Sobredosis de información política

Sobredosis de información política

Cuando la lógica mediática sustituye el análisis por el ruido ya no estamos ante un servicio informativo, sino ante un producto de entretenimiento y el campo mediático entero acaba girando alrededor del espectáculo político

Cuanto más intensamente consumimos información política, especialmente en redes sociales, más polarizados emocionalmente nos volvemos. Esta es una de las conclusiones de un estudio de 2024, Política, uso de medios y polarización afectiva en España (Crespo-Martínez et al., 2024) No se trata solo de si se es afín o no ideológicamente, sino de afectos: simpatía por los nuestros, rechazo visceral hacia los otros. De esta forma, cuanto más “informados” creemos estar, más atrapados quedamos en una espiral donde el sesgo de afinidad hace de refuerzo identitario y los medios que se prestan a ese juego se convierten en fábricas de adhesiones y enemistades, en instrumentos de polarización. 

El estudio viene a señalar que el consumo intensivo de información política no nos hace más críticos ni más conscientes, sino más polarizados. Esa es la paradoja y ese es el problema, que el acceso masivo a noticias no amplía la comprensión colectiva, sino que reduce nuestra dieta informativa a un único sabor y nos coloca en una lógica de enfrentamiento. Porque cuando la lógica mediática sustituye el análisis por el ruido ya no estamos ante un servicio informativo, sino ante un producto de entretenimiento y el campo mediático entero acaba girando alrededor del espectáculo político. Y mientras los medios compiten por atención, la extrema derecha capitaliza el estado anímico que todo ese ruido produce en la ciudadanía.

La urgencia, la simplificación y la necesidad de posicionamiento inmediato ante las broncas parlamentarias, las estrategias de poder, los escándalos políticos, los juicios, las comisiones de investigación… El debate político se convierte en un flujo incesante de juicios y emociones. No se trata solo de diversificar las fuentes, el estudio mencionado habla también de lo problemático que puede llegar a ser la frecuencia con que consumimos información. Como en una dieta, no solo es el tipo de alimento, sino la cantidad. La sobredosis informativa nos enferma emocionalmente, nos intoxica. Frente a esa lógica de saturación, hace falta una ética de la pausa, del silencio, del contexto.

Es la intoxicación informativa, y esta tiene efectos psicosociales medibles: fatiga, cinismo, pérdida de confianza en lo común. Al saturarnos de noticias-problema se naturaliza la idea de que la política es una guerra y no una herramienta para convivir. Ese cansancio emocional nos debilita y transmite una idea errónea de otros espacios donde la política se vive como práctica de cuidado o de transformación. Esa, esta intoxicación informativa, paradójicamente, beneficia a los movimientos reaccionarios, que no necesitan construir nada y les basta con amplificar el ruido. Beneficia a laantipolíticaa. 

Pero dando un paso más allá, toda esta concepción de la política-espectáculo que nos está intoxicando, no es solo una distorsión informativa. Es el reflejo de un modelo económico neoliberal, que convierte la atención en mercancía y la emoción en capital. Que todo lo monetiza y lo mide en likes y visualizaciones. De esta forma, todo lo que no produce beneficio, como la amabilidad, la ternura, la reflexión, el compromiso ético o la empatía, queda fuera de plano, no interesa, no se cuenta. Precisamente en un momento en que la democracia no necesita más ruido, sino más escucha, la respuesta no puede ser una sobredosis informativa de la espectacularización de la política.

En una reciente entrevista, Patti Smith decía: «En mi vida he visto un mundo tan movido por el poder y el dinero». Sin embargo, la cantante es de esas referencias que transmite cómo sigue confiando en la capacidad humana de crear belleza y comunidad incluso en medio del ruido. Eso es clave, que, a pesar de la saturación informativa y la lógica del espectáculo, en los márgenes de la visibilidad mediática, en los movimientos sociales, en el periodismo que se toma tiempo, en las aulas, en los cuidados, hay una política viva, silenciosa y profundamente humana que no necesita imponerse para existir. Personas y colectivos que trabajan por los derechos humanos, por la justicia climática, por la igualdad lejos del foco mediático, personas que nos sostienen con causa que nos dan sentido y pertenencia.