha arrancado el mismo día que se inician formalmente las negociaciones entre PP y Vox para elegir al sustituto de Carlos Mazón como presidente de la Comunitat Valenciana.

Mazón, por razones obvias, no está invitado al cónclave del que saldrá elegido el presidente del PP andaluz, a la sazón presidente de la Junta, Juan Manuel Moreno. Pero la sombra de Vox sí va a sobrevolar un Congreso diseñado como plataforma de lanzamiento de su líder y candidato a la reelección en las autonómicas que se celebran dentro de pocos meses, en la primavera de 2026.

En la ponencia política que acompaña al decimoséptimo Congreso del partido aparece el epígrafe ‘Andalucía nos cuida’, desglosado más abajo en 14 subcategorías, una para cada política que gestiona el Gobierno de Moreno: Familia, Infancia, Juventud, Mujer, Sanidad, Educación…

Pero hay una que destaca por encima del resto, porque vincula dos políticas distintas y separadas, sólo unidas por la ideología ultraconservadora: “Seguridad e inmigración”. Es la primera declaración de intenciones, o guiño a Vox, en un congreso cuyo principal reto es que el PP andaluz conserve la mayoría absoluta amenazada por el auge de la extrema derecha.

Seguridad e inmigración no son políticas que vayan de la mano ni siquiera en el organigrama del Gobierno central, que es quien tiene las competencias exclusivas en ambas materias. Sin embargo, el partido de Santiago Abascal traza una línea directa entre los dos puntos –causa y consecuencia– y propone combatir la inmigración irregular con Policía, con concertinas, con buques en el Estrecho, con deportaciones, con cárcel…

Lo hace desde el principio. Vox ofreció sus votos en la primera investidura de Moreno, en 2019, a cambio de que el PP andaluz firmase un acuerdo político que incluía la “deportación de 54.000 inmigrantes” desde Andalucía. Ese epígrafe desapareció del pacto final, los populares no quisieron cruzar esa línea roja, y argumentaron que ni los datos oficiales contabilizaban ese número de extranjeros irregulares en la comunidad ni la Junta tenía competencias para deportar.

Se eliminó, pero en el acuerdo definitivo se mantuvo la guerra cultural de Vox, esto es, el vínculo “seguridad e inmigración”, algo más descafeinado: una referencia a la Junta instase al Ministerio de Interior a controlar el litoral andaluz con más agentes.

Ya con el gobierno de Moreno en marcha, PP y Vox acordaron una modificación presupuestaria –pactaron hasta cuatro presupuestos autonómicos– que incluía un desvío de fondos de la partida destinada a ayudas y cooperación internacional para aumentar la seguridad en los centros de menores extranjeros no acompañados, tutelados por el Ejecutivo andaluz. Empezó ahí el hostigamiento a los llamados “menas” que dura hasta hoy.

La ponencia política del PP–A, que ha presentado la consejera de Hacienda y portavoz de la Junta, Carolina España, reproduce ese binomio ideológico de la ultraderecha, que también ha hecho suyo el líder nacional del partido, Alberto Núñez Feijóo, durante la presentación del programa sobre inmigración en Murcia. Los de Moreno, sin embargo, desarrollan este axioma haciendo equilibrios entre llamamientos a la “solidaridad” y alertas ante la presencia extranjera.

“Andalucía es frontera sur de Europa, una tierra acogedora y solidaria que conoce el valor de la convivencia”, dice el documento, para acto seguido, apuntar: “La seguridad y la inmigración afectan directamente a la vida diaria de las personas y definen el tipo de sociedad que queremos ser”. El epígrafe “Seguridad e inmigración” es un batiburrillo donde se mezcla el “narcotráfico” y las “mafias” con las “emergencias” y la “protección civil”. “Andalucía será ejemplo de humanidad y firmeza: una tierra abierta, pero también segura y respetuosa con la legalidad”, concluye el epígrafe.

Entre el “fracaso de la integración” y “la integración es clave”

“La inmigración es necesaria”, subraya la ponencia política, para apuntalar luego una ristra de condicionantes: “ordenada, regulada, controlada y legal”. El PP defiende la inmigración “bien gestionada” como “fuente de crecimiento económico y cohesión social”.

Cada vez que Vox ha criminalizado a los inmigrantes de Andalucía en sede parlamentaria –hay una alusión en cada intervención, sea cual sea la política de la que se hable– Moreno ha justificado la necesidad de contar con ellos en los subestratos económicos de la región, “donde los andaluces no quieren trabajar”, ya sea en la recogida de la fresa en Huelva (inmigración regulada) o en los invernaderos de Almería (parcialmente irregular).

Vox no ha dejado de crecer en las encuestas, en intención de votos y en escaños. En 2022, Moreno forjó su mayoría absoluta aprovechando precisamente el temor del centroizquierda a la posible irrupción de la ultraderecha en el Gobierno andaluz, que votaron al dirigente popular para evitarlo.

Cuatro años después no está tan claro que esta estrategia le vuelva a funcionar, por varias razones: porque PP y Vox han formado gobiernos de coalición donde han podido –Castilla y León, Comunidad Valenciana, Murcia, Extremadura– aunque luego hayan roto.

Hoy Feijóo y Abascal negocian la investidura del sustituto de Carlos Mazón en la Generalitat valenciana, a pocos meses de que sus partidos se enfrenten por el mismo electorado y por el mismo gobierno autonómico.

Hoy Vox se filtra más por el electorado de otros partidos, es más transversal, absorbe mucho del PP, pero también permea entre los votantes de izquierdas, sobre todo los jóvenes, y sobre todos movilizados por ese discurso antiinmigrante.

El PP andaluz está hoy más próximo a la tesitura de las elecciones de 2018 –cuando irrumpió la ultraderecha– que a las de 2022. En 2018, el entonces líder nacional del PP, Pablo Casado, hizo campaña para las andaluzas con un discurso durísimo contra los inmigrantes, que Moreno orilló en 2022, pero hoy ha recuperado Feijóo.

“No hay sitio para todos los que quieren venir a vivir a España. O cumplen las costumbres occidentales o se han equivocado de país. Aquí no hay ablación de clítoris, aquí no se matan los carneros en casa y aquí no hay problema de seguridad ciudadana”, dijo entonces Casado, durante un mitin en Córdoba.

 El jefe de la oposición propone la deportación de “quien venga a delinquir” a nuestro país. Con un criterio concreto: “Quienes comentan delitos de violencia sexual y sean multirreincidentes serán expulsados aunque sean migrantes regulares”, ha advertido este jueves Feijóo desde Formentera. Y la preferencia por los llegados que sean “culturalmente próximos” a España. 

El mes pasado, Feijóo proclamó durante un acto en Formentera que “el modelo buenista de la integración ha fracasado”. En la ponencia política del PP andaluz se lee: “La integración es clave: aceptar los valores, respetar y cumplir las normas y compartir un marco de convivencia. No significa renunciar a la identidad personal, sino asumir los valores de nuestra democracia”.

En esta frase, la integración no es algo bidireccional, que acerque mutuamente al español y al extranjero, sino más bien un proceso de asimilación de la cultura y las costumbres de otros. También el líder nacional del PP distinguió entre inmigrantes “culturalmente próximos” a España, léase latinoamericanos, de los magrebíes, aunque estos sean también cultural y geográficamente próximos a España, y mayoritarios en Andalucía.

Cuando Feijóo proclamó que “el modelo de integración ha fracasado”, lo hizo para visibilizar un discurso mucho más duro contra el inmigrante, en consonancia con las soflamas de Vox: “Será deportado quien venga a delinquir, serán expulsados quienes cometan delios de violencia sexual y sean multirreincidentes”, dijo, algo que ya recoge el Código Penal.


Antonio Repullo, secretario general del PP andaluz, en el escenario del plenario del XVII Congreso del partido.

“Menos consisgnas, más sistemas; menos ocurrencias, más datos”

Del XVII Congreso del PP andaluz no se espera una revolución en la ejecutiva de Moreno ni en el programa político ni en el discurso. Es un anticipo de la campaña electoral y, como tal, recopila y revende las políticas que ha ejercido el Gobierno popular estos últimos cuatro años de mayoría absoluta con el propósito indisimulado de renovar esos números: 58 diputados, tres por encima del umbral para gobernar en solitario (55).

Es un partido apiñado en torno a la figura del líder –“la marca PP andaluz tiene nombre: Juanma Moreno, el resultado de las municipales se lo debemos a él”–, ha dicho uno de los presidentes provinciales. En estado de euforia, sin contestación interna visible, el protagonista absoluta ha llegado al Palacio de Congresos poco antes de las seis de la tarde –en cazadora y vaqueros– repartiendo besos, abrazos y selfies, aupado por la canción Wonderful life, de Two door cinema club.

El reto y el temor de Juanma Moreno –verbalizado esta misma semana en la presentación de sus memorias– es perder cuatro diputados y, con ella, la posibilidad de seguir gobernando sin Vox. Las encuestas colocan al PP andaluz con un pie dentro de la mayoría absoluta y otro pie fuera, y el equilibrio lo rompe la ultraderecha, que absorbe gran parte de su electorado. “Los nuestros están terriblemente desmovilizados”, admite un dirigente próximo al presidente.

Otros, en cambio, acuden a este cónclave preelectoral con cierta relajación: “La pelea no está, ni por asomo, con el PSOE de María Jesús Montero, que no remonta ni con la crisis de los cribados de cáncer. La pelea está en otra parte: es con Vox y ahí, en el peor de los casos, sería perder la mayoría absoluta, pero seguiríamos gobernando y Juanma Moreno seguirá siendo presidente. Hoy hay 72 escaños [PP y Vox] de 109 de garantías de victoria”, resume uno de los gurús del líder popular.

En este congreso, la dirección saliente del PP andaluz rinde cuentas de los últimos cuatro años en los que ha desplegado su poder institucional como nunca: gobierna en el Palacio de San Telmo, en siete de ocho capitales –perdieron Jaén en una moción de censura–, en seis de ocho diputaciones provinciales, en las ciudades más pobladas… “Hemos estado a la altura de la bandera andaluza”, ha dicho el secretario general del partido, Antonio Repullo.

Repullo es un abogado de Córdoba, una suerte de outsider del PP que hoy lleva las riendas del partido, mientras Moreno se centra en gobernar. Su método para arraigar la marca popular al territorio andaluz ha sido heterodoxo, a medio camino entre el notario y el ingeniero informático: “Método, organización, evaluación, seguimiento. Menos consignas y más sistemas, menos ocurrencias y más datos”, ha enumerado hoy.

Repullo se ha apoyado en el big data para descifrar los movimientos sociales, las inquietudes, el malestar en la calle, y con esos datos, ha optado por orillar los mítines tradicionales y desplegar foros y mesas de debate entre dirigentes locales y profesionales de distintos sectores. “No queríamos hacer mítines, sino escuchar”, ha asegurado. Algunos de sus compañeros lo llaman “revolucionario”, otros le afean que esté trabajando muy internamente, y haya descuidado la proyección del partido en los medios, la comunicación. El informe de gestión de Repullo ha sido aprobado por unanimidad, a mano alzada.

El cierre de la primera jornada corrió a cargo de un miembro de la dirección nacional, el vicesecretario general de Política Autonómica y Municipal y Análisis Eelctoral del PP, Elías Bendodo, amigo personal de Moreno, y número dos de su primer Gobierno, antes de sumarse al equipo de Feijóo.

Bendodo ha lanzado elogios al presidente de la Junta pero, sobre todo, se ha explayado en atizar a la vicepresidenta del Gobierno, ministra de Hacienda, líder del PSOE andaluz y rival de Moreno en las andaluzas, María Jesús Montero. “Aquí la tenemos calada. Viene los viernes a Andalucía, nos pega la bronca, y se va el domingo”, ha asegurado. El dirigente popular ha repetido que “nadie ha apostado tanto por la sanidad pública” como Moreno, sin ninguna referencia a la crisis de los cribados de cáncer de mama, que se ha cobrado la dimisión de la consejera de Salud, y puesto en un brete al Ejecutivo andaluz.

Bendodo ha hablado mucho de “sanchismo”, de “corrupción”, de “mentiras”, del hermano del presidente del Gobierno “evadiendo impuestos y escondido en la Moncloa”, “de prostitutas y prostíbulos de su suegro”, y ha augurado que el PP revalidará su éxito en las próximas andaluzas. “No culpo a los votantes socialistas, votaron a Pedro Sánchez engañados, nuestro respeto a ellos, nada tienen que ver con la banda que nos gobierna”, dice. “Juanma quiere que el modelo andaluz sea el modelo español”, ha sentenciado.