¿Pueden las ostras comerse la ‘sopa verde’ del Mar Menor?

¿Pueden las ostras comerse la ‘sopa verde’ del Mar Menor?

Visitamos el proyecto de un equipo de investigadores que trabaja para conseguir que los bivalvos se coman el exceso de algas que ha roto el equilibrio de la valiosa laguna por los vertidos sistemáticos de la agricultura industrial

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Para el Mar Menor, las ostras son utensilios de limpieza más eficaces que el mejor de los coladores. En cubetas llenas de agua y numeradas para llevar un control de la variabilidad genética, las ostras se reproducen y estudian en el criadero del Centro Oceanográfico de Murcia, en San Pedro del Pinatar (IEO-CSIC). Situado en un entorno privilegiado, al norte de La Manga del Mar Menor, en este espacio de investigación centenares de miles de larvas de ostra, al principio más diminutas que granos de arena, son cuidadas y alimentadas para que, conforme vayan creciendo, puedan ser reintroducidas en su entorno natural y cumplir su objetivo: ayudar a regenerar la laguna del Mar Menor, en la costa murciana.

Como todos los bivalvos, las ostras filtran el agua. Son bioextractores de nutrientes, según la definición técnica. “Se comen la sopa verde”, sintetiza Marina Albentosa, en referencia al término que resume el colapso y eutrofización de la laguna murciana: cuando hay un exceso de nitrógeno y fósforo en el agua, proliferan las microalgas que consumen oxígeno y, al bloquear la luz, no permiten que esta llegue al fondo. Esas microalgas son la base de la alimentación de estas ostras, aunque la capacidad real de filtración que pueden llegar a tener está todavía pendiente de evaluación. Pero es un ejemplo de que la naturaleza puede ser parte de la solución a la hora de regenerar un ecosistema tan amenazado como el Mar Menor.

Marina Albentosa es la responsable del Laboratorio de Ecofisiología de Bivalvos del IEO-CSIC en San Pedro y la coordinadora de la iniciativa para la recuperación de la ostra plana del Mar Menor. La medida busca recuperar la calidad ambiental del ecosistema, una herramienta más dentro de las posibles soluciones para paliar la degradación de esta laguna salada. “Esto es un proyecto de acuicultura restaurativa, un concepto que une los fines comercial y ambiental”, afirma la científica. ¿Y por qué las ostras? Marina explica que cuando en 1973 se abrió el canal de El Estacio, permitiendo que entrara agua del Mediterráneo al Mar Menor, cambió la salinidad de la laguna y tuvo grandes consecuencias. Una de ellas fue la entrada de diferentes especies como la nacra (Pinna nobilis) y la ostra plana (Ostrea edulis) que ahora sí podían sobrevivir dentro de este peculiar espacio natural.

Marina es didáctica y concreta cuando habla. Cuenta que en 1991 se hizo un muestreo y se estimaba en 135 millones de ejemplares la población de ostras en el Mar Menor, capaces de filtrar toda el agua de la laguna en 55 días. La extracción masiva, los episodios de contaminación y la eutrofización acabaron con esa presencia de los bivalvos endémicos, no solo de las ostras. También la nacra, la almeja o los berberechos prácticamente desaparecieron. “Nuestro objetivo es generar el conocimiento necesario para que se puedan recuperar las poblaciones de ostra en el Mar Menor. Queremos recuperar sus servicios ecosistémicos”, explica. Esto puede ser un incremento en la claridad y calidad del agua de la laguna, una mejora en la biodiversidad, más actividad pesquera o aumentar su valor cultural. Todo está relacionado entre sí.

La idea de utilizar los bivalvos para filtrar el agua del Mar Menor surgió en 2016 a raíz del episodio de “sopa verde” que supuso un momento clave en la degradación ambiental de la laguna. Marina, junto con otros expertos de todo el mundo que estudiaban bivalvos, se planteó la posibilidad de usar ostras en la laguna murciana, replicando otros casos similares que habían funcionado en EEUU, como Tampa Bay en Florida y Chesapeake Bay en la costa este. También en Suecia o los fiordos daneses se han utilizado mejillones para eliminar nutrientes del agua. En 2020 se lanzó la iniciativa de la mano de la alianza para la restauración de la ostra nativa europea (NORA), pero no fue hasta 2022 cuando se consiguió la financiación necesaria para desarrollarla en la Región de Murcia. Desde entonces, se van solapando diferentes proyectos.


Muestras recogidas en el laboratorio.

La que se está criando desde esta iniciativa es una ostra nativa europea. Se encuentra en el Mediterráneo y en toda la costa del Atlántico, desde Europa del norte hasta Marruecos. Estas ostras planas (Ostrea edulis) son hermafroditas y pueden cambiar de sexo varias veces a lo largo de su vida. A partir de los tres años ya se pueden consumir, aunque llegan a vivir 10, 20 o incluso 30 años si las condiciones son idóneas. Como una etapa intermedia entre el criadero y el mar, las aguas de un canal salinero son el lugar ideal para las ostras. Situadas al norte de la laguna, las salinas de San Pedro del Pinatar ocupan aproximadamente dos tercios del parque regional de las Salinas y Arenales de San Pedro del Pinatar.

Un canal salinero es el que distribuye el agua del mar entre las diferentes balsas, donde se irán decantando la sal y los sedimentos. La colaboración con las ostras va más allá de ceder el espacio sin coste alguno. Es poner en valor el espacio natural y a la actividad salinera como conservadora del medio ambiente.

Sobre una estructura flotante está el sistema de cultivo: unas líneas o bateas donde quedan sumergidos los bivalvos. El canal no llega a los dos metros de profundidad y se puede ver el fondo lleno de Caulerpa prolifera, como en la cercana laguna. En la superficie flotan ovas, otra alga verde brillante con forma de pelambrera enmarañada y que se extiende entre la orilla y la estructura. Marina se cambia las zapatillas por unas crocs y baja las escaleras hacia el agua, señalando las líneas donde están las ostras. “Venimos por la mañana, le damos la vuelta y las ponemos boca arriba, las ostras se cierran y sobreviven y todo el resto se muere. A las cuatro o cinco horas les damos la vuelta, y las volvemos a sumergir. Este sistema es muy interesante para la limpieza y para el endurecimiento del músculo, hace una ostra muchísimo más resistente. El objetivo es que mantenga mejor la circulación a través de los agujeros y que se desarrolle más. Al dejarla al aire, tiene que hacer el ejercicio de cerrar con el músculo. Entonces liberan algo que no sé decirte lo que es, pero los ostricultores dicen que el sabor es diferente, por sacarlas fuera del agua”.

“Esto es una técnica experimental, esta es la base del arrecife, lo hacemos aquí para luego ponerlo en el mar y que las ostras vayan creciendo, engordando y demás”. Esto también es parte del trabajo de investigación de cada proyecto: ver qué funciona y aprender de los errores.

Un ejemplo del que inspirarse y que desde la iniciativa están teniendo como referencia es la francesa laguna de Thau, en la región de Languedoc-Roussillon. Esta laguna también sufrió un importante episodio de eutrofización del agua y el papel de los ostricultores ha sido muy interesante en su recuperación.