Sánchez aguanta el órdago de Junts convencido de tener cartas para seguir la partida

Sánchez aguanta el órdago de Junts convencido de tener cartas para seguir la partida

La Moncloa ve “un bloqueo al Congreso pero no al Gobierno” tras el último pulso de los independentistas: “Es una guerra de nervios para la que contamos con el BOE y con mucho temple”. ERC sí augura un aumento de la presión de los de Puigdemont que acabe forzando un anticipo electoral

Junts traslada a empresarios catalanes que quiere “cobrar” al Gobierno el apoyo prestado

“No hemos venido al frente para escondernos en las trincheras” es una expresión habitual entre jugadores de mus, sobre todo por quienes, tras haberse achicado en varias ocasiones ante los envites del contrario y llevando una jugada mínima, animan a su compañero a ver un envite elevado o incluso un órdago.  

Además de exjugador de baloncesto, practicar running, ciclismo de montaña y entrenamiento de fuerza, Pedro Sánchez dicen que también juega al mus y que acepta órdagos. El último de Junts, que en una semana ha anunciado dos veces la ruptura con el Gobierno, Sánchez está también dispuesto a verlo convencido de que lleva cartas para seguir la partida. Y es que de momento, ni él ni Puigdemont han alcanzado los 40 puntos necesarios para ganar el juego completo. Hasta entonces, el entretenimiento —si es que una legislatura de cuatro años tiene algo de ello— continúa. Otra cosa es en qué condiciones puede llegar cada uno al game over. 

En La Moncloa saben que los neo convergentes no apoyarán una moción de censura impulsada por PP y Vox, compañeros poco aconsejables para un viaje —sea de corto o largo recorrido— a Catalunya, si lo que se pretende es recortar distancia en el tablero electoral con sus adversarios. “Si hace diez años, en el imaginario independentista, para ser un buen catalán había que estar del lado del procés; hoy ser un buen catalán significa no aparecer colgado del brazo de Feijóo y Abascal”, explica un ministro de Sánchez, para quien Puigdemont, “de momento, aprieta, pero no ahoga”.

Hace dos semanas, Míriam Nogueras, portavoz de Junts en el Congreso, invitó al Gobierno a pensar en “la hora del cambio” y, 15 días después, anunciaba el “bloqueo” de la legislatura y el rechazo a todas las leyes en tramitación, lo que incluía tanto las iniciativas que están sobre la mesa del Consejo de Ministros como las que están en proceso de tramitación en el Congreso. “Ni colaboración, ni negociación”, solemnizó en una comparecencia a la que acudió rodeada por los otros seis diputados de su grupo parlamentario. 

Desde el Gobierno trataron de mantener la calma ante el segundo órdago de sus socios de investidura mientras se refugiaban en que los independentistas no hablan de moción de censura y tampoco de elecciones anticipadas. Este último extremo no lo comparten en ERC, donde sí auguran un aumento de la presión de los de Puigdemont que acabe forzando a Sánchez a un anticipo electoral porque el PP, que llegó a flirtear con la idea de ilegalizar los partidos independentistas, “prometa a Puigdemont poner el contador a cero” a cambio de desalojar a Sánchez de La Moncloa. Algo de esto ya hubo, en los contactos que el PP mantuvo con Junts, para la investidura fallida de Feijóo y es lo que en algunos círculos empresariales empieza a sonar con fuerza.

Bloqueo al Congreso, pero no al Gobierno

Lejos de atisbar este escenario, en el Gobierno han leído la última finta de los de Puigdemont como “un bloqueo al Congreso, que no al Gobierno” en un intento por distinguir entre el legislativo y el ejecutivo que, en una democracia parlamentaria, resulta indistinguible cuando los que habitan La Moncloa carecen de una mayoría robusta como es el caso hoy de Sánchez. 

Sin posibilidad de aprobar los Presupuestos para 2026 y sin mayoría en el Congreso, la debilidad del Gobierno será, si cabe, más evidente que nunca después de un órdago que Junts ha vinculado a compromisos incumplidos como la aplicación integral de la ley de amnistía, la delegación de las competencias en materia de inmigración o el uso de las lenguas oficiales en el Europarlamento, que no están ya en manos del Gobierno sino de los jueces, de Podemos y de los socios europeos. De hecho, el ministro de Exteriores, José Manuel Albares, ha vuelto a abordar esta mima semana con la presidenta de la Eurocámara, Roberta Metsola, la petición del Gobierno de que se puedan emplear el catalán, el euskera y el gallego en los plenos, si bien no ha obtenido avances.

Todos los ministros coinciden en subrayar que el Gobierno ya ha cumplido la parte de los acuerdos que le corresponde, pero se prestan a redoblar la presión para que salgan adelante cuestiones pendientes para intentar salvar una relación que Junts se empeña en dar por rota. Lo más incómodo de todo, tras el anuncio de los independentistas, es que hay leyes pendientes de aprobación que son hitos europeos y necesitan ser aprobadas para recibir nuevas entregas de los Fondos Europeos, como es el caso de la Ley de la Función Pública o la de la regulación sobre los lobbies. Y el PSOE apela por ello a la responsabilidad de los populares para que salgan adelante. “Feijóo puede ir contra el Gobierno, pero no contra los españoles”, advierte otro ministro de Sánchez, que no descarta que haya que afanarse en una nueva negociación con Bruselas si el PP no se aviene a respaldar la transposición de algunas directivas europeas que, dicho sea de paso, ya contaron con el voto favorable de los eurodiputados del PP español en Bruselas. El eco que llega desde Génova no es precisamente para mantener la coherencia con lo votado en el Euro parlamento, sino más bien a provocar cuantas más derrotas mejor a Sánchez en el Congreso.

Sea como fuere, desde el gabinete del presidente aseguran ser víctimas de una “guerra de nervios” de los de Puigdemont, que se desangran cada día electoralmente a costa de Aliança Catalana y ante la que los socialistas tendrán que moverse “con mucho temple, con la mano tendida, pero también con el BOE”, en clara alusión al margen para la toma de decisiones que ofrece el Gobierno más allá de las iniciativas legislativas.

En La Moncloa creen que la nueva situación, a la que tampoco intentan restar importancia, les obliga “a negociar día a día, semana a semana”, pero en ningún caso a tirar la toalla ni a anticipar las elecciones, pese a que Junts haya registrado ya enmiendas a la totalidad a 25 leyes presentadas por el Gobierno en el Parlamento y anunciado que votará en contra de otras 21 que están en la fase final de tramitación. Esto es toda la producción legislativa con la excepción de la ley de Atención al Cliente, la de Movilidad Sostenible y la ley del Cine.  

El “no a todo” de los de Puigdemont incluye, de momento, la quita del Fondo de Liquidez Autonómica, la financiación singular para Catalunya, dos asuntos de especial interés para los catalanes y que son consecuencia de los acuerdos suscritos por ERC con los socialistas. La dispensa tendría una traducción de más de 80.000 millones de euros, que el Estado asumiría para reducir el exceso de deuda de las Comunidades Autónomas y que en el caso de la Generalitat supondría un ahorro de más 17.000 millones que, de no salir adelante, “tendrán que explicar los de Junts a sus votantes”, advierte un dirigente del PSC, que como Sánchez, cree que hay que “aguantar el pulso y seguir pidiendo cartas” porque la partida no ha acabado.

“Demasiado cortas tiene las patas el gorrión para bailar con la urraca”, añade otro ministro, también jugador de mus, haciendo suyo el mensaje subliminal que se suele lanzar entre compañeros de cartas tras algún avance fugaz de los contrarios que pretenden enfurecer y, de paso, recordar su superioridad/dependencia sobre los adversarios. 

Lástima que la política y los intereses de un Puigdemont acorralado electoralmente nada tengan que ver con los juegos de naipes. O sí. A saber, aunque Nogueras insiste: “Nunca hemos ido de farol”.