Un pueblo de Barcelona tendrá el primer cementerio chino del sur de Europa: “Será un acercamiento entre culturas”

Un pueblo de Barcelona tendrá el primer cementerio chino del sur de Europa: “Será un acercamiento entre culturas”

Monistrol de Calders acogerá un parque-santuario con más de 58 hectáreas a cambio de una compensación de entre 20.000 y 40.000 euros anuales y el compromiso de construcción de un equipamiento municipal

Las trabas a los funerales no católicos: “Si mi hermano es musulmán, ¿por qué tengo que enterrarlo como a un cristiano?”

Li Zhong lleva ya décadas en Catalunya tras emigrar desde China. Sus hijos han crecido en territorio español y han creado sus propias raíces. Li es uno de los más de 223.000 habitantes procedentes del país asiático censados en España. La comunidad ha crecido con los años; muchos han criado a sus hijos aquí y, al contrario de lo que pasaba hace un tiempo, ya no piensan en volver a sus ciudades después. “Planeo jubilarme en Barcelona para así estar cerca de mi familia”, explica Li.

Aunque todavía hay muchos que piensan en volver a China a la hora del retiro, cada vez son más los que coinciden con Li y ven España como un lugar para jubilarse y, también, para morir. Por eso, un grupo de representantes de la comunidad china en Catalunya ha creado una sociedad para impulsar la construcción del primer cementerio multiconfesional chino de todo el sur de Europa.

Este camposanto estará en Monistrol de Calders (Barcelona) y permitirá cumplir con los aspectos esenciales de los rituales funerarios chinos. Los principios básicos dictan que los cuerpos no pueden ser enterrados en nichos y decretan que las tumbas deben ser individuales o, como mucho, de parejas. Esto se puede cumplir en cualquiera de los cementerios públicos de Catalunya o España -aunque con un precio elevado debido a la poca cantidad de tumbas terrestres disponibles.

Lo que será diferencial del nuevo camposanto chino son los aspectos rituales que en los demás cementerios no se pueden llevar a cabo y que, si bien no son imperativos, sí son importantes a nivel cultural. Por ejemplo, estará preparado para acoger las largas y multitudinarias celebraciones posteriores a la muerte. También se suelen dejar ofrendas en forma de comida que otros camposantos retirarían y se acostumbran a quemar papeles e inciensos, cosa que también suele estar prohibida.

Además, el nuevo cementerio también está pensado para cubrir otras necesidades como la idea de permanecer integrado en la naturaleza y tener una ubicación, diseño y orientación que respete los principios del feng-shui. Para los promotores del proyecto, la idoneidad de este terreno viene por la localización y por la lejanía respecto a los núcleos urbanos, lo que permite la armonía con la naturaleza sin alterar el paisaje.


Imagen del pueblo de Monistrol de Calders

Un cementerio en los terrenos de una masía medieval

La sociedad creada ad hoc para la gestión del nuevo cementerio compró los terrenos a un fondo de inversión. Se trata de la Païssa, una zona de 58,7 hectáreas con una masía medieval registrada en el Inventario del Patrimonio Arquitectónico Catalán. Este terreno cuenta también con una capilla a San Narciso y un grupo de tumbas visigodas del siglo VI que, después de ser excavadas por arqueólogos, quedaron abandonadas.

La comunidad china -que trabaja con la funeraria Áltima- no ha hecho público el nombre de la sociedad creada para esta transacción. El Ayuntamiento de Monistrol de Calders tampoco quiere compartir esta información hasta que no lo hagan los interesados. Lo que sí ha confirmado el consistorio es que ha aceptado dar los permisos para la construcción a cambio de ciertas condiciones.

Mediante un acuerdo de compromiso, al que ha tenido acceso este medio, se ha acordado que el cementerio emplee a trabajadores del pueblo prioritariamente, además de gente de la zona y la comarca. “Tenemos una tasa de paro elevadísima y dar trabajo a la gente de aquí es importante”, explica Arturo Argelaguer, alcalde de Monistrol de Calders.

El primer edil es consciente de que el pueblo necesita revivir. “No nos llegará una gran industria a traer dinero y trabajo”, reconoce. Por ello, la alcaldía pactó con la sociedad promotora del proyecto aportaciones anuales de entre 20.000 y 40.000 euros en concepto de “subvenciones a entidades del municipio”, además de la contratación de empresas locales, la promoción del pueblo dentro de la comunidad china para incentivar el emprendimiento en el núcleo urbano y sus alrededores y la construcción íntegra de un equipamiento municipal, piscina o campo de fútbol.

El grupo promotor del proyecto, a su vez, quiso invitar al alcalde Argelaguer a DongYuan, municipio en la zona de QingTian con el que Monistrol de Calders acordó un hermanamiento. “Querían que hubiera este acercamiento entre las dos culturas”, explica el alcalde, “que no fuera simplemente una transacción económica sino un intercambio sociocultural”.

La alcaldía asegura que ya notan un cambio y que, aunque el cementerio todavía no ha abierto sus puertas, sus efectos comienzan a notarse. Aseguran que algunas de las fincas que llevaban varios años a la venta con precios superiores al millón de euros se vendieron poco después de cerrar el acuerdo para el nuevo cementerio. Con todo, desde el consistorio apuntan que desconocen si los compradores son de origen chino, pero se muestran esperanzados con este nuevo proyecto.

Un cementerio en contexto de diáspora

“Hay un refrán chino que dice que las hojas que caen vuelven a sus raíces”, explica Irene Masdeu i Torruella, doctora en Estudios Interculturales y miembro del Centro de Estudios e Investigación sobre Asia Oriental (CERAO) de la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB). La antropóloga asegura que la idea de volver al lugar de origen es universal en todas las migraciones y los chinos eran buen ejemplo de eso, ya que hasta ahora solían pasar la vejez en su tierra natal. Pero la tradición funeraria de las diásporas chinas ha cambiado con el paso de los años.

“Nos encontramos en un segundo o tercer estadio de la migración china: ya están muy arraigados a la sociedad española, catalana o europea”, explica Masdeu, quien apunta que cada vez es más común que entierren a sus difuntos cerca. Además, la tradición entiende la muerte como una continuación de la vida, por lo que los vivos entienden que deben seguir cuidando de sus difuntos y, a cambio, los que ya no están velarán por los que siguen. Estos cuidados se traducen, a la práctica, a deber visitar recurrentemente las tumbas, especialmente durante el primer año.

El nuevo cementerio, si bien respetará los principios básicos de las tradiciones funerarias, será diferente de los que hay en la China continental. “Será un cementerio en contexto de diáspora”, explica Masdeu. La doctora añade que seguramente buscará cubrir, además de los servicios funerarios, necesidades que la sociedad catalana no cubre como la venta de objetos de uso ritual como los inciensos o los papeles de quemar.

El camposanto por ahora lleva el nombre de Sukhavati, que significa tierra de la felicidad suprema y es como se conoce a la escuela budista mahayana de la Tierra Pura, una de las tradiciones budistas más practicadas en el extremo oriente, en especial en China, Japón y Corea.

Su extensión de 587.400 m2 será superior a la del cementerio de Montjuïc en Barcelona, aunque el número de sepulturas, que en el cementerio Barcelonés supera las 150.000, estará limitado a un máximo de 80.000 en el santuario de Monistrol de Calders.

Este bajo número de lugares no se debe solo a que no habrá nichos, sino a que el cementerio convencional sólo ocupará el 56% de la finca. El acuerdo entre el consistorio y la comunidad China dispone que se mantendrá un 38% de espacio forestal y el 6% restante será el terreno de la antigua masía, que los nuevos propietarios del lugar se han comprometido a recuperar.

En el terreno también se hará un aparcamiento con 900 plazas y otras construcciones como espacios para inhumaciones en zonas boscosas, espacios ecológicos, un gran estanque de loto, un jardín bodhi, una avenida de los animales del zodíaco chino o “espacios VIP” con elementos artísticos tradicionales chinos.


Buzón que marca la entrada a La Païssa, la masía medieval que hoy está okupada por una decena de personas

“Habrá más plazas de aparcamiento que personas en el pueblo”, comenta una de las personas que hoy vive en la masía La Païssa, que lleva años okupada. “Será como un Port Avertura, pero de muertos”, dice esta joven de 28 años, que lleva ya un tiempo residiendo en la finca junto a otras personas.

Aseguran que le dan vida e incluso mantienen la edificación que lleva abandonada desde los años 80. “Si no fuera por quienes la hemos habitado y nos hemos dedicado a apuntalarla, reparar los tejados y las vigas, este patrimonio se encontraría completamente en ruinas”, afirma uno de los ocupantes.

“Que me echen de La Païssa, me da igual porque tengo mi camión y no me voy a quedar en la calle”, destaca la joven, “pero me da mucha pena que la gente se deje llevar por el dinero sin pensar en el gran impacto que tiene este macroproyecto”.

Ambos cohabitantes coinciden en que les hubiera gustado que se hiciera otro tipo de proyecto como un museo histórico aprovechando los restos visigodos y la construcción medieval, o que volviera a ser una casa de colonias como lo era a finales del siglo XX.

Los ocupantes de La Païssa,, que hasta ahora no han recibido ninguna comunicación oficial sobre el proceso legal de desalojo por parte de los nuevos propietarios, no son los únicos que no acaban de apoyar el proyecto. Algunos vecinos del pueblo también tienen sus dudas, sobre todo basadas en que la localidad no tiene comunidad china. Aun así, reconocen la necesidad del proyecto.

“Los pueblos se mueren”, explica Imelda, una vecina de 85 años que lleva toda la vida en Monistrol de Calders, “no hay donde trabajar y la juventud tiene que irse”. A su lado, Isabel, de 58 años, nacida en el pueblo, asiente. Ella se ha mudado hace poco a otra localidad cercana donde lleva años trabajando.

“Creo que será un bien para el pueblo”, afirma Isabel. Aun así su apoyo está condicionado por la duda; no está segura de que la comunidad china vaya a contratar a gente del pueblo y teme que el acuerdo con el Ayuntamiento se quede en papel mojado. La antropóloga Irene Masdeu insiste en que la comunidad china tiene fama de cerrada, pero asegura que estos mitos se van a ir desmontando poco a poco, a medida que pasen las generaciones y sus miembros se vayan integrando, cada vez más, entre la sociedad local.