La izquierda recupera (un poco de) la alegría
De la victoria de Mamdani la izquierda debe extraer también una enseñanza que parece menor pero no lo es: el optimismo. Hay que intentar ser felices mientras luchamos por la justicia social y la igualdad y evitar espantar a los compañeros de lucha con superioridad moral y pesimismo estructural
La victoria de Zohran Mamdani, ya alcalde electo de Nueva York, ha supuesto una alegría para la izquierda internacional, más aún que para el propio Partido Demócrata, cuyos líderes desconfían del joven socialista y musulmán, precisamente por ser joven, socialista y musulmán. Entusiasmo reflejo del que provocó la victoria de Trump para la ultraderecha internacional, la izquierda ha creído por primera vez en varios meses que se puede ganar con alegría y desparpajo, que hay muchos jóvenes, hombres y mujeres, que no son de derechas y que se puede apelar a la vez a la clase social y a identidad cultural. Mamdani también es la prueba de que hoy, en 2025, lo que más le importa a todo el mundo es la asequibilidad: poder pagar lo que cualquier ser humano necesita para tener una vida digna y un proyecto de futuro.
El discurso de la asequibilidad es mucho más afín a la izquierda que a la derecha, del mismo modo que el relato sobre la infalibilidad del esfuerzo y la meritocracia es más afín a la derecha. En las distintas visiones del mundo de la derecha populista siempre hay ganadores y perdedores; la izquierda apuesta por una lucha común en la que todos ganemos (también inmigrantes como él) con excepción, quizá, de los más ricos. Mamdani también ha acertado en centrar el foco en el gran tema de la vivienda: desmintiendo el discurso que hoy maneja la derecha de que la izquierda no quiere construir, el alcalde electo de Nueva York quiere construir y también intervenir en el mercado de los alquileres. La izquierda opera en un marco impropio, el neoliberalismo, desde el cual sus propuestas parecen contradecir la lógica del sistema. En un vídeo que promovía la congelación de alquileres, Mamdani se sumergió en las gélidas aguas de Coney Island el día de Año Nuevo con su característico traje y corbata: su propuesta nos recuerda que, pese a esta supuesta lógica del sistema, el mercado jamás se ha regulado solo.
Hay una frase que repite Mamdani, “no tengo miedo a mis propias ideas”, que es una espoleta para la izquierda que debe recuperar el terreno perdido en Europa y EEUU. Mamdani no tiene miedo a sus propias ideas ni a ser él mismo, un tipo con una sonrisa perenne, anillos dorados en las manos con las que gesticula y gesticula mucho, manos que también usa para comer biryani, el plato de arroz típico de la cocina india y paquistaní. Este gesto que no esconde se ha convertido en una obsesión para sus adversarios políticos que, como Trump, también comen con las manos hamburguesas, patatas fritas y pizzas, y denota una seguridad en sí mismo que la izquierda debe cultivar y que está alejada de esa imagen de izquierda sermoneadora y pura con la que la derecha caricaturiza a líderes “progres”. De esta victoria, la izquierda deba extraer también una enseñanza que parece menor pero no lo es: el optimismo. Hay que intentar ser felices mientras luchamos por la justicia social y la igualdad y evitar espantar a los compañeros de lucha con superioridad moral y pesimismo estructural.
En un mundo que parece haber aceptado la ley del más fuerte como máxima para todo, la izquierda tiene la oportunidad de cultivar la solidaridad y la empatía como principios no solo de resistencia, de éxito. Se puede ganar, no solo no perder. Y el camino se puede transitar con la alegría y el optimismo que hemos visto en la campaña de Zohran Mamdani.