El desconcertante auge de los batidos de proteínas: cómo han pasado de bebida pastosa a industria multimillonaria
En 1865, el primer producto proteico que se comercializó estaba elaborado con restos de vacuno. Hoy en día existen innumerables batidos en el mercado, algunos incluso con estrella Michelin. ¿Por qué los consume tantísima gente?
Más proteínas y más fibra: la dieta que ayuda a aumentar tu metabolismo
Siempre pensé que mi primera incursión en el territorio culinario de las estrellas Michelin consistiría en sentarme en un restaurante elegante y deleitarme con unas vieiras perfectamente doradas o un magnífico costillar de cordero bañado en una rica salsa. En cambio, estoy en un gimnasio, con Doja Cat a todo volumen en los altavoces, viendo cómo se prepara mi batido “con estrella Michelin” en una licuadora. En su interior hay una cucharada de proteína de vainilla en polvo, la pulpa de una guanábana (una fruta tropical con una piel espinosa que sabe a una mezcla entre mango y plátano) y un poco de leche de almendras. Se rocía espuma de azafrán en un vaso de plástico y se espolvorea con un poco de espirulina azul antes de verter la mezcla de proteínas de color pálido por encima.
El batido resultante, desarrollado por el chef Miller Prada, galardonado con una estrella Michelin, para Hermosa, una marca de proteína en polvo de lujo que se vende en Barry’s (una cadena de gimnasios), es como una lámpara de lava bebible, con una mezcla de blancos, azules y amarillos que se arremolinan suavemente en el vaso. Según Erika Tamayo, fundadora de Hermosa, solo tiene una comparación. “Todo el mundo dice que se parece a La noche estrellada de Vincent van Gogh”, afirma. Antes de dejarme probarlo, rocía un líquido con aroma a café sobre la tapa y luego me explica cómo beberlo para disfrutar de la “experiencia Michelin completa”. Hay que colocar la pajita aproximadamente a la mitad del vaso y sorber (debería saber a helado) antes de beberlo de un trago para sentir el efecto “estimulante” del azafrán.
Dejando a un lado la pompa, ¿cómo sabe? Bastante bien. La textura es suave y cremosa (a diferencia de muchos batidos de proteínas con textura arenosa que he probado antes) y la guanábana le aporta un sutil toque dulce. ¿Lo volvería a tomar? Quizás. Lo que más me echa para atrás es su elevado precio, 11 libras (casi 12,50 euros), aunque parece ser el precio habitual de un batido de lujo.
“Hemos creado este batido como una declaración de intenciones. La gente ahora entiende que la salud es un lujo y todos invierten en ella”, dice Tamayo. Ella no es la única que crea batidos de proteínas “con un mensaje” en el Reino Unido. Elevate, que se autodenomina “local de bebidas centrado en la nutrición” en el centro de Londres, vende un batido de cacao de 8,90£ (10€) con 21 g de proteína que promete “mejorar el estado de ánimo y aportar un suave y estimulante impulso”. Del mismo modo, los socios de Soho House pueden darse un capricho con una nueva gama de coloridos “batidos proteicos”, con un precio aproximado de 9 £ cada uno (más de 10€), cuyos nombres no desentonarían en una carta de cócteles: “The Berlin”, “The Shoreditch” y “The Beach House”.
Estas bebidas saludables, visualmente atractivas y repletas de nutrientes, se popularizaron con el auge viral de Erewhon, una cadena de tiendas de alimentación saludable de lujo con sede en Los Ángeles. Mientras que los compradores pueden darse un festín con una sola fresa importada de Japón por 20 dólares (17,22 euros) o beber una botella de agua “hiperoxigenada” por 26 dólares (más de 22 euros), son los batidos megavirales, que pueden costar más de 20 dólares cada uno, los que han catapultado a la marca al estrellato en las redes sociales. La mayoría de ellos no están elaborados a base de proteínas, pero su llamativo aspecto (perfecto para una foto en Instagram) y el uso de ingredientes que aparentemente pueden proporcionar una piel radiante o incluso mejorar las funciones cognitivas han inspirado a una nueva legión de imitadores. Se han vuelto tan populares que algunas de las estrellas más importantes del mundo, como Sabrina Carpenter, Olivia Rodrigo y Bella Hadid, han prestado sus nombres a batidos Erewhon de edición limitada. Y Erewhon ha obtenido enormes beneficios como resultado: 171,4 millones de dólares en 2023 (147, 49 millones de euros), el último año del que se dispone de cifras, a pesar de tener solo 11 establecimientos en un estado de EE. UU.: California.
Para Tamayo, el sabor, la presentación y el espectáculo son fundamentales para destacar en el mercado de las proteínas en polvo, que nunca ha sido tan grande (a nivel mundial, se ha valorado en 24 800 millones de dólares, según la empresa de estudios de mercado Research and Markets). Además de su batido con estrella Michelin, Hermosa vende “proteína de suero de leche de vacas alimentadas con pasto” en un tarro de cristal ámbar (que contiene 14 raciones) por 38 libras (43,06 euros).
Las proteínas están en auge en todos los ámbitos. Una encuesta de YouGov realizada a principios de este año reveló que el 25% de los adultos del Reino Unido beben batidos de proteínas con regularidad, incluido el 37 % de los jóvenes de entre 25 y 34 años. [En España los datos se asemejan: entre un 13 y un 15% de la población toma preparados proteicos y energéticos, en mayor medida los hombres de entre 18 y 45 años, según la FIAB]
La industria ha crecido tanto que ahora hay escasez de suero, el subproducto líquido que antes se desechaba de la elaboración del queso y que se ha convertido en un ingrediente utilizado en la mayoría de las proteínas en polvo; además, su precio se ha disparado. Entonces, ¿cómo es que el mundo se ha vuelto loco por los batidos de proteínas?
En los 50, el entrenador estadounidense Bob Hoffman añadía chocolate a los batidos de proteínas hasta que tenían un sabor comestible
La mayoría de las proteínas en polvo y los batidos que se venden hoy en día parecen sacados directamente de una carta de postres (chocolate, Biscoff e incluso matcha), pero en su primera versión se parecían más a una especie de “lodo” de sabor intenso, según Hannah Cutting-Jones, historiadora de la alimentación de la Universidad de Oregón. El primer producto a base de proteínas que se vendió a los consumidores se remonta a 1865, cuando un científico alemán, Justus von Liebig, inventó un sustituto de la carne, comercializado como Extract of Meat (extracto de carne), que consistía en frascos de “pieles y cadáveres de vacuno derretidos”. Se recomendaba a los consumidores que bebieran “una copa pequeña de vino” dos o tres veces al día. “Llamarlo batido de proteínas sería muy generoso”, afirma Cutting-Jones, pero fue el primer producto “promocionado por su alto contenido en proteínas”. El lodo acabó convirtiéndose en cubitos sólidos y se convirtió en un alimento básico de la cocina casera con un nombre más familiar, Oxo (caldo concentrado).
La mayor parte de la proteína en polvo se elabora a partir del suero de leche, cuyo precio se ha disparado.
Poco después, los productos proteicos encontraron su lugar entre los hombres que buscaban ponerse en forma. A partir de finales de la década de 1890, Plasmon, una proteína de leche en polvo envasada en cajas cubiertas de imágenes de dioses griegos y hombres musculosos, se vendió en todo el Reino Unido y Alemania. Contaba con el respaldo del culturista Eugen Sandow, que más tarde produciría su propio producto: Health and Strength Cocoa, la primera proteína de chocolate en polvo del mundo. Pero Cutting-Jones afirma que los batidos proteicos realmente despegaron después de la Segunda Guerra Mundial, cuando la tecnología alimentaria sufrió una revolución. “Congelaban y deshidrataban los alimentos, convertían la leche en polvo y deshidrataban los huevos y los quesos para que pesaran lo menos posible en las cajas de raciones”, lo que, según ella, normalizó la obtención de nutrientes a partir de polvos.
La industria de las proteínas obtuvo su primer gran éxito en la década de 1950 con la introducción de los batidos Super Hi-Protein, desarrollados por el entonces entrenador jefe del equipo olímpico de halterofilia de Estados Unidos, Bob Hoffman. “Este es probablemente el primer ejemplo de un batido que se parecería a lo que tenemos hoy en día”, dice Cutting-Jones (excepto que, en lugar de los polvos nutricionalmente ajustados a los que estamos acostumbrados, Hoffman echaba chocolate Hershey’s en cada lote hasta que tuviera un sabor comestible). En 1960, el producto había alcanzado más de un millón de dólares en ventas, dice Cutting-Jones.
En la década de 1970, los batidos de proteínas hicieron su primera incursión significativa fuera del gimnasio, con dos dietas populares: la dieta Atkins, baja en carbohidratos, y la dieta Last Chance, totalmente líquida, en la que se aconsejaba a quienes querían perder peso rápidamente que no consumieran nada más que batidos de proteínas. Tantos estadounidenses se apuntaron a esta última dieta, 2 millones según algunas estimaciones, que el New York Times sugirió que “beber [un suplemento] en lugar de martinis” era ahora habitual en las fiestas de cóctel. Cayó en desgracia cuando el gobierno de EE. UU. investigó si las muertes relacionadas con la inanición podían atribuirse a ella.
“La gente empezó a relacionar las proteínas con la pérdida de peso en los años 70 y 80”, afirma Cutting-Jones, lo que supuso “un punto de inflexión realmente importante para los batidos de proteínas”, aunque, en su mayor parte, seguían siendo un alimento básico para los culturistas. A principios de la década de 2000, esto empezó a cambiar. Hasta ese momento, a las personas que seguían una dieta se les decía que podían alcanzar su cuerpo ideal evitando las grasas. Esta creencia arraigada se vino abajo cuando los estudios demostraron que las personas que seguían una dieta baja en carbohidratos y alta en proteínas perdían más peso que las que seguían una dieta baja en grasas, colesterol y calorías. La dieta Atkins volvió a estar de moda y las proteínas ganaron popularidad. Según The Economist, las ventas mundiales de productos de nutrición deportiva, la mayoría de ellos a base de proteínas, se duplicaron entre 2007 y 2013, hasta alcanzar los 260 millones de libras esterlinas (294 millones de euros).
Cutting-Jones afirma que, a partir de ese momento, las proteínas “se dispararon”, ya que podían comercializarse para todo el mundo. La empresa británica MaxiMuscle, que pasó de 8,6 millones de libras en ventas en 2004 a 80 millones en 2010, amplió su atractivo con el lanzamiento de una línea de productos dirigida a las mujeres en 2006, y en 2012 lanzó una campaña publicitaria para “hombres de verdad”. En ella se veía a un oficinista levantando un coche con una mano y bebiendo un batido con la otra. En 2011, sus productos se vendían en los principales supermercados, incluidos Tesco y Sainsbury’s.
Las redes sociales fueron el siguiente paso en la expansión de las proteínas. El mensaje predominante, normalmente transmitido por influencers del fitness (hombres y mujeres) con cuerpos musculosos, era: “Podrás tener un aspecto como el mío si compras esta proteína en polvo”, afirma Cutting-Jones, que lo califica como “el sueño hecho realidad de cualquier comercial”. MyProtein, que se creó en 2004 con un descubierto de 500 libras (566 euros) antes de alcanzar su valoración actual de al menos 400 millones (453 millones de euros), se convirtió en la marca preferida de los influencers en la década de 2010, pero el amor por los productos probablemente no fue la única razón para promocionar sus batidos. La empresa lleva mucho tiempo realizando una campaña de embajadores de marca en la que, a partir de 2025, los influencers con más de 10.000 seguidores pueden ganar hasta un 8% de comisión por cada producto MyProtein vendido.
Pero, ¿cuánta proteína necesitamos realmente? El gobierno del Reino Unido afirma que los hombres de entre 19 y 50 años deberían ingerir unos 55 g de proteína al día, lo que equivale aproximadamente a nueve huevos, y las mujeres del mismo grupo de edad deberían consumir unos 45 g, más o menos lo mismo que siete huevos [Las recomendaciones del Ministerio de Sanidad en España son similares]. Según la Dra. Linia Patel, nutricionista de Pure Sports Medicine, estas recomendaciones “tienen más que ver con la prevención de la malnutrición” y, como punto de partida, para desarrollarse adecuadamente, las personas deberían “ingerir aproximadamente 1 g por kilogramo de peso corporal, o 1,2 g si son activas”.
Patel afirma que las proteínas nos ayudan a sentirnos saciados durante más tiempo porque son “moléculas complejas”. Esto significa que, cuando las ingerimos, “nuestro cuerpo tiene que trabajar un poco más para metabolizarlas y digerirlas”, pero también existe el exceso de proteínas. Patel afirma que superar de forma constante los 2 g a 2,2 g por kg de peso corporal —como podría ocurrir, por ejemplo, con cualquier persona que siga una dieta carnívora basada exclusivamente en productos animales— probablemente sea un exceso de proteínas, ya que se corre el riesgo de “desplazar otros nutrientes clave”, incluida la fibra.
Alimentos como la carne, el pescado y los huevos, están repletos de nutrientes, minerales y compuestos que los suplementos no pueden replicar.
En cuanto a la mejor forma de consumir proteínas, afirma que “los alimentos deben ser nuestra prioridad”, ya que los alimentos integrales, como la carne, el pescado y los huevos, están repletos de nutrientes, minerales y compuestos “que los suplementos no pueden replicar”. Sin embargo, las proteínas en polvo pueden tener su sitio. “Debemos utilizarlas como una herramienta, no como nuestra opción principal”, afirma. Recomienda optar por un polvo sin sabor como opción habitual, ya que las opciones con mucho sabor “contienen muchos edulcorantes y emulsionantes”. Y si preparas un batido para sustituir una comida, añadir ingredientes como yogur griego, fruta o mantequillas de frutos secos puede ayudar a que sea más “equilibrado”.
No solo los batidos y los polvos se han beneficiado de la moda de las proteínas. Un estudio de 2023 encontró alrededor de 1200 productos que afirmaban tener proteínas en los estantes de los supermercados del Reino Unido, incluyendo cereales, queso e incluso tortitas. La Dra. Ada García, nutricionista de salud pública de la Universidad de Glasgow, que dirigió el estudio, dice que la mayoría de estos alimentos cumplían con un umbral nutricional para ser “clasificados como saludables”, pero advierte a los compradores que presten atención a cómo se redactan estas afirmaciones sobre las proteínas. [En España la presencia de los productos enriquecidos con proteínas en los supermercados aumentaba en un 22,4% en 2023, según un informe de FitStore].
Según la legislación de la UE, que sigue vigente en el Reino Unido, para que un producto pueda etiquetarse como “fuente de proteínas”, este nutriente debe constituir al menos el 12% de su valor energético. Si un producto se etiqueta como “alto contenido en proteínas”, el 20% del valor energético del producto debe proceder de las proteínas. Otras frases son más bien un campo minado. “Hay cosas que los fabricantes pueden decir, por ejemplo: que un alimento proporciona un aporte extra de proteínas o es rico en proteínas. Estas afirmaciones no están reguladas, por lo que pueden añadir la cantidad de proteínas que deseen”, afirma García.
La proteinamanía no da señales de remitir, pero ¿en qué momento se convierte en una obsesión poco saludable? El año pasado, The Grocer publicó una encuesta que revelaba que el 77% de las personas en el Reino Unido buscan comer más proteínas, más que cualquier otro nutriente, incluyendo la fibra (60%), los probióticos (48%) y, como era de esperar, las grasas (9%). “La gente está muy preocupada por no consumir suficientes proteínas, y creo que muchos influencers de las redes sociales están aprovechando eso”, afirma Cutting-Jones.
TikTok está lleno de vídeos de jóvenes tomando proteínas en polvo sin mezclar con ningún líquido. Cutting-Jones afirma que esta peligrosa tendencia (los expertos en salud han advertido de que puede provocar asfixia o infecciones) demuestra cómo las cosas se han “descontrolado” en lo que respecta al seguimiento de los nutrientes. “No deberíamos sustituir todas las demás facetas de lo que es la alimentación por contar cada caloría y cada macronutriente que ingerimos. No somos robots: la comida tiene que ver con ser humanos”, afirma.